El norte del país inaugura nuevos atractivos para conocer de cerca sus legendarias culturas y a los autores que hay detrás de cada pieza
Por: MARÍA HELENA TORD
Fuente: Diario El Comercio
En los últimos años Trujillo y sus valles se han convertido en el escenario perfecto para la construcción de varios museos que ya son emblemáticos y que han marcado una nueva forma de apreciar y conocer nuestro arte desde la época prehispánica hasta hoy. Tenemos la original muestra del Museo Huaca Cao, que alberga a la misteriosa momia tatuada mochica; el novedoso Museo Huacas de Moche, que expone en una lúdica y libre museografía las piezas recuperadas de los templos moches, y el Museo de Arte Moderno de la Fundación Gerardo Chávez, que contiene una selecta colección de fabulosas esculturas y pinturas de renombrados artistas, principalmente latinoamericanos.
LOS ORÍGENES
La costa norte de nuestro país ha sido el territorio donde se formaron los más sofisticados artistas del antiguo Perú: Los mochicas. Selectas piezas en cerámica, orfebrería y arte mural procedentes de la Huaca de la Luna ahora tienen un nuevo museo: Huacas de Moche, donde se alberga obras procedentes de más de 19 años de trabajos de excavación e investigación en la Huaca de la Luna y que representa tan solo la décima parte de las piezas que se han ido rescatando en el área a lo largo del tiempo.
Según Santiago Uceda, director del proyecto Huaca de la Luna: “las ideas centrales que debía mantener este museo es que todas las piezas expuestas tuvieran procedencia y contexto, es decir, que fueran resultado de una excavación arqueológica y que el recorrido en el museo fuese libre, sin una estructura rígida. Que no se necesitara de un guía para entender su contenido”.
La novedad de este nuevo espacio es que el museo está dividido por conjuntos temáticos que representan personajes y distintos aspectos de la vida del antiguo habitante mochica narrado a partir de las piezas y con un lenguaje sencillo.
Si bien el arte moche se caracteriza por sus sofisticadas piezas procedentes de tumbas de altos dignatarios en un culto que vincula el poder político y religioso, la muestra plasma también los trabajos que realizaron expertos artesanos en la representación de su entorno con paisajes de la naturaleza como el mar, el río, el bosque seco y las lomas. Se ha considerado, además, en la muestra darle un espacio importante al significado simbólico de los diversos animales y personajes del universo mochica y de sus ceremonias.
Destaca una sala dedicada al hombre mochica y al lado urbano del complejo arqueológico donde se encontraban los talleres en los que se elaboraran la indumentaria para mantener los ritos y las ceremonias que se realizan en los templos aledaños: así talleres de alfareros, arquitectos y ceramistas se recrean junto a la zona de la cocina. En esta sala se encuentra espectaculares cántaros con rostros que representan de una manera sumamente expresiva la maestría y sensibilidad de sus artistas.
LÚDICO Y DINÁMICO
Los grandes protagonistas del museo son definitivamente las selectas piezas que son complementadas, de una manera muy didáctica, ya que el recorrido incluye animaciones trasmitidas en grandes pantallas que explican al visitante distintos aspectos del ritual como el enterramiento de los templos y los combates y sacrificios que se realizaban allí. Para completar la visita es indispensable caminar unos pasos para llegar hasta la Huaca de la Luna, que está a un lado del museo, espacio donde se puede descubrir en el lugar mismo de los hechos la procedencia de estas maravillosas piezas y conocer de cerca sus coloridos murales que aún conservan la iconografía de sus fieros personajes y deidades que se confunden con rasgos de animales.
