Por: Iván La Riva Vegazzo
http://ivanlariva.blogspot.com/
Para llegar hasta Lambayeque, a principios de 1868, el sabio viajero Antonio Raimondi ingresó primero al departamento de La Libertad, que antes lo había recorrido entre 1859 y 1860, por la sierra sur atravesando el rio Tablachaca en la frontera con Ancash. Se dirigió a Mollepata, pasó a la antigua hacienda de Angasmarca, luego a la de Llaray para llegar a Santiago de Chuco desde donde inició su descenso a la costa tomando dirección de la hacienda Sangual ubicada frente a la de Uniganbal.
Siguiendo por esa altas punas, en el paraje de Oyón, el sabio relata: “No había andado una legua desde Oyón cuando de golpe pareció que desaparecía el terreno que pisaba, llegando como a un elevado balcón, desde el cual se divisaba a lo lejos el mar y todo el valle de Chao,...Un profundo abismo de más de 6,000 pies de profundidad se abre a los pies del atónito viajero,...”. Luego de atravesar tan espectacular lugar llegó a Chorobal, ya en la costa. Pasó por hacienda de Bellavista antes de arribar a Virú donde comprobó que una epidemia de fiebre amarilla estaba diezmando a la población, mayormente a los indios y chinos, pero no a los de raza negra.
Continuó hacia el norte por la hacienda Santa Elena, la playa de Guañape y, luego de cruzar cuatro leguas de arenales, llegó a la Garita de Moche nombre antiguo del actual puerto de Salaverry, pasando después el pueblo de Moche y “por un buen camino” ingresó a la “bella y apacible ciudad de Trujillo”, como él la calificó.
Raimondi relata: “Pasé una semana en esta capital para recorrer la población, hacer un ligero estudio de sus aguas potables, visitar unos terrenos con depósitos de sal situados en las inmediaciones, entre Huamán y Mansiche, y hacer una serie de observaciones meteorológicas.
Valle de Chicama. Terminados estos pequeños trabajos, me decidí a recorrer el rico y fértil valle de Chicama, visitando sus hermosas y ricas haciendas situadas en ambas riberas.
Salí pues de Trujillo en dirección a la hacienda de Chíclin, que dista siete leguas, por el camino que pasa por el pueblecito de Chicama, el que no tiene otra importancia que la de dar su nombre a todo el floreciente valle que se dilata desde el portachuelo de Ascope hasta el mar, atravesando una extensión de terreno de diez leguas de largo por siete de ancho.
Después de haber visitado en la banda izquierda del rio el pueblo de Chicama, y las haciendas de Chiclin y Chicamita, que distan pocas cuadras y donde se cultiva caña, algodón y arroz, continué mi marcha a la de Gasñape, que tiene sembríos de arroz y caña; en seguida pasando por la ranchería llamada Quemazón, vi la hacienda de arroz de Sauzal, de humilde casa y la de Pampas, donde se cultiva maíz y caña.
Una media legua más allá de Pampas pasé el rio para ir a la hacienda del Jagüey, situada en la banda derecha, a un extremo, por decirlo así, afuera del valle, perteneciendo éste lugar al distrito de Cascas del departamento de Cajamarca. Esta hacienda es escasa de agua y en la época de mí tránsito se cultivaba en ella arroz.
Regresé por la banda derecha del rio, entrando después de seis leguas de marcha a la población de Ascope, la que por su situación a la salida del valle de Chicama, se puede considerar como la puerta que sirve de comunicación entre la Costa y la región de la Sierra, pasando por allí el camino principal que se dirige a Cajamarca, Chachapoyas y Moyobamba.
Por estas favorables condiciones locales, el pueblo de Ascope va mejorando todos los días, y si sigue esta marcha progresiva, en pocos años será una de las más importantes poblaciones del Perú”.
Lamentablemente, ello no ha ocurrido pues al construirse la carretera Panamericana por la costa y la nueva ruta hacia Cajamarca desde Pacasmayo, la ciudad de Ascope hoy ha quedado totalmente aislada. Recordemos que en los albores de la república, el general Felipe Santiago Salaverry, autoproclamado Jefe Supremo de la República, acampó en el centro poblado de Ascope y el 15 de abril de 1835, desde allí, eleva a la antigua villa de Chiclayo a la categoría de ciudad, concediéndole además el título de “Heroica Ciudad”; días después el 18 de abril del mismo año, creó la provincia del mismo nombre, separándola de Lambayeque.
Prosigue Raimondi: “Continuando el camino una legua, pasé a la hacienda de Facalá, célebre entre todas las del valle de Chicama. Un hombre inteligente, activo y emprendedor, el Señor D. Luis Albrecht, hizo surgir como por encanto esta hacienda, del estado de decadencia en que se hallaba, introduciendo las más útiles mejoras; de manera que actualmente puede considerarse como la hacienda modelo de todo el valle de Chicama, y la que representa el progreso en todos sus ramos”
Años más tarde don Luis Albrecht se hizo propietario de la hacienda Casa Grande que subsiste hasta hoy. Este ciudadano alemán fue quien pagó el cupo de guerra impuesto a los hacendados del valle Chicama por los chilenos durante la infausta Guerra del Pacífico. El pago lo hizo con su propio peculio sin que los hacendados beneficiados le devolviesen su dinero.
