miércoles, 1 de septiembre de 2010

MIGA

Por Víctor Corcuera Cueva
Serie: Cuentos Nómadas.
http://cuentosnomadas.blogspot.com/

Es invierno del 2020, la gran catástrofe ha cambiado el escenario geográfico del valle Moche. Primero fueron los relaves mineros, luego el gran terremoto seguido de epidemias y plagas, ahora es el agua.

El viento invernal ingresa a través de la ventana. Miga, como es usual esta sentada en el antepecho del balcón, desde allí divisa el gran desierto. La mañana empieza con el paso de caravanas de comerciantes y uno que otro lugareño buscando algunas ramas secas para el fogón de la cocina. La arena del desierto pega fuerte en los ventanales, el viento aumenta a medida que el día avanza, las cortinas bailan; Miga se pierde en las olas de los flecos, a pesar de todo ella adora jugar.
Miga es una felina domestica, descendiente de la legendaria Muchic Capac, quien fuera conocida por los gatos y perros del Centro Cívico de Trujillo como la Gata Samurai. Miga nació una noche de invierno, durante mi ausencia, era tan pequeña y de color de miga. Genéticamente tiene el cuerpo y pelo de su padre, pero el color y ojos de su madre. De niña para ganarse el alimento trabajaría dando espectáculos de circo improvisados, donde un infantil publico siempre la esperaba antes que el sol caiga, frente al huerto y jardín de cucardas. Ella conoció el mundo antes de la catástrofe, lo que mas le afecto fue la muerte de su madre.
Hoy llegara el agua, han pasado los cinco días sobre siete de suspensión decretada por el Gobierno. Tengo una hora para almacenar el agua en los baldes, ya no me importa si son de plástico o de aluminio, se necesita el agua, es lo imprescindible. Aquel derrame de mercurio en el Marañon y el colapso del Nevado del Mismi han empeorado la situación, hay rumores que quizás llegue agua cada quince días, no se si las plantas resistirán, ahora en el huertito solo quedan los algarrobos, los algodones, tomate, yuca y lechuga; la ultima plaga acabo con las flores ornamentales.
Ella adora salir por esas dunas de arena, todas las mañanas lo hace, regresa siempre contenta, orgullosa con su cola bien en alto. Recuerdo que una mañana, - hace algunos meses – regresó con una lagartija, jugo con ella al costado del balcón. Se la comió enterita, guardando la cola para el final. Me he dado cuenta que además de las proteínas, las lagartijas son una fuente de agua para ella. La primera vez que la lleve a caminar por esos arenales, nos acompañaría su madre. Miga estaba contenta, tenia la nariz húmeda, maullaba y ronroneaba de pura felicidad, ¡tanta arena para ella!, no cesaba de orinar por todos lados; mientras que Muchic seguía tranquilamente mis pasos y siempre alerta. Aquellos arenales con sus dunas tan perfectas, tan sensuales, libres de toda contaminación, se convertirían en nuestro paraíso para caminar. Seria allí que Muchic enseñaría a Miga como cazar una lagartija. Por aquel tiempo la gran invasión agro industrial iba amenazando con “comerse” todas las dunas de arena, pasaron los años y se las tragaron.
La gran catástrofe ha devuelto la aridez y sequedad y las dunas se están formando, pero esta vez sobre las ruinas industriales. Miga adora internarse en esas ruinas, ha aprendido a autosostenerse. Ahora solo somos tres, ella, las plantas y yo. Ha pasado solo un año desde la catástrofe, quedaron algunas casas de pie y aun nos es difícil aceptar que donde estaba el litoral, ahora se abre un abismo 300 metros y en ambos márgenes de lo que fue el Río Moche, ahora son pantanos del color de los relaves mineros. La catástrofe cambio todo menos la alegría de Miga, ella aun adora jugar con los flecos de la cortina del ventanal y dormir en las ramas del algarrobo. Ya llego el agua, tengo una hora…

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