sábado, 1 de octubre de 2011

Un país que olvida su historia está condenado a repetirla…

Apreciados amigos, los invito de manera muy especial a la presentación de la obra LA PAZ PERPETUA, de Juan Mayorga, que presentaremos en el Teatro Virgilio Rodríguez Nache, ex INC, en Independencia cuadra 5, el domingo 02 de octubre, a las 07 pm

Por: Omar Tello Horna
La historia del Perú, registra más de un trance difícil, penoso, de auténtica postración nacional, pero con seguridad ninguno de ellos merece estar marcado tan rotundamente con el sello de la vergüenza y el deshonor como el fragmento de historia que vivimos en las dos décadas finales del siglo XX.
Al levantarse el telón, podrán fácilmente intuir que les vamos a mostrar una obra teatral de ficción, que vamos a representar una compleja utopía. Pero a medida que se desarrolla la obra, nos damos cuenta de que se trata de un amargo -aunque a la vez caricaturesco- reflejo nuestra realidad. La paz perpetua nos invita a una reflexión de cómo nos comportamos ante la violencia terrorista. Para empezar, el juego de metáforas con los perros nos indica que estamos bajo las órdenes de alguien (ya sea el poder social o la sociedad misma) y, en segundo lugar, está la incertidumbre de qué hacer ante la duda de un posible atentado: ¿La serenidad o la ira? ¿La justicia que impone el ser humano o la justicia legal? ¿O incluso la justicia de Dios? O por qué no ¿Dónde queda Dios en estos casos?

En este tramo de nuestra historia, política y ética no parecen tener el mismo camino, tuvieron que pasar 19 años y tres meses para encontrar a nueve campesinos desaparecidos en las tierras del Santa y hoy encontrados en unas fosas atados y asesinados a balazos de la manera más cruel. Pero ¿Qué justifica matar, como lo hizo ese escuadrón de aniquilamiento, a sospechosos de terrorismo antes de que realicen su acción? Como ocurrió en este caso no se trataban de terroristas, convirtiéndose en un hecho horroroso. Pero ¿qué pensar frente a la disyuntiva de la imprudencia de no realizar acción alguna y que el grupo de sospechosos hubieran sido en verdad terroristas?
En esta guerra justa e injusta de nuestra historia, encontramos casos como el de “Barrios altos” (1991), de los Estudiantes de la Cantuta (1992), o de los rehenes de la embajada de Japón (1997) quienes afirman haber visto a terroristas capturados y horas después de concluida la operación Chavín de Huántar, les sorprendió la noticia de que no había ningún sobreviviente del MRTA. En estos lamentables episodios, para salvar vidas se emplearon diversos tipos de coacción física. ¿Existe una acción que puede ser justificada sin jueces? ¿Quién nos oculta las razones por las que tantos seres humanos en el mundo parecen elegir la causa de “los malos”? ¿Quién nos asegura que “los buenos” somos nosotros? Son estos los principales temas que ponen preguntas precisas y exigen respuestas, que el espectador y la propia “democracia” tienen que responder. La Paz perpetua nos muestra, en el debate final entre el perro Enmanuel y el Humano, el punto al que hemos llegado. De esto habla la obra.
Para terminar mi enorme agradecimiento a la Universidad Privada Antenor Orrego quien me ha vuelto a acoger en su Teatro UPAO. A mi equipo de producción, dirección y actores quienes juntos conforman un equipo humano admirable.

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