Dejé esta hermosa hacienda para continuar la marcha hacia el pueblo de la Magdalena de Cao, que dista de Facalá unas buenas cinco leguas. En el trayecto vi la hacienda de arroz de Basan; en seguida, dejando a la derecha el camino que va a Chocope, situado a un poco más de media legua de este punto, entré a la hacienda de Moncollope, que también es de arroz.
Al salir de esta última hacienda atravesé el camino de Chocope a Trujillo, y pasando por las haciendas de arroz de Sintuco y Sonolipe, llegué a la Magdalena de Cao.
Empezamos nuestras excursiones con ir a la caleta llamada del Brujo, visitando de paso una lagunita situada una media legua al S.O. de la población, y que se conoce en el lugar con el novelesco nombre de Pozo Encantado, aunque su formación es muy natural, siendo debida a los de¬sagües y filtraciones de los terrenos cultivados de la Magdalena, que vienen a salir a la superficie del terreno en ese lugar tan bajo.
La caleta del Brujo ha sido habilitada, pero se ha vuelto a cerrar por falta de exportación. Este lugar es concurrido solamente en la estación de baños por los habitantes de la Magdalena y de las haciendas inmediatas.
De regreso, tomamos otro camino para ver las ruinas del antiguo pueblo de Cao, habitado también bajo la dominación española; lo cual se puede deducir por los restos de una iglesia que se observan entre las ruinas de las casas. El lugar se llama actualmente Pueblo-viejo, el que parece ser el mismo de que habla Feyjóo y que dice haber sido poblado por tres ó cuatro mil habitantes.
Otras excursiones emprendimos a las haciendas de Cartavio y Chiquitoy, situadas en la banda izquierda del rio de Chicama. En la primera, cuando la visité, se estaba planificando una buena maquinaria movida por vapor y que debía servir para el beneficio del azúcar, para pilar arroz y moler trigo. La otra, esto es la de Chiquitoy, es notable por su hermosa casa lujosamente amueblada.
Por último, para terminar mi visita al rico y productivo valle de Chicama, hicimos otro largo paseo al pueblo de Chocope y haciendas de Mongollope, Jajanleje y Salamanca. Con la mayor satisfacción vi por todos lados actividad y progreso, y es de sentirse que no sólo las naciones de ultramar sino aun los mismos peruanos residentes en la capital de la República, no tengan una idea exacta del rápido adelanto que se está verificando desde pocos años en esta bella parte del Perú.
El valle de Chicama visto desde un punto un poco elevado presenta el aspecto de un mar de verdura, y los cerros aislados que se ven de trecho en trecho son sus islotes, los que forman el más bello contraste por su desnudez.
Este extenso valle es regado por ocho acequias sacadas del rio, algunas de las cuales por su gran caudal de agua parecen ríos. Un gran número de haciendas de caña, arroz y algodón se hallan diseminadas en ambas bandas del rio; casi todas ellas han experimentado últimamente una gran reforma, plantificándose costosas maquinarias según los sistemas más adelantados, y por todos lados se han introducido fuertes mo¬tores de vapor, cuya poderosa fuerza economiza los costosos brazos y aumenta la producción.
Camino a San Pedro. Después de haber recorrido en todos sentidos los alrededores de la Magdalena de Cao, salí para continuar mi marcha al Norte dirigiéndome al pueblo de San Pedro, que dista diez leguas. El camino es casi enteramente llano, y aunque el terreno es en gran parte arenoso, no falta la vegetación, la que consiste en árboles de algarrobo y un arbusto espinoso llamado Pial (Ramnu sarenarius).
A un poco más de dos leguas de la Magdalena, se entra a una umbrosa alameda de sauces que conduce al pueblo de Payjan.
A media legua más allá de esta población, la vegetación va disminu¬yendo poco a poco, marchando por una gran pampa árida y arenosa, notándose solamente de trecho en trecho unas pequeñas eminencias del terreno con algunas raquíticas matas de Capparis, de tronco rastrero y ramas tortuosas.
Continuando el camino, aun estas débiles muestras de vida se hacen sucesivamente más raras y acaban por desaparecer completamente, para dar lugar al árido desierto. Ya no se ven los frondosos algarrobos que prestaban al cansado viajero su deliciosa sombra; no más verdes arbustos para recrear la vista, ni las raquíticas matas de Capparis que interrumpen la monotonía del arenal; una gran sabana de ardiente arena cubre todo el terreno, y sólo se descubren de distancia en distancia palos parados para señalar el camino, y evitar que el pobre viandante se desvíe y se pierda en este mar de arena.
Más adelante aparecen numerosos morritos de arena de forma semicircular, llamados Médanos, los que cortan a cada paso el camino y lo borran completamente.
