Hace mucho tiempo que me asombra la cantidad de casos que veo en mi consultorio, en donde en algún momento del tratamiento aparece evidencia de que mis pacientes han sufrido diversas modalidades de abuso sexual en la infancia. Se trata sobre todo, aunque no exclusivamente, de mujeres. Y los abusadores son, a la inversa, principalmente hombres.
Este dato lo he corroborado con colegas tanto de nuestro país como del extranjero. Pero hasta ahora no tenía información estadística actualizada. No obstante, hace poco un grupo de personas nos pusimos a investigar. La primera información que encontramos nos dejó sobrecogidos, pues la muestra para nada representativa de mi consulta era un indicador de un mal que corroe en silencio la existencia de una cantidad alarmante de niños peruanos:
El Perú ocupa el primer lugar de abuso sexual de toda Sudamérica. En ese deshonroso ranking, el 78% de las víctimas son menores de edad. Este dato se refiere específicamente a violación sexual, pero es fácil deducir que las otras modalidades de abuso no irán a la zaga.
Fue entonces que decidimos hacer algo más y pasar a la acción. Entonces fundamos la asociación civil RESPETO. Al continuar nuestras indagaciones, ya con miras a definir las iniciativas que pensamos proponer tanto al sector público como al privado, hallamos que el 55% de los perpetradores pertenecen al entorno familiar de la víctima y que el 72% de estas son mujeres, mientras que el 22% de quienes sufren abuso sexual tienen entre 6 y 11 años.
El panorama es más desolador porque, ante las dificultades legales y logísticas que se pueden imaginar, muchos de estos casos ni siquiera son denunciados. Y las severas penas previstas por la ley son de difícil aplicación. Mayor razón entonces para hacer esfuerzos en la prevención. Uno de los grandes debates a nivel internacional, dado el incremento de la pedofilia en el mundo, es la carga que se impone a los niños en la defensa de sus derechos. Esto requiere un manejo fino, pues al mismo tiempo es cierto que el abuso se propicia por una radical incomprensión de los derechos infantiles por parte de muchos adultos, que ven a los niños como su propiedad.
Se hace pues urgente intervenir desde diversos flancos, en la medida que se trata de una encrucijada de salud mental, educación, protección al menor y aplicación de la ley. Pero la complejidad del desafío no debe hacer que sigamos ignorando este escándalo.
Mientras un embajador es filmado pateando mujeres, hay adultos que están manoseando en silencio impune a niños. Difundamos con energía el principio de que la asimetría del poder adulto no los autoriza a hipotecar la sexualidad de los niños, traumatizándolos. Este es un asunto que debería trascender diferencias políticas e ideológicas. Pregúntense si no conocen casos cercanos. Apuesto que sí.
PD: Adiós a Javier Diez Canseco, quien marcó mediante su inquebrantable compromiso con sus ideas a generaciones de peruanos. Su coraje y consecuencia no serán olvidados.
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