lunes, 8 de marzo de 2010

Prevenir es más barato: a alertar desastres naturales con calma

Probablemente, la lección más importante que nos deja el impacto de los desastres naturales es que el costo de no prevenir es incalculable. Y que, en estos casos, es mejor equivocarse por exceso.

(El Comercio) “¿Pero están seguros de que habrá Niño?”, le preguntaba en noviembre del año pasado un ensombrecido empresario a un alto funcionario público durante una reunión de protocolo. “La verdad, no estamos seguros —contestó frío y pragmático el tecnócrata—; pero mejor prevenir y tomar precauciones que lamentar luego”.
Lo que siguió en la conversación desborda lo anecdótico: el empresario le sugería al funcionario (medio en serio, medio en broma) demorar el anuncio de las medidas de precaución para que las condiciones de sus créditos y costos de sus primas de seguro no se incrementaran antes de que pudiera renovarlas. ¿Lo habrá logrado?
“De ninguna manera. Los grandes dineros confían más en lo que dice la Administración Nacional Atmosférica y Oceánica de EE.UU. (El Senamhi gringo o NOAA), que lo que diga aquí el Gobierno”, señala escéptico ante la historia el jefe del Instituto Geofísico del Perú, Ronald Woodman.
Y no es para menos. Solo imaginar la escena invita a la incredulidad. Pero luego, conversando con el presidente del Senamhi, Wilar Gamarra, este nos recuerda que desde que se produjo la primera emergencia en el Cusco hasta que la región se declarara en emergencia pasaron alrededor de 15 días. Luego, al 2 de febrero, los empresarios del sector turismo estimaron pérdidas del orden de los S/.1.200 millones por cancelaciones de viajes.
El director Costa Centro del Instituto de Defensa Civil (Indeci), Arístides Mussio, piensa que sí es posible que se demoren adrede las declaraciones de emergencia. “A veces una declaratoria de emergencia puede conllevar pérdidas para un sector. El Niño pone en riesgo sectores como pesca o agro, por ejemplo”.

