Por: Hugo Müller Solón
Abogado
Investigador Asociado del Taller de Asuntos Públicos/PERÚ
mullerabogados@hotmail.com
De acuerdo al anuario estadístico de la Policía Nacional del Perú, el año 2005 se registraron 76 mil 255 denuncias por violencia familiar en su modalidad de maltrato a la mujer a nivel nacional, este número se ha ido incrementado cuantitativamente a 86,147 (2006), 87,892 (2007), 91 mil 920 (2008) y 95 mil 749 (2009), solo en los 2 primeros meses del 2010 ya existían 17 mil 697 denuncias, es decir, un promedio de 295 agresiones diarias en cualquier lugar del país. En tanto que, en el año 2010, los Centros de Emergencia Mujer a nivel nacional atendieron 39 mil 820 casos a nivel nacional.
En nuestro país, existe la opinión casi generalizada de que las mujeres maltratadas se sienten culpables porque creen, erróneamente, que ellas son las que provocan la situación con su comportamiento. Si pues, dicen algunas: “…me pegó porque salí a la calle sin su permiso...”, otra dice: “....a mi me pegó porque me gasté la plata de la comida....”; y otra: “...a mi me pegó porque no le tuve su comida preparada a su hora para que se vaya a trabajar...”. Inclusive es probable que una madre pregunte a su hija: “...que habrás hecho, por algo te ha pegado el desgraciado ese...”. Saben perfectamente que la culpa es del energúmeno que las ha maltratado, pero eso sirve de poco.
Similar comportamiento se suele presentar en las comisarías donde las agredidas acuden a presentar sus denuncias y al ser atendidas por el funcionario policial, les pregunta: “y porque te ha pegado, tu esposo” – “por gusto señor” responde la víctima – “Còmo que por un gusto, no va a ser un loco de haberte pateado por gusto”- replica el policía.
En nuestro entorno lamentablemente, una mujer maltratada tiende a pensar que reconocerlo la convierte automáticamente, a ojos de los demás, en un ser desvalido sin personalidad que se quedó en el siglo pasado en lo que a igualdad o defensa de sus derechos se refiere. Por tal motivo, ahora surge una nueva generación de agresores y agredidas poco estudiada; tal vez porque las agredidas no se consideran pertenecientes al grupo estándar de las mujeres maltratadas y niegan lo evidente más que las que encajan en los parámetros y porque los agresores siguen creyendo que están en su derecho masculino de castigarlas; elevando la cifra negra del delito.
Esta nueva generación está compuesta -y se nutre aunque nos parezca absurdo creerlo- de estudiantes de educación superior, profesionales, empresarios, dirigentes, abogados, médicos, policías y otros supuestamente progresistas que, como no se han educado en la violencia, consideran un hecho aislado cada una de las agresiones que sufren o infligen. Es frecuente que ellas, las que son víctimas de la violencia familiar, al ser preguntadas si sufren malos tratos de sus parejas o esposos, reaccionen no defendiendo al presunto agresor, sino defendiéndose ellas: “...por quién me has tomado, soy una persona inteligente y segura, no soy como esas tontas sin dignidad que se dejan maltratar, a mí,.. mi marido nunca me pegaría...y si lo intenta no me dejaría pegar....”. Es el estigma de la mujer maltratada que es necesario revertir con mayor información y sobre todo con una mejor atención a las víctimas, mucho más profesional y personalizada, en los casos de Violencia Familiar.
Abogado
Investigador Asociado del Taller de Asuntos Públicos/PERÚ
mullerabogados@hotmail.com
De acuerdo al anuario estadístico de la Policía Nacional del Perú, el año 2005 se registraron 76 mil 255 denuncias por violencia familiar en su modalidad de maltrato a la mujer a nivel nacional, este número se ha ido incrementado cuantitativamente a 86,147 (2006), 87,892 (2007), 91 mil 920 (2008) y 95 mil 749 (2009), solo en los 2 primeros meses del 2010 ya existían 17 mil 697 denuncias, es decir, un promedio de 295 agresiones diarias en cualquier lugar del país. En tanto que, en el año 2010, los Centros de Emergencia Mujer a nivel nacional atendieron 39 mil 820 casos a nivel nacional.
En nuestro país, existe la opinión casi generalizada de que las mujeres maltratadas se sienten culpables porque creen, erróneamente, que ellas son las que provocan la situación con su comportamiento. Si pues, dicen algunas: “…me pegó porque salí a la calle sin su permiso...”, otra dice: “....a mi me pegó porque me gasté la plata de la comida....”; y otra: “...a mi me pegó porque no le tuve su comida preparada a su hora para que se vaya a trabajar...”. Inclusive es probable que una madre pregunte a su hija: “...que habrás hecho, por algo te ha pegado el desgraciado ese...”. Saben perfectamente que la culpa es del energúmeno que las ha maltratado, pero eso sirve de poco.
Similar comportamiento se suele presentar en las comisarías donde las agredidas acuden a presentar sus denuncias y al ser atendidas por el funcionario policial, les pregunta: “y porque te ha pegado, tu esposo” – “por gusto señor” responde la víctima – “Còmo que por un gusto, no va a ser un loco de haberte pateado por gusto”- replica el policía.
En nuestro entorno lamentablemente, una mujer maltratada tiende a pensar que reconocerlo la convierte automáticamente, a ojos de los demás, en un ser desvalido sin personalidad que se quedó en el siglo pasado en lo que a igualdad o defensa de sus derechos se refiere. Por tal motivo, ahora surge una nueva generación de agresores y agredidas poco estudiada; tal vez porque las agredidas no se consideran pertenecientes al grupo estándar de las mujeres maltratadas y niegan lo evidente más que las que encajan en los parámetros y porque los agresores siguen creyendo que están en su derecho masculino de castigarlas; elevando la cifra negra del delito.
Esta nueva generación está compuesta -y se nutre aunque nos parezca absurdo creerlo- de estudiantes de educación superior, profesionales, empresarios, dirigentes, abogados, médicos, policías y otros supuestamente progresistas que, como no se han educado en la violencia, consideran un hecho aislado cada una de las agresiones que sufren o infligen. Es frecuente que ellas, las que son víctimas de la violencia familiar, al ser preguntadas si sufren malos tratos de sus parejas o esposos, reaccionen no defendiendo al presunto agresor, sino defendiéndose ellas: “...por quién me has tomado, soy una persona inteligente y segura, no soy como esas tontas sin dignidad que se dejan maltratar, a mí,.. mi marido nunca me pegaría...y si lo intenta no me dejaría pegar....”. Es el estigma de la mujer maltratada que es necesario revertir con mayor información y sobre todo con una mejor atención a las víctimas, mucho más profesional y personalizada, en los casos de Violencia Familiar.
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