miércoles, 25 de agosto de 2010

DE LOS ANDES A LA COSTA, ENTRE GUANACOS Y PUYAS RAIMONDI

Por: Iván La Riva Vegazzo
http://ivanlariva.blogspot.com/

Decididos a unir los Andes con la costa, con un grupo de entusiastas alumnos universitarios me propuse recorrer el circuito Trujillo - Santiago de Chuco - Calipuy – Huaraday - Llacamate - Chao - Trujillo, utilizando una vía poco transitada y aprovechando el recorrido para conocer la Reserva y el Santuario de Calipuy, dos interesantes Aéreas Naturales Protegidas.
Nuestra aventura empezó al llegar a Santiago a las cuatro de la madrugada en medio de un frío invernal. Éramos treinta “guerreros” que ignorábamos lo alejados que estaban los destinos por visitar. Subiendo hasta una altura de más de cuatro mil metros y pasando el caserío El Zuro, descendimos al centro poblado de Calipuy que se encuentra a menos altitud. Eran la nueve de la mañana.
Luego de instalar nuestro campamento y desayunar, nos dirigimos hacia el norte, a la Reserva Nacional de Calipuy, uno de los últimos relictos de poblaciones silvestres de Guanacos (Lama guanicoe) en el Perú. Por una trocha carrozable y teniendo como acompañante el bello paisaje de la cordillera Blanca, bajo un cielo azul intenso llegamos, luego de tres horas, al Puesto de Control “El Guanacon”, desde donde dos guardaparques cuidan con gran sacrificio y esfuerzo cerca de cuatrocientos guanacos que, formando varias manadas, viven en aproximadamente cincuenta mil hectáreas. Estos auquénidos, antecesores de la llama, la alpaca y la vicuña, son muy huidizos, pero felizmente pudimos ubicarlos y fotografiarlos. Fue una interesante experiencia ver a estos ancestrales animales en su propio hábitat, único en el país. La extensa puna donde viven está sobre los cuatro mil metros y la flora arbustiva es su único alimento.
Haciendo gala de gran conocimiento sobre las costumbres de estos auquénidos, los guardaparques absolvieron todas las preguntas de mis entusiastas acompañantes. En nuestro almuerzo compartirnos con ellos las diversas provisiones que habíamos llevado.
Regresamos a Calipuy casi al anochecer. Al día siguiente, luego de soportar otra noche bastante fría nos dirigimos hacia el Santuario Nacional por la misma ruta del día anterior pero más al noroeste. Luego de casi cuatro horas, llegamos al Puesto de Control de “Auguinate”. En el horizonte podíamos divisar los extensos rodales de Puyas Raimondi (Puya raimondii) pero hubo que caminar cerca de dos horas cuesta arriba para apreciarlas en todo su esplendor. El esfuerzo valió la pena. Frente a nosotros se levantaban hacia el cielo uno de los especímenes de flora más bellos del mundo y de seguro los más altos pues algunos median hasta doce metros de altura, incluida la inflorescencia produciendo racimos hasta de 8 mil flores. Para suerte nuestra algunas plantas ¡estaban floridas! pues solo lo hacen cuando llegan a cumplir los cien años de edad y después de soltar sus semillas, aproximadamente seis millones, muere. No hay duda que nuestra región posee lugares auténticamente bellos, pero que hay que conocerlos y cuidarlos para promocionarlos.

Los dos únicos guardaparques están cumpliendo muy bien su misión, pero con gran sacrificio. Han logrado erradicar muchos invasores, pero quedan otros. Es increíble que dentro de las cuatro mil quinientas hectáreas exista hasta un pueblo, llamado Collayguida, con cerca de setenta familias mientras que en la Fiscalía de Santiago el expediente de erradicación “duerme” injustificadamente en perjuicio de esta joya de la naturaleza. Mis alumnos no comprendían la razón de esta indiferencia.
Cerca de las seis de la tarde, luego de recorrer la extensa puna sobre los cuatro mil trescientos metros nos reagrupamos en el puesto de control, gratificados por esta experiencia inolvidable. Caminamos un kilometro más hasta la casa de don Ruperto Vásquez quien nos ofreció “posada” para pasar la noche. Instalamos el campamento en el patio de su sencilla vivienda. Su esposa se esmeró en preparar la cena compuesta de cuyes con papas sancochadas, pero lo que a mí más me impresionó fue el café de cebada hervido con yerba luisa, verdadera una delicia.
El cielo intensamente estrellado fue otro espectáculo, pero su limpidez auguraba una noche de intenso frío, como en verdad sucedió. Dormimos con los termómetros marcando bajo cero grados, quizás una de las noches más frías de su vida para varios de los chicos. Nos levantamos muy temprano pues nos esperaba la caminata hacia Huaraday. El desayuno estuvo compuesto de avena con unas cachangas deliciosas. Luego de despedirnos de nuestros atentos anfitriones emprendimos la penúltima etapa de nuestro recorrido
Subiendo una agresiva cuesta empezamos un descenso de tres horas por un camino de herradura. Por un tiempo tuvimos como acompañante a la cordillera Blanca, notandose claramente el imponente Huascarán.
Huaraday es un centro poblado donde convergen, todos los viernes, los campesinos de muchos caseríos para comercializar sus productos (papa, trigo, ollucos, ocas, etc.) a compradores que llegan de Trujillo o Chimbote, a precios muy bajos por cierto. Lo que a mí más me impresionó de esta feria fue la cantidad de burros y mulas que había en los alrededores. Me cansé de contarlos. Son la única “movilidad” que tienen los campesinos para transportar sus productos agrícolas desde las alturas.
Luego de disfrutar es esta peculiar actividad comercial, en una movilidad más adecuada, que compensaba el esfuerzo físico desplegado en la jornada, empezamos el descenso hacia la costa. Aquel día habíamos partido de la región puna (Auguinate), llegado a la suni (Zaile), luego la quechua (Huaraday) después la yunga (Llacamate) para terminar en la costa (Chao). Todas ellas recorridas en seis horas, parte a pie parte en el vehículo.
Debo confesar que lo que más disfruté a mi llegada a casa, luego de besar a los míos, fue el duchazo de agua caliente que me tomé luego de cuatro días. Y vaya si lo necesitaba…

2 comentarios:

Bethoven Medina dijo...

FELICITACIONES a Iván La Riva. hace años que recorre el norte peruano andino, y merece nuestro reconocimiento por sus realizaciones, junto a sus identificados alumnos.
Digno apostolado que ojalá hicieran los docentes.
Valoro sus viajes, porque he compartido los andes y algunos caminos. Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Profesor La Riva
porfavor me cuenta cuanto tiempo hay de Calipuy a Chao, si hay carros que salgan a menudo, etc.
Estoy pensado ir con un grupo de amigos, y este tipo de info nos serviría muchisimo.
Siga viajando y contandonos! que nos anima a coger la mochila y partir.