martes, 20 de julio de 2010

TERROR A LA CARTA

Por Nelson Manrique
Fuente: Bajo la Lupa


Terminado el Mundial, el interés público va a ser crecientemente ocupado por la campaña política en marcha, lo cual podría ser una excelente oportunidad para promover el debate sobre los temas de fondo, como hacia dónde queremos llevar al Perú. Pero esto requiere un ejercicio de reflexión, y no es así cómo viene pintándose la presente campaña.
Es un hecho comprobado que la capacidad de razonar de los individuos se ve seriamente afectada cuando es interferida por fuertes emociones. Es algo que sucede, por ejemplo, con el amor y con el miedo. El enamorado –como es sabido– es incapaz de juzgar objetivamente lo que le sucede y no puede ver la realidad como es. Sucede algo semejante con la persona que es presa del miedo, que ve sus fantasmas como lo real y es incapaz de conectarse con la realidad como esta es.
Esto es perfectamente aprovechable en la lucha por el poder. La racionalidad del terrorismo se basa en bloquear la capacidad de razonamiento de las potenciales víctimas, de tal manera que estas, así que son presas del pánico, sean incapaces de juzgar sus circunstancias objetivamente, remplazando la realidad con los fantasmas que les dictan sus miedos más profundos. Una vez pasado el susto, con frecuencia se ve con admiración la desproporción entre el terror que se sintió y la magnitud de la amenaza real.
Un buen ejemplo de esto es la evaluación que se hacía de SL a inicios de los años 90. Visto retrospectivamente, Sendero, una organización clandestina e ilegal, no tuvo nunca más de 3000 militantes pobremente armados, en buena parte combatientes improvisados; nunca llegó a organizar sus fuerzas militares como compañías, batallones, ni menos aún como un ejército. Nunca llegó a ser, en pocas palabras, un rival militar capaz de medirse con unas FFAA entrenadas, con decenas de miles de soldados, armamento moderno, logística regular, una red de cuarteles y bases a nivel nacional y con la legitimidad que les daba representar al Estado. Pero la estrategia de terror senderista, especialmente la ofensiva sobre Lima, consiguió que se magnificara su real importancia, viendo en él a una temible amenaza. Centenares de miles de peruanos (250 mil por año) malbarataron sus cosas y se fueron.
Bernard Aronson, el Subsecretario de Estado para AL, afirmó ante la Cámara Baja de los EEUU que se debería contemplar una intervención multinacional para evitar el triunfo de SL. Sólo después de su derrota fue posible ver la realidad tal como era.El miedo viene usándose otra vez como un arma, esta vez en la campaña electoral. Basta ver cómo los voceros fujimoristas (Expreso, Correo, La Razón) vienen levantando el fantasma de un retorno del terrorismo para constatarlo. Primero fue la utilización de la excarcelación de Lori Berenson, cuya carta pidiendo perdón no publicó nadie. Luego, convertir a algunas decenas de simpatizantes de SL marchando en San Marcos, pidiendo la amnistía para Guzmán, en una terrible amenaza. No se trata de razonar sobre qué peligro representa que alguien defienda una amnistía que la inmensa mayoría repudia. Se trata de alimentar el miedo irracional, ese que bloquea toda capacidad de pensar.

Los fujimoristas saben que esa estrategia rinde. Personas con miedo no se van a detener a preguntar qué pasó con los US$ 7 mil millones desaparecidos de las arcas del Estado durante el gobierno de Fujimori, o de dónde salió el dinero para educar a sus hijos en las universidades más caras de los EEUU, cuando papito afirmaba que cobraba 2,200 soles mensuales como presidente, o qué legitimidad moral tienen quienes frecuentaron las salitas del SIN de Montesinos y ahora se reciclan como candidatos "democráticos".
El Apra les hace el juego. Desde la abusiva amenaza de expulsión contra el hermano Paul McAuley, apoyada por la fujimorista presidenta de la Comisión de RREE, Luisa María Cuculiza, hasta la propaganda gubernamental financiada con el dinero de todos, que quiere convertir en terroristas a todos los que se oponen al malbarateo de nuestras riquezas naturales y a los grandes negociados que se vienen desarrollando en torno a ellos. Como decía Alan García, en política no hay que ser ingenuos.

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