Acercándose San Pedro el piso se hace un poco desigual, observándose pequeñas mesetas aisladas de unos dos metros de alto formadas de una tierra arcillosa amarillenta, las que son restos de un terreno depositado por un tranquilo lago que cubría en otra época toda la pampa.
Por fin casi de golpe se pasa de la muerte a la vida, viéndose a la izquierda del camino una hoyada con verdes sembríos, y entrando de improviso a la alameda de San Pedro.
La población de San Pedro, situada a un poco más de legua y media del puerto de Pacasmayo, es notable por la regularidad de sus casas y lo aseado de sus calles. Ahí no se ven aquellos tristes y miserables ranchos de caña que se observan en muchos pueblos de la Costa. Su industria especial es la fabricación de pellones que son muy estimados.
Estando en San Pedro hice un paseo a Pacasmayo, puerto poco abrigado como todos los del Norte, a excepción de Payta. La población aunque reducida es bonita y tiene algunas casas de regular aspecto, no faltando tampoco un establecimiento industrial, donde hay una máquina, a vapor para despepitar y prensar algodón, para moler trigo y aserrar madera”.
Nótese que Raimondi no le llama a ese poblado San Pedro de Lloc, capital de la provincia de Pacasmayo, como se le conoce en la actualidad.
Guadalupe y excursiones por los alrededores. “Dejé la tranquila población de San Pedro para continuar mi marcha hacia Guadalupe, bello pueblo situado cinco leguas más al interior. En el camino se pasa el rio de Jequetepeque y algunas haciendas”.
Años más tarde Raimondi regresaría, en 1890, a San Pedro de Lloc a convalecer de sus enfermedades falleciendo en ese lugar el 26 de octubre en casa de su amigo el médico Alejandro Arrigoni. Hoy esa casa se ha convertido en un museo y se puede visitar la habitación donde el sabio exhaló su último suspiro después de haber recorrido el Perú por cerca de 19 años. (Calle Dos de Mayo Nº 432)
Entre las producciones de Guadalupe es digna de citarse el café, cuyo cultivo introducido desde pocos años por los Señores Plaza y Goyburu, promete mucho para el porvenir. El café de Guadalupe es notable por su grano pequeño, pero muy aromático.
Llama la atención la información sobre las plantaciones de café, pues en la actualidad no se siembra esta apreciada planta de cuyas semillas se prepara tan estimulante bebida; aunque hoy se la bebe bastante en Guadalupe acompañando sus célebres “sanguches de pavo” que quizás Raimondi no los haya probado pues no los menciona.
Prosigue informando: Demoré tres días también aquí con el objeto de visitar las cercanías, haciendo excursiones a manera de radios alrededor de un centro. Una persona entusiasta e inteligente, el Señor D. Pedro Hogsgaard, que residía a la sazón en Guadalupe y que conocía la provincia de Pacasmayo a palmos, por haberla estudiado de un modo particular con el ob¬jeto de levantar un mapa, tuvo la amabilidad de acompañarme en todos mis paseos. Con él visité la hacienda de Talambo, que conocía ya desde mi viaje de 1860, pero que me interesaba ver nuevamente tan sólo para poder enlazar este lugar con todos los que acababa de recorrer. En el camino de Guadalupe a Talambo vi el pueblo de Chepen, e hice en compañía del amigo algunos estudios sobre un panteón ó cemen¬terio de los antiguos Indios, situado apocas cuadras de este último pueblo.Continuando con su relato, Raimondi informa: “El pueblo de Guadalupe es célebre por la feria que se celebra todos los años en los últimos días del mes de Noviembre y principios de Diciembre; feria muy concurrida y en la que se verifican importantes transacciones.
Marcha para la hacienda de Ucupe. El 6 de Junio salí definitiva¬mente del bonito pueblo de Guadalupe, continuando mi marcha hacia la hacienda de Ucupe. A menos de media legua, me encontré con un camino llano, recto y limpio con una pequeña pared en ambos lados: era un camino antiguo, anterior a la conquista de los españoles y que en el lugar llaman el Camino del Inca”.
En la actualidad todavía hay tramos de este camino de mucha importancia desde la época prehispánica hasta bien entrada la república que felizmente aun están operativos. He tenido la oportunidad de transitarlo en el distrito de Pacanga, en la provincia de Chepén, pues aún es usado por los lugareños. Llama la atención sus trazos rectos de varios kilómetros.
Continúa Raimondi relatando su ruta hacia Lambayeque: “Seguí pocas cuadras por este hermoso camino, que se conserva limpio y bueno, a pesar del largo tiempo trans¬currido, y lo dejé con dolor para dirigirme hacia el Pueblo-nuevo, que dista un poco más de una legua de Guadalupe.
Casi a una legua más allá del Pueblo-nuevo llegué a un lugar donde el terreno se halla cubierto de numerosos árboles de algarrobos sin vida, los que levantando en el aire sus desnudas ramas, enteramente privadas de hojas, producen la más extraña sensación; pues sorprende ver en una región tan cálida, un paisaje igual al que ofrece un bosque de Europa en la estación de invierno. ¿Cuál será la causa de la muerte de tantos hermosos árboles?
