Pedro Diez Canseco Muñoz
DNI 18108916
beltenebros3@yahoo.com
Señor Alcalde:
Le escribo la presente para recordarle algo que usted parece haber olvidado: la razón de ser de su investidura. Usted, señor alcalde, ocupa el sillón municipal en virtud del voto ciudadano, y por lo tanto su autoridad no emana de su persona ni de su acreditación académica, ni mucho menos lo convierte en una especie de gamonal urbano; más bien, su autoridad, democráticamente entendida, es un préstamo funcional que la comunidad trujillana le ha hecho, con la esperanza de ver mejor representada y cuajada su soberanía (la de la comunidad trujillana) en los actos oficiales del municipio. Usted, señor alcalde, es el primer servidor público de Trujillo, el encargado de articular la autoridad ciudadana en aras del incremento del bien común.
Usted fue elegido, en parte, porque la gestión aprista había generado hastío y frustración en muchos trujillanos. Usted, señor alcalde, pudo marcar una hora diferente, la hora de percatarnos de que el interés de Trujillo está por encima del interés de cualquier partido político, por antiguo que sea. Bastaba con trabajar democrática y eficientemente. Pero me temo que usted, atrapado en sus propias redes partidistas y hostigado por una oposición malintencionada, casi ha desperdiciado tan alta ocasión. Y creo saber la razón fundamental de su fracaso parcial.
Hace unos meses, señor alcalde, sintonizé por casualidad un avance informativo de su canal, UCV Satelital. Respondía usted a un estrevistador con estas palabras, más o menos: “La meta de los que estamos en política es volvernos famosos”. Peligroso error de concepto, sin más. Delataría el profundo egoísmo de un proyecto vital abocado ciegamente al dinero y los honores oficiales. En cambio, la verdadera meta del político instalado en un cargo público es maniobrar, dentro de lo democrático y decente, en beneficio del bien común. La celebridad puede ser consecuencia de una gestión fructífera, nunca su objetivo primordial.
Por cierto, esta carta no pretende ser un ataque personal ni encierra doblez político alguno; es simplemente la voz de un ciudadano cansado de atestiguar la degradación constante de la calidad de vida de Trujillo.
El progreso de una ciudad no se mide exclusivamente por los edificios nuevos o los centros comerciales. Es indispensable que, además, se difunda y se haga respetar el civismo, la conciencia de pertenecer a una comunidad de la que todos somos responsables, sin excepción. Esto implica educar a la población, dialogar con ella y rendirle cuentas limpias, que puedan ser constatadas en obras necesarias de toda índole, realizadas oportunamente y bien. Hace unas semanas, durante la IV Feria del Libro, disertó un ex alcalde de Bogotá. Su exposición de los enormes adelantos cívicos, arquitectónicos, culturales y de infraestructura propiciados por un inteligente proyecto municipal (vigente durante varios periodos ediles) fue abrumadoramente esperanzadora. Fue la demostración de que un municipio dispuesto a servir a la ciudadanía puede conseguir, usando métodos democráticos, resultados que los peruanos creemos exclusivos de la mano dura de ciertos dictadorzuelos. En Bogotá comprendieron por fin que la consecución del bien común es labor que trasciende a individuos, partidos políticos y desde luego al apetito de fama y poder personal. ¿Por qué no lo entendemos así en Trujillo?
Usted, señor alcalde, ha actuado con acierto en unos cuantos casos puntuales, y eso es de agradecer. Sin embargo, en muchos otros aspectos su gestión es deficiente, incluso nociva para la ciudad. Ya que concibo esta carta como una crítica constructiva, le sugiero lo siguiente:
1) Lo principal es concentrarse en los pequeños pasos que conformarán la base infraestructural y cívica (cultural) de un futuro progreso trujillano. Usted no es un mesías que todo lo arregla con su santa voluntad; en cambio, puede colocar la primera piedra de una labor que deberá ser proseguida por los alcaldes que lo sucedan, siempre que desde ahora mismo los trujillanos empiecen a ser educados para exigir esa continuidad. No una continuidad partidista, sino determinada por un Plan Maestro. ¿Le parece poca cosa? Pues no lo es; pensar que sí es señal de egolatría y seudoliderazgo.
2) Peatonalizar el Centro Histórico es un despropósito si primero no se orienta al trujillano medio sobre las normas elementales de convivencia y uso de espacios públicos, al tiempo que se regula eficazmente el tráfico vehicular. Trujillo NO está preparada para la peatonalización. En el Centro Histórico aún hay mucha actividad económica y administrativa; sería una locura convertirlo en un área casi exclusivamente turística, mucho peor si se empieza con una calle y se congestionan las demás. Peatonalizar hoy es empezar la casa por el tejado.
