lunes, 17 de agosto de 2009

La pandilla de los más bellos

La alianza del periodismo y la poesía hace que los jóvenes iluminen nuestro país contra la mediocridad.

Por Eloy Jáuregui
http://www.larepublica.pe/tu-mala-canallada/16/08/2009/la-pandilla-de-los-mas-bellos



El viernes pasado en Trujillo expuse en mi conferencia “La poesía del periodismo” un argumento que me amotina. Que la prensa escrita hoy nos exige otro ritmo y otra gramática. Y el auditorio Los Tallanes estaba repleto. Cierto, yo andaba muñequeado porque mi maestro, el gran escritor Juan Morillo y su esposa, recién llegados de Nueva York, y los maduros poetas del grupo “Trilce” me escuchaban intrigados. Pero me puse más quisquilloso porque había más de un centenar de jóvenes que me miraban, supongo, como a Héctor Lavoe cuando cantaba “Pasé la noche fumando”, en un estado de sacudimiento y sobresalto. Perdón por la modestia.
Argumentaba que la escritura de esta época exige una erótica y una suma de metalenguajes que ataquen las medianías de los medios y sin miedos. Y aseguraba que para ser buen periodista había, primero que leer poesía, como gimnasia gramatical, pilates escribal y doctrina contestataria. Cierto, cite a Guamán Poma y Palma, a Vallejo y Mariátegui y a Churata y More. De taquito obvié a Wolfe y Mailer, no pasaban de unos mongos. Y sí dije que los cholos somos tan buenos como el más pintado.
El aserto se hizo carne en la estación de preguntas porque los que intervinieron masivamente fueron los más jóvenes a quienes sus maestros universitarios les habían sugerido ser “objetivos”, escribir lo más breve posible –“Ah, porque el peruanos lee poco”. La tesis de Aldo Mariátegui– y aprovechar al máximo del lugarcomunismo. Escribir para que nos entiendan los basureros, así confesó uno. Puro excremento de los reaccionarios, líderes de opinión, que se solazan con la mediocridad y que han instaurado la dictadura del obtuso y del feudalismo del cojudo.
Cierto que me puse oso. Aclaré que se debía escribir lo justo y lo exacto. Cada noticia tiene su extensión, cada primicia su género. Un poema de Basho: “A cada ráfaga/ se desplaza en el sauce/ la mariposa”. U otro de Borges: “La vieja mano/ sigue trazando versos/ para el olvido, sirven de manera intensa para mejorar la “nota informativa”. Y que cualquier verso de Vallejo de “Poemas humanos”: “talentoso torrente el de mi suave suavidad, /rebatible a pedradas, ganable con tan sólo suspirar...”, es la gasolina perfecta para una “crónica”.
Y se inflamó la conversa. Parecía el bar Palermo que conocí en 1965. Ahí dununcié mi rechazo al “magalysmo” que hoy nos encebolla. Al periodismo policial mal hecho de nuestras mañanas en la televisión que nos atolla. Fui audaz, exigí que en lugar de enseñar un curso de “Expresión escrita”, había que aprender de la “Expresión poética”. De manera académica, quise decir, porque la poesía habita en nosotros. Porque todos los cholos comemos, defecamos, tiramos y hacemos poesía a cada instante. Y yo lo siento en la cantidad de poemarios que me obsequian los jóvenes, en la inmensidad de poemas que los jóvenes escriben en la web, en la enormidad de blogs de poesía que inundan mi computadora y en lo que hemos llamados la “Twitteratura”, que en cada segundo pare poema tras poema. Y confirmé en Trujillo que la poesía no tiene público --como los hostales–, tiene lectores ardientes y poetas hormonales. Y son jóvenes. Y qué bueno, como propone Hora Zero.

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