No se puede atribuir sino a la disminución del agua subterránea que mantiene la humedad necesaria para el desarrollo de este útil árbol, que crece en los terrenos escasos de agua en una gran parte de la Costa.
El camino sigue por terrenos áridos, pero siempre con algunas matas de varias especies de Gapparis, conocidas en el lugar con los nombres vul¬gares de Zapote de perro, Zapotillo ó Bichayo, y con algarrobos muertos que permanecen parados en su posición natural, como ya se ha dicho, hasta llegar a los algodonales de la hacienda de Ucupe, regados con el agua del rio de Saña.
Raimondi llegaba a tierras lambayecanas: “Por fin, después de siete largas leguas de camino, llegué a la casa de la hacienda de Ucupe, situada en la orilla del rio de Saña a dos leguas de esta última población. Los principales cultivos de la hacienda son el arroz y la caña.
También Ucupe seguía el movimiento de reforma y progreso que se había despertado en el valle de Chicama ; también aquí se iba sustituyendo a los motores de sangre la poderosa y económica fuerza del vapor, que da movimiento a los grandes cilindros de fierro que sirven para moler la caña, y a los ruidosos pilones para el beneficio del arroz. Aunque había determinado en mi itinerario recorrer toda la quebrada de Saña para conocer el curso de su rio, como me interesaba ver antes Eten y Lambayeque, dejé para después mi viaje por esta quebrada y seguí directamente mi marcha hacia la población de Eten, que dista de Ucupe solamente cinco leguas.
A media legua de la hacienda de Ucupe desaparece la vegetación y empieza el desierto, apareciendo después de pocas cuadras algunos pequeños médanos, los que a pesar de su aridez sirven de alguna distracción; pues el viajero tiene en ellos un objeto donde fijar su vista mirando siquiera su caprichosa forma semicircular, cuya convexidad indica el lado por donde sopla el viento que se levanta todos los días por la tarde en la desierta costa del Perú.
Eten y lengua de sus habitantes. Andando una larga legua desde la salida de Ucupe, aparece de lejos en el horizonte el cerro llamado Morro de Eten, el que desde este punto puede servir de faro al viajero que se dirige a la población de este nombre para no desviarse del camino.
Antes de llegar a la población, se deja el morro hacia la izquierda; el desierto acaba, y se marcha casi media legua por terrenos cultivados.
Eten, es una población que se ha hecho célebre en el Perú por el misterioso origen de sus habitantes, los que hablan un idioma distinto de los demás Indios del Perú, tienen costumbres especiales, no se mezclan con las demás razas y se mantienen desde tiempo inmemorial como aislados”
Hoy, lo del idioma y esta costumbre aislacionista pertenecen al pasado.
Sostiene Raimondi: “Mil hipótesis se han forjado sobre el origen de los habitantes de Eten pero la mayor parte de las personas que han tratado esta cuestión atri¬buyen a los Indios de Eten un origen Chino; y lo que es extraño, se ha hablado y repetido por muchísimos individuos, sin darse el cuidado de verificarlo personalmente, que algunos Chinos traídos al pueblo entendían su idioma y viceversa los Etanos podían conversar con los Chinos.
Habiendo tenido ocasión de viajar varias veces con Indios de Eten, hallándome entonces en su mismo pueblo, busqué de todos modos si podía aclarar algo el origen de estos mentados Indios.
Desgraciadamente había llegado en muy mala época: la fiebre amari¬lla grasaba con mucha fuerza en el pueblo, y arrebataba porlo menos la tercera parte de sus habitantes.
El cura, hombre inteligente y desde muchos años establecido en Eten y que habría podido proporcionarme muchos datos, se hallaba día y noche ocupado en asistir a los moribundos, en las funciones de Iglesia y en los entierros; no podía por cierto tener el ánimo tranquilo para tratar esta cuestión, y no deseando malograr mi intento, omití dirigirme a él, dejándolo para más tarde.
A media legua de Eten, en las faldas del morro se hallan unas grandes piedras dioríticas muy sonoras, que en la población son conocidas con el nombre de Campanas del milagro, en contraposición al que llevan otras de igual naturaleza situadas en los altos de la Caldera en el camino de Arequipa a Vítor, que se conocen con el de Campanas del Diablo.
Chiclayo. Salí de Eten para la población de Chiclayo, que dista menos de tres leguas, viendo de paso el pueblo de Monsefú á media legua de Eten.
Entré a la población de Chiclayo, capital de la provincia del mismo nombre y una de las más importantes poblaciones de la Costa. Chiclayo acababa de salir de los dos peores azotes que afligen a la humanidad, la guerra y la epidemia de fiebre amarilla; principalmente la última había causado una gran baja en su población, pues sobre diez mil habitantes que cuenta Chiclayo, la sola fiebre amarilla había hecho unas mil víctimas”.