3) ¿Qué hay de la contaminación sonora? Discotecas, autos particulares, buses y combis, casas y departamentos, restaurantes, hoteles, colegios, centros comerciales y carretilleros; todo el mundo parece competir por el premio gordo al ruido más escandaloso, a toda hora y en todo lugar. Se podría instruir a los agentes de Seguridad Ciudadana para controlar la emisión de ruidos molestos y para reportar a la policía los casos de reincidencia. Mención aparte merecen los conductores de motos y autos deportivos que circulan a toda velocidad y con los escapes rotos por las calles de la ciudad, pues además ponen en riesgo la vida de los demás. Habría que educar a la gente, especialmente a los niños y jóvenes, sobre los daños psicológicos y fisiológicos producidos por la exposición reiterada al ruido excesivo. Los centros educativos de todo tipo deberían ser multados ejemplar y efectivamente en caso de fomentar la bulla. Y usted, señor alcalde, tendría que dar el ejemplo.
4) Otra medida urgente es la implementación de baños públicos debidamente custodiados en diversos puntos de la ciudad. Con eso los automovilistas y peatones tendrían mucho menos excusa (la verdad, ninguna) para orinar (y defecar) en la calle, como animales.
5) Hacer cumplir las leyes y ordenanzas. Esto es elemental. No se puede permitir que la ciudad entera apeste como un desagüe abierto. No se puede permitir que los transportistas públicos conviertan las calles en una jungla mortal. No se puede permitir que algunos mercados sigan siendo focos infecciosos y nidos de delincuentes. No se puede permitir que la gente arroje basura a las calles o deteriore la propiedad pública impunemente. No se puede permitir que los vecinos paseen perros sin bozal. No se puede permitir que los proveedores de servicios básicos abusen del mercado cautivo. No se puede permitir que la desidia del INC y la burocracia municipal propicien el deterioro extremo del Centro Histórico, con riesgo de vidas humanas. No se puede permitir que prosiga el “boom” inmobiliario de Trujillo sin un estudio serio de la capacidad de las redes de agua y alcantarillado, de la demanda energética, de la densidad poblacional en función de la calidad de vida y de los criterios técnicos y antisísmicos de las nuevas construcciones. No se puede tolerar que la delincuencia campee en las calles, imponga cupos a los transportistas y siente sus cuarteles en el penal de El Milagro, y todo por falta de una coordinación eficiente y duradera entre la ciudadanía (que usted representa) y la Policía Nacional. No se puede permitir que algunos empleados y funcionarios municipales se porten como si les fuera lícito usufructuar los bienes y áreas de la comuna, ni que organicen actividades en esos espacios cuya realización atente contra ciertas ordenanzas municipales (como la que prohíbe los ruidos molestos). Tampoco es aceptable que los ciudadanos perciban –con o sin razón– que sus impuestos y arbitrios no revierten en el bienestar general o sirven para financiar obras mal hechas o superfluas. Existen toneladas de leyes, reglamentos y ordenanzas pertinentes. ¿Quién vela por su aplicación?
Mi consejo, señor alcalde, es que deseche los planes megalomaníacos, a menudo tapadera de viles negociados y arribismo. Recuerde siempre el origen de su autoridad, recuerde que todo cargo público implica responsabilidad y obligación de servir. No hay carrera universitaria de alcalde; todo depende de la vocación de servicio, del sentido común y de la dimensión ética y moral de quien ocupe el puesto. Complete el cuadro de los cambios mínimos que le he señalado, comience por ellos y procure que no sean flor de un día, de modo que imprima a Trujillo un rumbo firme hacia el progreso. Quizá todavía esté a tiempo. Hágalo ya, o pasará a la historia (si pasa) como uno de tantos…
Atentamente,
Un ciudadano trujillano.
DNI 18108916
beltenebros3@yahoo.com
Señor Alcalde:
Le escribo la presente para recordarle algo que usted parece haber olvidado: la razón de ser de su investidura. Usted, señor alcalde, ocupa el sillón municipal en virtud del voto ciudadano, y por lo tanto su autoridad no emana de su persona ni de su acreditación académica, ni mucho menos lo convierte en una especie de gamonal urbano; más bien, su autoridad, democráticamente entendida, es un préstamo funcional que la comunidad trujillana le ha hecho, con la esperanza de ver mejor representada y cuajada su soberanía (la de la comunidad trujillana) en los actos oficiales del municipio. Usted, señor alcalde, es el primer servidor público de Trujillo, el encargado de articular la autoridad ciudadana en aras del incremento del bien común.
