jueves, 7 de enero de 2010

En la “Meseta Andina” Piurana

Por: Iván la Riva Vegazzo
http://ivanlariva.blogspot.com/

De mis recorridos por el Perú, uno de los paisajes que más me impresionó fue el valle de Huaylla Belén, en Amazonas. Luego de recorrer Lámud, Luya y Cohechán llegué a la cordillera de Tila donde observé, desde la altura, una impresionante alfombra verde y el serpentear cristalino del río Huaylla, conocido como la serpiente de plata. Verdaderamente inolvidable.
Lo que menos imaginé es encontrar, en las alturas de Ayabaca, un paisaje similar. Los lugareños del distrito de Lagunas lo llaman “Los Altos” o también la “Meseta Andina”. Este es un páramo ubicado sobre los 3,000 metros de altura. Para llegar al distrito hay que tomar, en Tondopa, el desvío de la ruta que lleva a Ayabaca. Luego de un recorrido de dos horas llegué a un agradable poblado de gente muy hospitalaria y capital del distrito de Lagunas, donde no hay ninguna laguna que justifique su nombre.
Siguiendo la ruta hacia la parte mas alta después de una hora arribé al lugar que motivó mi viaje, el páramo de donde nacen varios ríos que bajan a la costa, siendo el más importante el San Carlos, tributario del Chira. Frente a mí se presentaban, en el horizonte, extensas colinas de varios tonos grises producto de la aridez del terreno. En medio de esa inmensa soledad, algunas casas se yerguen como “islas en un inmenso mar”. La presencia del hombre y sembríos es escasa por la dificultad geográfica pero los paisajes, con terrenos de variados tonalidades, es impresionante. Unos son grises o verde oscuros, otros de distintos matices de marrón, cual pinceladas en un inmenso lienzo.
Por la altura y las características climáticas, la zona es bastante apta para la crianza de auquénidos; hecho que fue corroborado por la presencia de la única alpaca que unas pastorcitas cuidan con gran esmero. Me tocó la gran satisfacción de bautizarla ya que todavía no tenía nombre. Le puse “Xauxa”, en honor a una princesa huamachuquina que significa “amor que no se pierde”. Creo que aceptó su nombre de buena gana.
Más adelante me esperaba reencontrarme con aquel paisaje similar al de Huaylla Belen. En efecto, la formación de un río cruza extensos terrenos que pese a ello no pierden su aridez. Entre los juncos pastan vacunos que tienen más de acuáticos que terrenales. Los vientos fríos obligan a los pocos pobladores a vestir permanentemente sus abrigados ponchos de colores muy particulares.
Pero no todo había terminado. El recorrido me llevo a conocer el eucalipto más alto que mis ojos hayan visto hasta hoy. Para tener una idea del grosor del tronco éste debió ser rodeado por seis personas mientras su altísima corona se perdía entre las nubes. Impresionante.
Aquella tarde sentí que estaba frente a una “compensación divina” pues, si el Altísimo decidió que los terrenos sean poco productivos, ésta debilidad se compensará con el aprovechamiento turístico del paisaje. Es decir, si la tierra hoy no proporciona riqueza a los escasos pobladores ésta, por su belleza y por esfuerzo del hombre, ha de ser motivo de visitas turísticas; y los aportes económicos de los visitantes compensaran la actual escasez de ingresos.

No cabe duda que aquí el turismo, en la especialidad de turismo comunitario o vivencial, se ha de convertir en una auténtica herramienta de desarrollo para los pobladores de la meseta andina, estrategia que ha de ser concretada por la Mancomunidad Señor Cautivo de Ayabaca, organización municipal que está apostando por el desarrollo sostenible del turismo en el corredor que integran seis municipios ayabaquinos y que no dudamos habrá de tener el éxito esperado.

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