El presidente regional del Cusco, Hugo González, no considera que se haya producido cálculo económico ante las lluvias. “Yo no he percibido nada raro, es más, una compañía de seguros se acercó al día siguiente de declarada la emergencia y adelantó un millón de soles para el seguro agrario, lo cual es una buena señal”.
En total, González estima que se han perdido unos S/.580 millones a la fecha, “con tendencia a incrementarse porque no estamos considerando lo ocurrido en Písac”. Y para atacar la emergencia han gastado casi S/.52 millones entre los gobiernos regional y central. Según él, se dejan de percibir alrededor de S/.2 millones diarios por la caída del turismo a raíz del problema.
Pero, ¿cuál es la percepción de los empresarios respecto a la historia en mención? El presidente de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur), Fernando Puga, sostiene que “el sector no va a perder, pero vamos a dejar de vender, que no es lo mismo [...] lo más importante es que no se van a perder puestos de trabajo”. Puga calcula que en el Cusco “se dejarán de vender entre US$150 y US$200 millones durante toda la emergencia”.
Sobre la posibilidad planteada, el presidente de la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep), Ricardo Briceño, respondió: “Yo no estuve en esa reunión, así que no puedo comentar al respecto, pero creo que sí se necesita un mejor sistema de prevención [...] porque, además, el Indeci deja mucho que desear”.
Luego agrega que “lo peor que nos puede pasar es ir dando falsas alarmas o guardarnos la información [...] si no sabes si viene un Niño, mejor no digas nada porque vas a generar pánico por las puras”.
El problema es que en el Perú carecemos de sistemas efectivos de alerta temprana y por tanto nunca podemos estar seguros de que se producirá un fenómeno de El Niño (o algún otro fenómeno climatológico que pudiera generar una catástrofe), sino hasta que ya lo tenemos encima.
“Es muy difícil que se pueda ocultar permanentemente una situación de emergencia”, afirma convencido el director ejecutivo del Programa de Reducción de Vulnerabilidades frente al Evento Recurrente de El Niño (Preven), César Augusto Vidal.
“En el comité multisectorial encargado del estudio nacional del fenómeno El Niño (Enfen), son seis instituciones científicas que observan este evento climático desde sus propios campos y es muy difícil pensar que todas se pongan de acuerdo para ocultar información”.
En efecto, pero si existe el Efen, ¿para qué sirve el Preven? “Para trabajar en el área de desarrollo y gestión de riesgos en todo el país”, responde Vidal Gamarra. Molina, del Senamhi, agrega que el Preven se encarga del manejo del tema a nivel político ,“de tomar las previsiones del caso”.
Entonces, ¿es posible que al empresariado no le convenga, bajo ciertas condiciones, que el Gobierno declare estados de emergencia en distintas regiones o reconozca la inminencia de fenómenos climatológicos que nos pueden afectar a todos? Después de todo, en el hipotético (y negado) caso de que así haya ocurrido en el Cusco, el costo de oportunidad de tener a 2.500 turistas atrapados por tres días en Aguas Calientes, contra cerrar el complejo por si acaso, es altísimo. ¿O no?
“En realidad —explica Puga, de Canatur— los turistas entienden estos fenómenos porque también se producen en sus países, lo que los asusta es nuestra pobre capacidad de respuesta ante ellos, nuestra falta de preparación y de organización [...] me ha pasado, yendo a esquiar, que ni he podido hacerlo, ni podía salir de ahí por la nevada”.
“Por eso tienen que cambiarle de nombre a la emergencia, porque eso hace que todos los gobiernos del mundo le pidan a sus ciudadanos que no vengan porque hay una emergencia”, sostiene. Y entonces, ¿cómo se tiene que llamar? “Situación político económica de emergencia”, agrega.
Un hecho del que también son conscientes los entrevistados es que muchos gobiernos regionales y locales andan detrás de declaratorias de las emergencia, porque es la única manera de utilizar fondos públicos sin pasar por el Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP). “Muchos (gobiernos) no tienen la capacidad de presentar proyectos viables ni medios para resolver los problemas por sí mismos”, explica Mussio, del Indeci.
Entonces, ¿de qué se trata? La experta en temas de hidrología y prevención de la PUCP, Nicole Bernex, explica que se trata de prevención, sí, pero sobre todo de educación, “porque las personas deben entender que los riesgos existen [...] pero la educación es la última rueda del coche”.
Bernex, Vidal, Gamarra y Mussio coinciden en que se trata de prevenir, pues por cada dólar que se invierte en prevención, se ahorran 10 en reconstrucción y recuperación.
“No se trata de tener más, sino de cuidar mejor lo que se tiene, dice Bernex. Para el Niño de 1997 se construyeron diques para proteger Moquegua [...] los grandes fundos invirtieron fuerte y los agricultores chiquitos, con nuestra ayuda, construyeron caballitos con troncos encausados al borde del río que costaron S/.500. Al final, cuando hubo la crecida, el río se llevó los muros de un millón de soles e inundó los fundos, pero no se llevó los caballitos [...] a la naturaleza no se doblega, se negocia con ella”.
Gamarra concuerda y asegura que entre ellos y la doctora Bernex se presentó un estudio sobre dónde se deberían construir diques y cuáles eran las zonas vulnerables. “Todos los pequeños poblados que nos hicieron caso están ilesos, Aguas Calientes no nos escuchó”, comentó.
Felizmente, tras el desastre del Cusco y la tragedia de Chile, el Gobierno Peruano parece haber entendido que la prevención representa una gran inversión. En efecto, el sábado el presidente Alan García lanzó un programa nacional de prevención de desastres .
Además, aun si en algunos casos aislados se hace prevalecer el interés particular sobre el público, con una eficiente política de previsión, como existe en Francia, Japón o la misma Colombia (que invierte en ello proporcionalmente a su PBI mucho más que el Perú), no habrá lugar para estas discusiones. Después de todo, ¿acaso alguien le puede poner un precio a la vida ajena?

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