martes, 26 de octubre de 2010

CANTARES DE MUJER: NUESTRO SEÑOR DE LOS MILAGROS

Por: Isabel Barrantes Zurita
isarrobles@yahoo.es

Dice mi amiga Petronila que la FE no es otra cosa que la certeza de que va a suceder lo que se pide. Pienso que para alcanzar esa certeza hay que pasar un proceso largo de conciencia, aferrándonos a ese sueño, a ese pedido, a esa súplica con seguridad suprema. En el andar, nos entran las dudas. La imposibilidad trepa como enredadera, empezamos a dudar. Luego no sucede lo que deseamos. Va entrando la desilusión, el desánimo que son mas cuestiones de psicología y afines, verdad? Por ello, me referiré esta vez a la FE religiosa que tienen las madres humildes ante la sobrevivencia de sus hijos, pidiéndole a Dios el pan de cada día y, entonces, sucede el milagro, Dios se vuelve el compañero de nuestros diarios trajines. A El recurrimos para todo. Son innumerables los casos que se resuelven por esta fe. La FE peruana, nos viene de las dos vertientes: la andina y la de occidente. Nuestra vida, es un acto de fe. Creyeron nuestros sabios antepasados en el tótem, en esa fuerza de la naturaleza, en los Apus, en los dioses tutelares de cada región. Esta fe ancestral se entreveró con la que trajeron los españoles. Cada pueblo, comarca, región tiene sus Santos Protectores, su Virgen, en la diversidad de nombres que se le atribuye. Así la Virgen del Carmen es Patrona de Celendín; la Virgen de la Puerta de Huamachuco; La Inmaculada de la Encañada y así sucesivamente. Esa Fe permite la convivencia con los Seres del Cielo, antes con los seres de arriba. Esa FE ya no es solamente certeza psicológica de lograr lo que se pide, lo que se desea, sino es la fusión de compartir la responsabilidad exitosa del vivir, con el mismo SER SUPREMO.

Cada uno de los cristianos acudimos a Dios para pedirle una y otra y otra cosa sin descanso. Aunque físicamente estemos solos, nos sentimos acompañados por Dios, la Virgen, algún Santito que nos escucha, que nos ilumina, que nos facilita, que nos “indica” lo que hay que hacer para solucionar los problemas cotidianos y finalmente, si no hallamos la solución, la cura, el perdón, están allí para darnos consuelo, compañía, apoyo en este “valle de lágrimas”. También compartiendo con nosotros nuestras fiestas, costumbres, celebraciones, nuestra razón de ser festivos, celebrantes del dolor y la alegría.

Más, en este mes sale a recorrer el Perú, NUESTRO SEÑOR DE LOS MILAGROS, esparciendo milagros como flores de vibrante color morado, púrpura como el desprendimiento del amanecer dejando la noche; nuestra fe se acrecienta, en ebullición nuestros más sentidos pedidos. Quién de nosotros no ha llorado alguna lágrima en su procesión? Todas las fuerzas de nuestras entrañas y sueños se encuentran al paso del Señor. Las madres sacan en brazos a sus niñitos para ofrecerlos a El; los enfermos tocan aunque sea su anda y ese remedio invisible se coloca en la herida del cuerpo o del alma, en esa pena intensa que mana sangre sin curarse, se pide al Señor de los Milagros que la cure, que la limpie; los viejecitos ponen sus olvidos, recuerdos en sus manos llagadas, crucificadas, para que llene sus soledades con el retorno de los hijos que se fueron dejándolos solitos; los enamorados le ruegan con fervor intenso que regrese ese amor perdido o que bendiga al amor presente con un matrimonio feliz y, si es con un minero gringo, mucho mejor; bendición a las casas por donde avanza la procesión, a la crianza de los animales, a la fructificación de la cosecha, a las instituciones y hasta los pendejos políticos, se ponen el hábito morado o le entregan flores para que ganen las reñidas elecciones.

Señor de los Milagros cómo no agradecerte el milagro de la vida, el milagro de saborear el universo en la vastedad de sus diferencias, el agua, el viento, el sol, las estrellas, el fuego, la tierra, hasta las piedras que nos permiten la construcción de nuestro refugio. Cómo no agradecerte la vida de nuestros hijos que los hiciste a tu imagen y semejanza, por ellos, más que nada, te pedimos nos perdones nuestros pecados como educadores. Los bendigas cada día con su noche, en primavera o invierno. Nuestra FE grande o pequeña se queda ante tus pies heridos por duros clavos de nuestras maledicencias individuales o colectivas, suplicándote que desde nuestra casa hasta los gobiernos local, regional y nacional sepamos caminar hacia el bienestar que Vos sembraste creando el paraíso para vivir en armonía, con paz, justicia, equidad, libertad y creación.
Cajamarca, 25 de octubre del 2010

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