jueves, 18 de diciembre de 2008

El ocio, el tiempo libre y el turismo


Por: Iván La Riva Vegazzo
Consultor en Turismo


Conforme a la doctrina turística, estos tres términos, tienen una estrecha relación, la misma que debemos conocer para entender mejor este fenómeno social de gran desarrollo en los tiempos actuales.

Debo indicar que, personalmente, considero que la esencia del fenómeno del turismo es el ocio. Esta palabra se deriva del griego “schole” o “skholé”, término que se puede emplear con los siguientes significados: tiempo desocupado, tiempo libre; estar liberado del trabajo o estar libre de una obligación.

Estos significados están relacionados con la idea del tiempo, del tiempo dedicado o no dedicado a hacer algo. Según lo definió Aristóteles, el ocio encierra un concepto más complejo, una condición interna de las personas que resulta favorable a su aprendizaje y desarrollo.

De acuerdo con el movimiento “Nuevo Tiempo Libre”: El Ocio debe entenderse en su significado aristotélico (schole o skholé) ..., como una condición o estado interno que busca el equilibrio y la armonía del individuo. Por tanto, el ocio es autocalificativo y consciente. La armonía individual debe, a su vez manifestarse para inducir el aumento de la armonía en el medio ambiente. Más adelante se lee: “El ocio será entendido como una condición o estado interno creativo...”

En consecuencia, el ocio como sustento del turismo constituye un concepto y una realidad esencial para incorporar en el proceso de planificación de esta actividad. De esta forma se está involucrando integralmente al ser humano, que hace del turismo su instrumento de desarrollo personal, y a la sociedad, que lo convierte también en instrumento de sus necesidades y expectativas.

Del mismo modo, al considerar el ocio como esencia del turismo se está participando en un amplio esfuerzo por privilegiarlo socialmente, rechazando el que sea “la madre de todos los vicios”, “el hacer nada”, ideas con las cuales se le relaciona por causas ideológicas.

He de advertir que en muchas ocasiones se confunde el ocio con el tiempo libre. Sin embargo, debemos aclarar que si bien, se trata de conceptos complementarios, también son distintos.

El filósofo Sebastián de Grazia, autor de la obra “Tiempo, trabajo y ocio”, una de las obras clásicas en la que se aborda el tema que nos ocupa, dividía las 24 horas del día de la siguiente manera: Tiempo de trabajo; tiempo relacionado con el trabajo; tiempo de subsistencia (comida, horas de sueño, compras, cocinar, tratamiento médico, etc.) y, por ultimo, uso del tiempo libre.

Según de Grazia, el tiempo libre es antónimo del tiempo de trabajo y, por tanto, es un tiempo no productivo al que se le da un contenido o un uso diferente del habitual. El tiempo libre es un tiempo desocupado.

El sociólogo francés Joffre Dumazedier considera que el tiempo libre (aun cuando lo utiliza como sinónimo de ocio) “es un conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede entregarse de manera completamente voluntaria, sea para descansar, sea para divertirse, sea para desarrollar su información o su formación desinteresada, su participación social voluntaria, tras haberse liberado de sus obligaciones profesionales, familiares y sociales”.

Por otro lado, Frederic Munné define al tiempo libre como “aquel modo de darse el tiempo personal que es sentido como libre al dedicarlo a actividades autocondicionadas de descanso, recreación y recreación para compensarse, y en último término afirmarse la persona individual y socialmente”.

Munné intenta aprehender el fondo, la esencia del tiempo libre, al señalar que “ese tiempo es un tiempo de libertad, para la transformación del hombre, no de las cosas, ya que esto corresponde estrictamente al trabajo”.

En síntesis, el tiempo libre, cuya esencia es el ocio, viene a ser el tiempo disponible para dedicarlo a un uso condicionado, en primera instancia, por los intereses de cada persona, sin desconocer que también se encuentra influido por otros factores, con el afán de lograr cierto estatus social, por la manipulación de los medios de comunicación y por las posibilidades de gasto (poder de compra) de los individuos.

Asimismo, las cuestiones relacionadas con el tiempo de trabajo y sus afectos – rutina, fatiga, deseos de escape o evasión – tendrán que ser integrados en cualquier esfuerzo por planificar el turismo, puesto que no hacerlo equivale a restar eficacia al proceso de conducción y desarrollo del fenómeno.

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