viernes, 13 de mayo de 2011

¿ELECCIONES O REFERÉNDUM MORAL?


Por: José Pérez Jiménez
pepesol2@yahoo.es

Ciertos medios de comunicación que no ceden ni un milímetro de confianza al candidato Humala, increpándole una posible amenaza a las libertades de prensa y opinión, literalmente metieron la pata y sin mucho esfuerzo nos remontaron a la década infame del fujimorismo cuando algunas líneas editoriales de la prensa escrita y televisiva se negociaban en la famosa salita del SIN. Señalan la paja en el ojo ajeno y olvidan la viga que tienen cuando de respeto a derechos y libertades se refieren.
Los casos de despidos de los periodistas de Canal N: Patricia Montero (productora general) y José Jara (productor del noticiero ‘De 6 a 9’ y jefe de Informaciones) ha puesto en jaque la anacrónica defensa de la libertad de prensa que algunos medios de comunicación y políticos pretenden impulsar. Lo sucedido no es para menos y ha motivado la solidaridad de periodistas como: César Hildebrandt, Augusto Álvarez Rodrich y Raúl Tola. Este último incluso es figura estelar de uno de los canales televisivos del mismo grupo empresarial donde laboraban los periodistas despedidos por “humanizar a Humala”. El hecho también ha sido deplorado por el Consejo Directivo del Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS).
¿Cuánto hemos aprendido de esta joven democracia durante los últimos 20 años? ¿Por qué ha sido tan fácil que algunos medios de comunicación asuman hoy la defensa y publicidad de la candidata de aquella dictadura que los secuestró y ultrajó? ¿No fueron acaso en las luchas frontales y directas libradas por peruanos donde se reclamó por la decencia de los medios de comunicación y ahora muchos de estos devuelven bofetadas a la historia, mientras siembran razones para no creer en la democracia? En los ’90, quien tiene memoria y no ha perdido aún el sentido común, sabrá que la lucha de Baruch Ivcher y de Frecuencia Latina –por mencionar una de ellas- fue también el combate de hombres y mujeres de todas las edades y de tos los rincones de este país, cuya única esperanza era devolver la decencia a este país.

Sin embargo, una vez más, la realidad supera a la fantasía: millones de personas luchan en contra de la dictadura para devolverle las libertades a los medios de comunicación y estos, luego de un par de décadas, y como si no hubiera pasado nada, nos dicen, a esos mismos y otros millones de personas que olviden las vilezas de sus perseguidores porque primero están el modelo y la inversión. La constante se vuelve a repetir: el niño timorato que defiende a su par agresor. El inoxidable “Cholo Hood”: el pobre que roba para los ricos y encima los defiende, vuelve a la carga. ¿Será posible conciliar con tremenda frivolidad e hipocresía comercial? ¿Valen más los negocios que la dignidad de un país?
Sentar posición frente a tremenda afrenta es un hondo deber democrático y no un juego de yanquenpo. La decisión del Premio Nobel Mario Vargas Llosa es una de las más claras. No es que se trata de un asunto de “hígado” como dice la candidata Fujimori, ni una cuestión de pura fe como lo ha comentado el periodista Federico Salazar. Es más bien un tema de reivindicación con nuestro pasado y con la impostergable oportunidad de ser dignos. Es la ocasión para levantar las sospechas y sembrar la idea de que en este país se puede pensar y obrar con coherencia. Es el momento de dejar en claro que la cultura de la impunidad ha prescrito. De demostrar a las nuevas generaciones que un país es un país y no solo una red de negocios. Es la hora de develar mitos y decir que las inversiones no se irán por el hecho de que los ciudadanos de este país decidan desde su reserva moral. Y si bien hay miedos desde la otra esquina, es mejor lidiar y enfrentar las amenazas que vengan y como vengan, que tristemente hacer coro de quienes alguna vez fueron nuestros verdugos.
Elegir entre el mal mayor y el mal menor ¿he allí el dilema? No lo creo. La decisión corre entre las venas de la dignidad o el bolsillo roto de la impunidad. La segunda vuelta de estas elecciones es algo más que elecciones, es un referéndum moral.

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