Raimondi, al decir “la guerra” se refería al movimiento de José Balta y Montero iniciado en Chiclayo, del 20 de octubre de 1867 a 7 de enero de 1868, contra en presidente Mariano Ignacio Prado, el misma que tuvo eco en Arequipa y otras partes del Perú. Balta se había negado a jurar la nueva Constitución del año 1867 y proclamó vigente la de 1860. Luego de triunfar su revolución, fueron convocadas las elecciones presidenciales en las que Balta participó con su aureola de “héroe de Chiclayo” saliendo triunfador el 6 de febrero de 1868, ciñéndose la banda presidencial el 2 de agosto de ese mismo año. Raimondi llegaría a Chiclayo a mediados de junio cuando Balta ya era el presidente electo.
Continúa Raimondi, “Lambayeque. Demoré en Chiclayo sólo un día para hacer algunas observaciones y con un paseo de dos leguas largas llegué a Lambayeque que es la capital de la provincia, a la que hace muy poco tiempo pertenecía también Chiclayo.
Lambayeque parece haber sido la residencia de gente acomodada, viéndose en varias partes restos de una antigua opulencia. Pero si actualmente Chiclayo progresa todos los días. Lambayeque va al contrario, decayendo un poco; se diría que la primera población le absorbe tocia su vicia. Aun su principal industria, la fabricación del jabón, tan floreciente á fines del siglo pasado, está actualmente muy abatida.
La población de Lambayeque tiene en el rio que la baña su ruina y su sentencia de muerte, hallándose amenazada casi todos los años con inundaciones; y se cuentan casos en que el agua ha invadido una gran parte de la ciudad.
Lambayeque, por decirlo así, nada sobre agua: por todas partes se ven charcos y pequeñas lagunas de agua estancada las que dando lugar al desarrollo de miasmas palúdicos, hacen la población algo mal sana y sujeta a las fiebres intermitentes; así en general sus habitantes tienen rostro pálido y aspecto enfermizo. Pero lo que es digno de atención y merece ser estudiado de un modo especial, es que Lambayeque con estas malas condiciones sanitarias no fue atacada por la fiebre amarilla que grasaba en todas las poblaciones situadas en sus alrededores; y si hubo algunos enfermos , fueron personas que trajeron el mal de fuera.
Parece pues que los habitantes de Lambayeque, acostumbrados á esta atmósfera cargada de miasmas, están como inoculados, y gozan de una especie de inmunidad como los Negros ; inmunidad que tal vez no se trasmite por herencia, como en esta última raza, pero que puede tener lugar en los habitantes de Lambayeque que viven en la ciudad”.
Este es el viaje, relatado por el mismo Antonio Raimondi, en el que unió estos dos importantes departamentos del Perú, que tienen fuertes lazos de unión histórica y geográfica.
http://ivanlariva.blogspot.com/
Para llegar hasta Lambayeque, a principios de 1868, el sabio viajero Antonio Raimondi ingresó primero al departamento de La Libertad, que antes lo había recorrido entre 1859 y 1860, por la sierra sur atravesando el rio Tablachaca en la frontera con Ancash. Se dirigió a Mollepata, pasó a la antigua hacienda de Angasmarca, luego a la de Llaray para llegar a Santiago de Chuco desde donde inició su descenso a la costa tomando dirección de la hacienda Sangual ubicada frente a la de Uniganbal.
Siguiendo por esa altas punas, en el paraje de Oyón, el sabio relata: “No había andado una legua desde Oyón cuando de golpe pareció que desaparecía el terreno que pisaba, llegando como a un elevado balcón, desde el cual se divisaba a lo lejos el mar y todo el valle de Chao,...Un profundo abismo de más de 6,000 pies de profundidad se abre a los pies del atónito viajero,...”. Luego de atravesar tan espectacular lugar llegó a Chorobal, ya en la costa. Pasó por hacienda de Bellavista antes de arribar a Virú donde comprobó que una epidemia de fiebre amarilla estaba diezmando a la población, mayormente a los indios y chinos, pero no a los de raza negra.
Continuó hacia el norte por la hacienda Santa Elena, la playa de Guañape y, luego de cruzar cuatro leguas de arenales, llegó a la Garita de Moche nombre antiguo del actual puerto de Salaverry, pasando después el pueblo de Moche y “por un buen camino” ingresó a la “bella y apacible ciudad de Trujillo”, como él la calificó.
Raimondi relata: “Pasé una semana en esta capital para recorrer la población, hacer un ligero estudio de sus aguas potables, visitar unos terrenos con depósitos de sal situados en las inmediaciones, entre Huamán y Mansiche, y hacer una serie de observaciones meteorológicas.
Valle de Chicama. Terminados estos pequeños trabajos, me decidí a recorrer el rico y fértil valle de Chicama, visitando sus hermosas y ricas haciendas situadas en ambas riberas.