EL TEMPLO DE CAO
Desde el 2006, cuando fue descubierto el contexto funerario de la Señora de Cao por el equipo de investigadores del Proyecto Arqueológico El Brujo, liderado por Régulo Franco, pasaron varios años bajo estudio. Ahora podemos visitar el museo recientemente inaugurado y conocer de cerca a la soberana mochica y la original propuesta museográfica. El agua –señala la museóloga Lucero Silva– es el eje narrativo del museo pues ha sido determinante en el desarrollo del complejo y de la cultura misma que albergó. Es así como se deja traducir didácticamente a través de todo el recorrido. “El complejo El Brujo se sitúa cerca de la de- sembocadura de las aguas del río en el mar. Este elemento ha permitido desarrollar múltiples lecturas sobre las culturas prehispánicas y ha servido como agente articulador entre distintas experiencias culturales”, explica Lucero Silva. Y agrega que “el agua y su asociación con otras sustancias sagradas, como la sangre y la chicha de jora, recorren el museo a través de diferentes medios audiovisuales, permitiendo al visitante relacionarse con procesos más orgánicos y sensoriales”.
IMÁGENES QUE REGRESAN
El refinado concepto del arte que vemos en el pasado ha sido heredado en nuestros días por renombrados artistas como Gerardo Chávez, quien ha regalado a su ciudad, Trujillo, el primer Museo de Arte Moderno del país que resguarda una valiosa colección de obras de todo el mundo y sus más preciadas piezas de gran formato. Rodeado de apacibles jardines donde descansan las esculturas de Marina Núñez del Prado, se abre una gran estructura resguardada por un fauno, obra de Gerardo Chávez, que es el emblema del centro.
En la primera sala nos recibe una pieza de Paul Klee, la más antigua de la muestra que data de 1919, la colección continúa con una extraordinaria muestra de Ángel Chávez, que falleció en el año 1995 y que nos dejó una destacada obra que es difícil encontrar reunida. Destaca la colección de artistas latinoamericanos de la talla de Guayasamín, Rufino Tamayo, Roberto Mata y Wilfredo Lam, entre otra importante reunión de obras de arte peruano con reconocidos representantes como Revilla, Shinki y Amelia Weiss. De su estadía en Europa se exhibe cuadros de Alberto Giacometti y Vladimir Velickovic. Piezas en gran formato ocupan dos amplias salas con obras del precursor del museo en donde nos rodean sus mágicos personajes y su fantástico universo.
Por: MARÍA HELENA TORD
Fuente: Diario El Comercio
En los últimos años Trujillo y sus valles se han convertido en el escenario perfecto para la construcción de varios museos que ya son emblemáticos y que han marcado una nueva forma de apreciar y conocer nuestro arte desde la época prehispánica hasta hoy. Tenemos la original muestra del Museo Huaca Cao, que alberga a la misteriosa momia tatuada mochica; el novedoso Museo Huacas de Moche, que expone en una lúdica y libre museografía las piezas recuperadas de los templos moches, y el Museo de Arte Moderno de la Fundación Gerardo Chávez, que contiene una selecta colección de fabulosas esculturas y pinturas de renombrados artistas, principalmente latinoamericanos.
LOS ORÍGENES
La costa norte de nuestro país ha sido el territorio donde se formaron los más sofisticados artistas del antiguo Perú: Los mochicas. Selectas piezas en cerámica, orfebrería y arte mural procedentes de la Huaca de la Luna ahora tienen un nuevo museo: Huacas de Moche, donde se alberga obras procedentes de más de 19 años de trabajos de excavación e investigación en la Huaca de la Luna y que representa tan solo la décima parte de las piezas que se han ido rescatando en el área a lo largo del tiempo.
Según Santiago Uceda, director del proyecto Huaca de la Luna: “las ideas centrales que debía mantener este museo es que todas las piezas expuestas tuvieran procedencia y contexto, es decir, que fueran resultado de una excavación arqueológica y que el recorrido en el museo fuese libre, sin una estructura rígida. Que no se necesitara de un guía para entender su contenido”.
La novedad de este nuevo espacio es que el museo está dividido por conjuntos temáticos que representan personajes y distintos aspectos de la vida del antiguo habitante mochica narrado a partir de las piezas y con un lenguaje sencillo.