Usted fue elegido, en parte, porque la gestión aprista había generado hastío y frustración en muchos trujillanos. Usted, señor alcalde, pudo marcar una hora diferente, la hora de percatarnos de que el interés de Trujillo está por encima del interés de cualquier partido político, por antiguo que sea. Bastaba con trabajar democrática y eficientemente. Pero me temo que usted, atrapado en sus propias redes partidistas y hostigado por una oposición malintencionada, casi ha desperdiciado tan alta ocasión. Y creo saber la razón fundamental de su fracaso parcial.
Hace unos meses, señor alcalde, sintonizé por casualidad un avance informativo de su canal, UCV Satelital. Respondía usted a un estrevistador con estas palabras, más o menos: “La meta de los que estamos en política es volvernos famosos”. Peligroso error de concepto, sin más. Delataría el profundo egoísmo de un proyecto vital abocado ciegamente al dinero y los honores oficiales. En cambio, la verdadera meta del político instalado en un cargo público es maniobrar, dentro de lo democrático y decente, en beneficio del bien común. La celebridad puede ser consecuencia de una gestión fructífera, nunca su objetivo primordial.
Por cierto, esta carta no pretende ser un ataque personal ni encierra doblez político alguno; es simplemente la voz de un ciudadano cansado de atestiguar la degradación constante de la calidad de vida de Trujillo.
El progreso de una ciudad no se mide exclusivamente por los edificios nuevos o los centros comerciales. Es indispensable que, además, se difunda y se haga respetar el civismo, la conciencia de pertenecer a una comunidad de la que todos somos responsables, sin excepción. Esto implica educar a la población, dialogar con ella y rendirle cuentas limpias, que puedan ser constatadas en obras necesarias de toda índole, realizadas oportunamente y bien. Hace unas semanas, durante la IV Feria del Libro, disertó un ex alcalde de Bogotá. Su exposición de los enormes adelantos cívicos, arquitectónicos, culturales y de infraestructura propiciados por un inteligente proyecto municipal (vigente durante varios periodos ediles) fue abrumadoramente esperanzadora. Fue la demostración de que un municipio dispuesto a servir a la ciudadanía puede conseguir, usando métodos democráticos, resultados que los peruanos creemos exclusivos de la mano dura de ciertos dictadorzuelos. En Bogotá comprendieron por fin que la consecución del bien común es labor que trasciende a individuos, partidos políticos y desde luego al apetito de fama y poder personal. ¿Por qué no lo entendemos así en Trujillo?
Usted, señor alcalde, ha actuado con acierto en unos cuantos casos puntuales, y eso es de agradecer. Sin embargo, en muchos otros aspectos su gestión es deficiente, incluso nociva para la ciudad. Ya que concibo esta carta como una crítica constructiva, le sugiero lo siguiente:
1) Lo principal es concentrarse en los pequeños pasos que conformarán la base infraestructural y cívica (cultural) de un futuro progreso trujillano. Usted no es un mesías que todo lo arregla con su santa voluntad; en cambio, puede colocar la primera piedra de una labor que deberá ser proseguida por los alcaldes que lo sucedan, siempre que desde ahora mismo los trujillanos empiecen a ser educados para exigir esa continuidad. No una continuidad partidista, sino determinada por un Plan Maestro. ¿Le parece poca cosa? Pues no lo es; pensar que sí es señal de egolatría y seudoliderazgo.
2) Peatonalizar el Centro Histórico es un despropósito si primero no se orienta al trujillano medio sobre las normas elementales de convivencia y uso de espacios públicos, al tiempo que se regula eficazmente el tráfico vehicular. Trujillo NO está preparada para la peatonalización. En el Centro Histórico aún hay mucha actividad económica y administrativa; sería una locura convertirlo en un área casi exclusivamente turística, mucho peor si se empieza con una calle y se congestionan las demás. Peatonalizar hoy es empezar la casa por el tejado.
3) ¿Qué hay de la contaminación sonora? Discotecas, autos particulares, buses y combis, casas y departamentos, restaurantes, hoteles, colegios, centros comerciales y carretilleros; todo el mundo parece competir por el premio gordo al ruido más escandaloso, a toda hora y en todo lugar. Se podría instruir a los agentes de Seguridad Ciudadana para controlar la emisión de ruidos molestos y para reportar a la policía los casos de reincidencia. Mención aparte merecen los conductores de motos y autos deportivos que circulan a toda velocidad y con los escapes rotos por las calles de la ciudad, pues además ponen en riesgo la vida de los demás. Habría que educar a la gente, especialmente a los niños y jóvenes, sobre los daños psicológicos y fisiológicos producidos por la exposición reiterada al ruido excesivo. Los centros educativos de todo tipo deberían ser multados ejemplar y efectivamente en caso de fomentar la bulla. Y usted, señor alcalde, tendría que dar el ejemplo.