Salí pues de Trujillo en dirección a la hacienda de Chíclin, que dista siete leguas, por el camino que pasa por el pueblecito de Chicama, el que no tiene otra importancia que la de dar su nombre a todo el floreciente valle que se dilata desde el portachuelo de Ascope hasta el mar, atravesando una extensión de terreno de diez leguas de largo por siete de ancho.
Después de haber visitado en la banda izquierda del rio el pueblo de Chicama, y las haciendas de Chiclin y Chicamita, que distan pocas cuadras y donde se cultiva caña, algodón y arroz, continué mi marcha a la de Gasñape, que tiene sembríos de arroz y caña; en seguida pasando por la ranchería llamada Quemazón, vi la hacienda de arroz de Sauzal, de humilde casa y la de Pampas, donde se cultiva maíz y caña.
Una media legua más allá de Pampas pasé el rio para ir a la hacienda del Jagüey, situada en la banda derecha, a un extremo, por decirlo así, afuera del valle, perteneciendo éste lugar al distrito de Cascas del departamento de Cajamarca. Esta hacienda es escasa de agua y en la época de mí tránsito se cultivaba en ella arroz.
Regresé por la banda derecha del rio, entrando después de seis leguas de marcha a la población de Ascope, la que por su situación a la salida del valle de Chicama, se puede considerar como la puerta que sirve de comunicación entre la Costa y la región de la Sierra, pasando por allí el camino principal que se dirige a Cajamarca, Chachapoyas y Moyobamba.
Por estas favorables condiciones locales, el pueblo de Ascope va mejorando todos los días, y si sigue esta marcha progresiva, en pocos años será una de las más importantes poblaciones del Perú”.
Lamentablemente, ello no ha ocurrido pues al construirse la carretera Panamericana por la costa y la nueva ruta hacia Cajamarca desde Pacasmayo, la ciudad de Ascope hoy ha quedado totalmente aislada. Recordemos que en los albores de la república, el general Felipe Santiago Salaverry, autoproclamado Jefe Supremo de la República, acampó en el centro poblado de Ascope y el 15 de abril de 1835, desde allí, eleva a la antigua villa de Chiclayo a la categoría de ciudad, concediéndole además el título de “Heroica Ciudad”; días después el 18 de abril del mismo año, creó la provincia del mismo nombre, separándola de Lambayeque.
Prosigue Raimondi: “Continuando el camino una legua, pasé a la hacienda de Facalá, célebre entre todas las del valle de Chicama. Un hombre inteligente, activo y emprendedor, el Señor D. Luis Albrecht, hizo surgir como por encanto esta hacienda, del estado de decadencia en que se hallaba, introduciendo las más útiles mejoras; de manera que actualmente puede considerarse como la hacienda modelo de todo el valle de Chicama, y la que representa el progreso en todos sus ramos”
Años más tarde don Luis Albrecht se hizo propietario de la hacienda Casa Grande que subsiste hasta hoy. Este ciudadano alemán fue quien pagó el cupo de guerra impuesto a los hacendados del valle Chicama por los chilenos durante la infausta Guerra del Pacífico. El pago lo hizo con su propio peculio sin que los hacendados beneficiados le devolviesen su dinero.
Dejé esta hermosa hacienda para continuar la marcha hacia el pueblo de la Magdalena de Cao, que dista de Facalá unas buenas cinco leguas. En el trayecto vi la hacienda de arroz de Basan; en seguida, dejando a la derecha el camino que va a Chocope, situado a un poco más de media legua de este punto, entré a la hacienda de Moncollope, que también es de arroz.
Al salir de esta última hacienda atravesé el camino de Chocope a Trujillo, y pasando por las haciendas de arroz de Sintuco y Sonolipe, llegué a la Magdalena de Cao.
Empezamos nuestras excursiones con ir a la caleta llamada del Brujo, visitando de paso una lagunita situada una media legua al S.O. de la población, y que se conoce en el lugar con el novelesco nombre de Pozo Encantado, aunque su formación es muy natural, siendo debida a los de¬sagües y filtraciones de los terrenos cultivados de la Magdalena, que vienen a salir a la superficie del terreno en ese lugar tan bajo.
La caleta del Brujo ha sido habilitada, pero se ha vuelto a cerrar por falta de exportación. Este lugar es concurrido solamente en la estación de baños por los habitantes de la Magdalena y de las haciendas inmediatas.
De regreso, tomamos otro camino para ver las ruinas del antiguo pueblo de Cao, habitado también bajo la dominación española; lo cual se puede deducir por los restos de una iglesia que se observan entre las ruinas de las casas. El lugar se llama actualmente Pueblo-viejo, el que parece ser el mismo de que habla Feyjóo y que dice haber sido poblado por tres ó cuatro mil habitantes.
Otras excursiones emprendimos a las haciendas de Cartavio y Chiquitoy, situadas en la banda izquierda del rio de Chicama. En la primera, cuando la visité, se estaba planificando una buena maquinaria movida por vapor y que debía servir para el beneficio del azúcar, para pilar arroz y moler trigo. La otra, esto es la de Chiquitoy, es notable por su hermosa casa lujosamente amueblada.
