lunes, 27 de abril de 2009

La República de Lima

Resúmen del artículo Publicado por César Hildebrandt, el pasado sábado 25 de abril en el diario La República de Lima. Los interesados, también lo pueden encontrar en el blog: http://bloghildebrandt.blogspot.com/

(…) No hablar bien ni escribir con propiedad el castellano es un drama. Pero tiene atenuantes si se piensa que este es un país que ha tratado de matar su cultura original y que ha condenado al analfabetismo (real o funcional) a muchos pobladores rurales. ¿Es que Hilaria Supa olvidó la educación recibida? ¿Es que escapaba de clases y se desescolarizó a solas? ¿Es que flojeaba viendo la tele?La pregunta malévola viene de lejos: ¿Qué hace una semianalfabeta en castellano en el Congreso?Pues, precisamente, representa a los millones de peruanos que, como ella, fueron declarados inexistentes por la República de Lima.
Lima siempre ha querido blanquearse. Y una de las maneras de blanquearse ha sido avergonzar a quienes no hablan el español standard que se habla entre las señoras de los balnearios del sur. Porque Lima es tan estúpida que cree que, echándole cal viva a los orígenes, sentirá a Europa más cerca y a España más materna.
Y si la República de Lima niega el mestizaje (aunque suspira por la fusión de Gastón Acurio), con más saña negará a los que nos recuerdan que alguna vez fuimos la indiada primordial, el joven imperio donde el runasimi era el idioma propagado oficialmente.Matar simbólicamente a Hilaria Supa es volver a negarnos y repetir aquel país canalla que a los indígenas les cobraba tributos sólo por el hecho de serlos.

Porque en la República de Lima, José María Arguedas tuvo que comer en la cocina, junto a la servidumbre aindiada como él, y a los comuneros de Rancas les dieron plomo por encargo de los de la Cerro de Pasco Corporation, de igual modo que plomo es lo que hoy reciben los niños de La Oroya, por encargo de esa Doe Run que ni el Pama cumple y que se burla en inglés de las autoridades.
Y plomo de los máuseres salía en las novelas de Ciro Alegría. Y plomo de la prensa conservadora salió siempre para quienes se atrevieron a proponer nuevos rumbos.
Hilaria Supa es bárbara en castellano. ¿Y qué? Pero es fluida en quechua y eso de nada le sirve. Y quienes la denigran no hablan quechua (ni lo intentarían), pero eso resulta irrelevante. Porque en la República de Lima se insulta en castellano a quien sólo puede defenderse en quechua.
Y se puede ser ignorante en castellano y sabio de otras mil maneras. Y se puede ser brillante en castellano y asaz abusiva en otras prácticas. En el respeto por las normas democráticas, por ejemplo. De eso puede hablar, con especial énfasis, mi contradicha media hermana, doña Martha Hildebrandt.
Y si la democracia es respeto por las minorías, el diario de los Agois ha demostrado no tener respeto por esa minoría quechuahablante. Minoría lograda –recordemos- a punto de exterminio y potosíes, minoría obtenida con arcabuces, primero, y máuseres, después.
( … ) Hablar relativamente bien el castellano standard no es una hazaña para quien tuvo educación. Escribirlo más o menos bien es un don que poco tiene que ver con el esfuerzo y sí con el destino.
Yo no me siento más por el castellano que me tocó tocar. Si algún mérito habré de reclamar será, en todo caso, el de no haber abandonado jamás mi rebeldía, la capacidad de indignarme, mi simpatía irrenunciable por los débiles. Eso no me hace mejor. Me permite vivir, sencillamente.

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