4) Otra medida urgente es la implementación de baños públicos debidamente custodiados en diversos puntos de la ciudad. Con eso los automovilistas y peatones tendrían mucho menos excusa (la verdad, ninguna) para orinar (y defecar) en la calle, como animales.
5) Hacer cumplir las leyes y ordenanzas. Esto es elemental. No se puede permitir que la ciudad entera apeste como un desagüe abierto. No se puede permitir que los transportistas públicos conviertan las calles en una jungla mortal. No se puede permitir que algunos mercados sigan siendo focos infecciosos y nidos de delincuentes. No se puede permitir que la gente arroje basura a las calles o deteriore la propiedad pública impunemente. No se puede permitir que los vecinos paseen perros sin bozal. No se puede permitir que los proveedores de servicios básicos abusen del mercado cautivo. No se puede permitir que la desidia del INC y la burocracia municipal propicien el deterioro extremo del Centro Histórico, con riesgo de vidas humanas. No se puede permitir que prosiga el “boom” inmobiliario de Trujillo sin un estudio serio de la capacidad de las redes de agua y alcantarillado, de la demanda energética, de la densidad poblacional en función de la calidad de vida y de los criterios técnicos y antisísmicos de las nuevas construcciones. No se puede tolerar que la delincuencia campee en las calles, imponga cupos a los transportistas y siente sus cuarteles en el penal de El Milagro, y todo por falta de una coordinación eficiente y duradera entre la ciudadanía (que usted representa) y la Policía Nacional. No se puede permitir que algunos empleados y funcionarios municipales se porten como si les fuera lícito usufructuar los bienes y áreas de la comuna, ni que organicen actividades en esos espacios cuya realización atente contra ciertas ordenanzas municipales (como la que prohíbe los ruidos molestos). Tampoco es aceptable que los ciudadanos perciban –con o sin razón– que sus impuestos y arbitrios no revierten en el bienestar general o sirven para financiar obras mal hechas o superfluas. Existen toneladas de leyes, reglamentos y ordenanzas pertinentes. ¿Quién vela por su aplicación?
Mi consejo, señor alcalde, es que deseche los planes megalomaníacos, a menudo tapadera de viles negociados y arribismo. Recuerde siempre el origen de su autoridad, recuerde que todo cargo público implica responsabilidad y obligación de servir. No hay carrera universitaria de alcalde; todo depende de la vocación de servicio, del sentido común y de la dimensión ética y moral de quien ocupe el puesto. Complete el cuadro de los cambios mínimos que le he señalado, comience por ellos y procure que no sean flor de un día, de modo que imprima a Trujillo un rumbo firme hacia el progreso. Quizá todavía esté a tiempo. Hágalo ya, o pasará a la historia (si pasa) como uno de tantos…
Atentamente,
Un ciudadano trujillano.
2 comentarios:
Con un poco de cambios aquí y alla, esta carta sería la misiva perfecta a enviar a no sólo el alcalde de Trujillo, sino a la mayoría de alcaldes del Perú que parecen haber olvidado sus deberes para con el pueblo que se encargó de elegirlos. Felicidades y mis saludos para el señor Diez Canseco.
M.W.
Analizando bien los comentarios, la problemática central está en el centro histórico, y quien mejor que los vecinos que viven entre edificios, grandes tiendas comerciales, bancos, discotecas, nigh clubs, bodega,locutorios, cabinas de internet, etc. ya no sigo para no consarlos puedan alcanzar sus propuestas y el alcalde oírlos. Pero el alcalde nunca viene a dialogar por barrios en el Centro histórico a oir sus problemas.Por ejemplo los vecinos de la plazuela el Recreo(que de paso en el centro histórico lado sur no tienen lozas deportivas) claman porque se les abra el coliseo Inca de 10 a 12 de la noche ( horas que permanece cerrado) para que los jóvenes que viven por la plazuela practiquen su deporte, sin embargo la solicitud lo encarpetan y pasa de un lado a otro. Tambien han pedido se haga un estudio de un baño público en dicha plazuela que actualmente la utilizan como urinario...Se alcanzan sugerencias pero no los oyen.O en el mejor de los casos les dicen que muy bien se los tomará en cuenta pero no lo hacen. Necesitamos urgentemente un cambio en la política municipal.
El centro histórico tiene sus alcaldes vecinales pero ahora vemos que ellos como no manejan presupuesto solo gestionan, el municipio los margina, no oye sus propuestas,porque creen que van a perder imagen, es un absurdo, a donde recurriremos los vecinos ?
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