Si bien el arte moche se caracteriza por sus sofisticadas piezas procedentes de tumbas de altos dignatarios en un culto que vincula el poder político y religioso, la muestra plasma también los trabajos que realizaron expertos artesanos en la representación de su entorno con paisajes de la naturaleza como el mar, el río, el bosque seco y las lomas. Se ha considerado, además, en la muestra darle un espacio importante al significado simbólico de los diversos animales y personajes del universo mochica y de sus ceremonias.
Destaca una sala dedicada al hombre mochica y al lado urbano del complejo arqueológico donde se encontraban los talleres en los que se elaboraran la indumentaria para mantener los ritos y las ceremonias que se realizan en los templos aledaños: así talleres de alfareros, arquitectos y ceramistas se recrean junto a la zona de la cocina. En esta sala se encuentra espectaculares cántaros con rostros que representan de una manera sumamente expresiva la maestría y sensibilidad de sus artistas.
LÚDICO Y DINÁMICO
Los grandes protagonistas del museo son definitivamente las selectas piezas que son complementadas, de una manera muy didáctica, ya que el recorrido incluye animaciones trasmitidas en grandes pantallas que explican al visitante distintos aspectos del ritual como el enterramiento de los templos y los combates y sacrificios que se realizaban allí. Para completar la visita es indispensable caminar unos pasos para llegar hasta la Huaca de la Luna, que está a un lado del museo, espacio donde se puede descubrir en el lugar mismo de los hechos la procedencia de estas maravillosas piezas y conocer de cerca sus coloridos murales que aún conservan la iconografía de sus fieros personajes y deidades que se confunden con rasgos de animales.
EL TEMPLO DE CAO
Desde el 2006, cuando fue descubierto el contexto funerario de la Señora de Cao por el equipo de investigadores del Proyecto Arqueológico El Brujo, liderado por Régulo Franco, pasaron varios años bajo estudio. Ahora podemos visitar el museo recientemente inaugurado y conocer de cerca a la soberana mochica y la original propuesta museográfica. El agua –señala la museóloga Lucero Silva– es el eje narrativo del museo pues ha sido determinante en el desarrollo del complejo y de la cultura misma que albergó. Es así como se deja traducir didácticamente a través de todo el recorrido. “El complejo El Brujo se sitúa cerca de la de- sembocadura de las aguas del río en el mar. Este elemento ha permitido desarrollar múltiples lecturas sobre las culturas prehispánicas y ha servido como agente articulador entre distintas experiencias culturales”, explica Lucero Silva. Y agrega que “el agua y su asociación con otras sustancias sagradas, como la sangre y la chicha de jora, recorren el museo a través de diferentes medios audiovisuales, permitiendo al visitante relacionarse con procesos más orgánicos y sensoriales”.
IMÁGENES QUE REGRESAN
El refinado concepto del arte que vemos en el pasado ha sido heredado en nuestros días por renombrados artistas como Gerardo Chávez, quien ha regalado a su ciudad, Trujillo, el primer Museo de Arte Moderno del país que resguarda una valiosa colección de obras de todo el mundo y sus más preciadas piezas de gran formato. Rodeado de apacibles jardines donde descansan las esculturas de Marina Núñez del Prado, se abre una gran estructura resguardada por un fauno, obra de Gerardo Chávez, que es el emblema del centro.
En la primera sala nos recibe una pieza de Paul Klee, la más antigua de la muestra que data de 1919, la colección continúa con una extraordinaria muestra de Ángel Chávez, que falleció en el año 1995 y que nos dejó una destacada obra que es difícil encontrar reunida. Destaca la colección de artistas latinoamericanos de la talla de Guayasamín, Rufino Tamayo, Roberto Mata y Wilfredo Lam, entre otra importante reunión de obras de arte peruano con reconocidos representantes como Revilla, Shinki y Amelia Weiss. De su estadía en Europa se exhibe cuadros de Alberto Giacometti y Vladimir Velickovic. Piezas en gran formato ocupan dos amplias salas con obras del precursor del museo en donde nos rodean sus mágicos personajes y su fantástico universo.
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