Por último, para terminar mi visita al rico y productivo valle de Chicama, hicimos otro largo paseo al pueblo de Chocope y haciendas de Mongollope, Jajanleje y Salamanca. Con la mayor satisfacción vi por todos lados actividad y progreso, y es de sentirse que no sólo las naciones de ultramar sino aun los mismos peruanos residentes en la capital de la República, no tengan una idea exacta del rápido adelanto que se está verificando desde pocos años en esta bella parte del Perú.
El valle de Chicama visto desde un punto un poco elevado presenta el aspecto de un mar de verdura, y los cerros aislados que se ven de trecho en trecho son sus islotes, los que forman el más bello contraste por su desnudez.
Este extenso valle es regado por ocho acequias sacadas del rio, algunas de las cuales por su gran caudal de agua parecen ríos. Un gran número de haciendas de caña, arroz y algodón se hallan diseminadas en ambas bandas del rio; casi todas ellas han experimentado últimamente una gran reforma, plantificándose costosas maquinarias según los sistemas más adelantados, y por todos lados se han introducido fuertes mo¬tores de vapor, cuya poderosa fuerza economiza los costosos brazos y aumenta la producción.
Camino a San Pedro. Después de haber recorrido en todos sentidos los alrededores de la Magdalena de Cao, salí para continuar mi marcha al Norte dirigiéndome al pueblo de San Pedro, que dista diez leguas. El camino es casi enteramente llano, y aunque el terreno es en gran parte arenoso, no falta la vegetación, la que consiste en árboles de algarrobo y un arbusto espinoso llamado Pial (Ramnu sarenarius).
A un poco más de dos leguas de la Magdalena, se entra a una umbrosa alameda de sauces que conduce al pueblo de Payjan.
A media legua más allá de esta población, la vegetación va disminu¬yendo poco a poco, marchando por una gran pampa árida y arenosa, notándose solamente de trecho en trecho unas pequeñas eminencias del terreno con algunas raquíticas matas de Capparis, de tronco rastrero y ramas tortuosas.
Continuando el camino, aun estas débiles muestras de vida se hacen sucesivamente más raras y acaban por desaparecer completamente, para dar lugar al árido desierto. Ya no se ven los frondosos algarrobos que prestaban al cansado viajero su deliciosa sombra; no más verdes arbustos para recrear la vista, ni las raquíticas matas de Capparis que interrumpen la monotonía del arenal; una gran sabana de ardiente arena cubre todo el terreno, y sólo se descubren de distancia en distancia palos parados para señalar el camino, y evitar que el pobre viandante se desvíe y se pierda en este mar de arena.
Más adelante aparecen numerosos morritos de arena de forma semicircular, llamados Médanos, los que cortan a cada paso el camino y lo borran completamente.
Acercándose San Pedro el piso se hace un poco desigual, observándose pequeñas mesetas aisladas de unos dos metros de alto formadas de una tierra arcillosa amarillenta, las que son restos de un terreno depositado por un tranquilo lago que cubría en otra época toda la pampa.
Por fin casi de golpe se pasa de la muerte a la vida, viéndose a la izquierda del camino una hoyada con verdes sembríos, y entrando de improviso a la alameda de San Pedro.
La población de San Pedro, situada a un poco más de legua y media del puerto de Pacasmayo, es notable por la regularidad de sus casas y lo aseado de sus calles. Ahí no se ven aquellos tristes y miserables ranchos de caña que se observan en muchos pueblos de la Costa. Su industria especial es la fabricación de pellones que son muy estimados.
Estando en San Pedro hice un paseo a Pacasmayo, puerto poco abrigado como todos los del Norte, a excepción de Payta. La población aunque reducida es bonita y tiene algunas casas de regular aspecto, no faltando tampoco un establecimiento industrial, donde hay una máquina, a vapor para despepitar y prensar algodón, para moler trigo y aserrar madera”.
Nótese que Raimondi no le llama a ese poblado San Pedro de Lloc, capital de la provincia de Pacasmayo, como se le conoce en la actualidad.
Guadalupe y excursiones por los alrededores. “Dejé la tranquila población de San Pedro para continuar mi marcha hacia Guadalupe, bello pueblo situado cinco leguas más al interior. En el camino se pasa el rio de Jequetepeque y algunas haciendas”.
Años más tarde Raimondi regresaría, en 1890, a San Pedro de Lloc a convalecer de sus enfermedades falleciendo en ese lugar el 26 de octubre en casa de su amigo el médico Alejandro Arrigoni. Hoy esa casa se ha convertido en un museo y se puede visitar la habitación donde el sabio exhaló su último suspiro después de haber recorrido el Perú por cerca de 19 años. (Calle Dos de Mayo Nº 432)
Entre las producciones de Guadalupe es digna de citarse el café, cuyo cultivo introducido desde pocos años por los Señores Plaza y Goyburu, promete mucho para el porvenir. El café de Guadalupe es notable por su grano pequeño, pero muy aromático.
