Por: León Trahtemberg
leon@trahtemberg.com
http://www.trahtemberg.com
“Deje de someter a su bebé a Mozart; en su lugar, dele clases de teatro”, es el nombre traducido de la columna de Daniel Honan que reseña los hallazgos de la investigación respecto al conocido “efecto Mozart” que ha llevado a millones de madres a exponer a sus bebes en gestación a la música clásica de Mozart. (BigThink, 30/10/2011)
Todo empezó con una publicación de investigadores de la Universidad de California en Irvine publicada en la revista Nature en 1993 que hablaba de una mejora temporal en el razonamiento espacial temporal después de que los estudiantes escuchaban a Mozart. En la difusión de los resultados la prensa habló de una posible correlación entre la exposición musical a Mozart y el aumento de la inteligencia infantil.
Según el reputado neurocientífico Sam Wang, escuchar pasivamente a Mozart no parece tener ningún efecto sobre la capacidad cognitiva ni las matemáticas. En todo caso, aprender a tocar un instrumento musical (como hizo Mozart con un clavicordio a los tres años) influye más en los cerebros de los niños, porque activa muchos circuitos en el cerebro y les enseña a apreciar la música.
En apoyo a su tesis cita un estudio del psicólogo Glenn Schellenberg quien separó niños que acudían a clases de arte en tres grupos. Algunos tuvieron clases de música, otros de teatro y otros ninguna, quedando en una lista de espera. Schellenberg observó una pequeña mejora en las habilidades matemáticas de los estudiantes de música en comparación con los que no recibieron esas clases. Sin embargo, también descubrió accidentalmente otro beneficio. Los niños que tomaron clases de teatro eran mejores para entender los estados mentales de otros, y se ajustaron mejor en las dimensiones sociales.
Esa ventaja tiene sentido porque estos niños aprenden a actuar en los escenarios representando situaciones en las que tienen que reaccionar ante otros niños y personas adultas.
En suma, para Wang las clases de teatro son más efectivas que las clases de música para influir en el desarrollo cerebral de su hijo, a pesar de que estas lecciones no necesariamente mejoran el desempeño de los niños en matemáticas.
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“Deje de someter a su bebé a Mozart; en su lugar, dele clases de teatro”, es el nombre traducido de la columna de Daniel Honan que reseña los hallazgos de la investigación respecto al conocido “efecto Mozart” que ha llevado a millones de madres a exponer a sus bebes en gestación a la música clásica de Mozart. (BigThink, 30/10/2011)
Todo empezó con una publicación de investigadores de la Universidad de California en Irvine publicada en la revista Nature en 1993 que hablaba de una mejora temporal en el razonamiento espacial temporal después de que los estudiantes escuchaban a Mozart. En la difusión de los resultados la prensa habló de una posible correlación entre la exposición musical a Mozart y el aumento de la inteligencia infantil.
Según el reputado neurocientífico Sam Wang, escuchar pasivamente a Mozart no parece tener ningún efecto sobre la capacidad cognitiva ni las matemáticas. En todo caso, aprender a tocar un instrumento musical (como hizo Mozart con un clavicordio a los tres años) influye más en los cerebros de los niños, porque activa muchos circuitos en el cerebro y les enseña a apreciar la música.
En apoyo a su tesis cita un estudio del psicólogo Glenn Schellenberg quien separó niños que acudían a clases de arte en tres grupos. Algunos tuvieron clases de música, otros de teatro y otros ninguna, quedando en una lista de espera. Schellenberg observó una pequeña mejora en las habilidades matemáticas de los estudiantes de música en comparación con los que no recibieron esas clases. Sin embargo, también descubrió accidentalmente otro beneficio. Los niños que tomaron clases de teatro eran mejores para entender los estados mentales de otros, y se ajustaron mejor en las dimensiones sociales.
Esa ventaja tiene sentido porque estos niños aprenden a actuar en los escenarios representando situaciones en las que tienen que reaccionar ante otros niños y personas adultas.
En suma, para Wang las clases de teatro son más efectivas que las clases de música para influir en el desarrollo cerebral de su hijo, a pesar de que estas lecciones no necesariamente mejoran el desempeño de los niños en matemáticas.
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