Llama la atención la información sobre las plantaciones de café, pues en la actualidad no se siembra esta apreciada planta de cuyas semillas se prepara tan estimulante bebida; aunque hoy se la bebe bastante en Guadalupe acompañando sus célebres “sanguches de pavo” que quizás Raimondi no los haya probado pues no los menciona.
Prosigue informando: Demoré tres días también aquí con el objeto de visitar las cercanías, haciendo excursiones a manera de radios alrededor de un centro. Una persona entusiasta e inteligente, el Señor D. Pedro Hogsgaard, que residía a la sazón en Guadalupe y que conocía la provincia de Pacasmayo a palmos, por haberla estudiado de un modo particular con el ob¬jeto de levantar un mapa, tuvo la amabilidad de acompañarme en todos mis paseos. Con él visité la hacienda de Talambo, que conocía ya desde mi viaje de 1860, pero que me interesaba ver nuevamente tan sólo para poder enlazar este lugar con todos los que acababa de recorrer. En el camino de Guadalupe a Talambo vi el pueblo de Chepen, e hice en compañía del amigo algunos estudios sobre un panteón ó cemen¬terio de los antiguos Indios, situado apocas cuadras de este último pueblo.Continuando con su relato, Raimondi informa: “El pueblo de Guadalupe es célebre por la feria que se celebra todos los años en los últimos días del mes de Noviembre y principios de Diciembre; feria muy concurrida y en la que se verifican importantes transacciones.
Marcha para la hacienda de Ucupe. El 6 de Junio salí definitiva¬mente del bonito pueblo de Guadalupe, continuando mi marcha hacia la hacienda de Ucupe. A menos de media legua, me encontré con un camino llano, recto y limpio con una pequeña pared en ambos lados: era un camino antiguo, anterior a la conquista de los españoles y que en el lugar llaman el Camino del Inca”.
En la actualidad todavía hay tramos de este camino de mucha importancia desde la época prehispánica hasta bien entrada la república que felizmente aun están operativos. He tenido la oportunidad de transitarlo en el distrito de Pacanga, en la provincia de Chepén, pues aún es usado por los lugareños. Llama la atención sus trazos rectos de varios kilómetros.
Continúa Raimondi relatando su ruta hacia Lambayeque: “Seguí pocas cuadras por este hermoso camino, que se conserva limpio y bueno, a pesar del largo tiempo trans¬currido, y lo dejé con dolor para dirigirme hacia el Pueblo-nuevo, que dista un poco más de una legua de Guadalupe.
Casi a una legua más allá del Pueblo-nuevo llegué a un lugar donde el terreno se halla cubierto de numerosos árboles de algarrobos sin vida, los que levantando en el aire sus desnudas ramas, enteramente privadas de hojas, producen la más extraña sensación; pues sorprende ver en una región tan cálida, un paisaje igual al que ofrece un bosque de Europa en la estación de invierno. ¿Cuál será la causa de la muerte de tantos hermosos árboles?
No se puede atribuir sino a la disminución del agua subterránea que mantiene la humedad necesaria para el desarrollo de este útil árbol, que crece en los terrenos escasos de agua en una gran parte de la Costa.
El camino sigue por terrenos áridos, pero siempre con algunas matas de varias especies de Gapparis, conocidas en el lugar con los nombres vul¬gares de Zapote de perro, Zapotillo ó Bichayo, y con algarrobos muertos que permanecen parados en su posición natural, como ya se ha dicho, hasta llegar a los algodonales de la hacienda de Ucupe, regados con el agua del rio de Saña.
Raimondi llegaba a tierras lambayecanas: “Por fin, después de siete largas leguas de camino, llegué a la casa de la hacienda de Ucupe, situada en la orilla del rio de Saña a dos leguas de esta última población. Los principales cultivos de la hacienda son el arroz y la caña.
También Ucupe seguía el movimiento de reforma y progreso que se había despertado en el valle de Chicama ; también aquí se iba sustituyendo a los motores de sangre la poderosa y económica fuerza del vapor, que da movimiento a los grandes cilindros de fierro que sirven para moler la caña, y a los ruidosos pilones para el beneficio del arroz. Aunque había determinado en mi itinerario recorrer toda la quebrada de Saña para conocer el curso de su rio, como me interesaba ver antes Eten y Lambayeque, dejé para después mi viaje por esta quebrada y seguí directamente mi marcha hacia la población de Eten, que dista de Ucupe solamente cinco leguas.
A media legua de la hacienda de Ucupe desaparece la vegetación y empieza el desierto, apareciendo después de pocas cuadras algunos pequeños médanos, los que a pesar de su aridez sirven de alguna distracción; pues el viajero tiene en ellos un objeto donde fijar su vista mirando siquiera su caprichosa forma semicircular, cuya convexidad indica el lado por donde sopla el viento que se levanta todos los días por la tarde en la desierta costa del Perú.
Eten y lengua de sus habitantes. Andando una larga legua desde la salida de Ucupe, aparece de lejos en el horizonte el cerro llamado Morro de Eten, el que desde este punto puede servir de faro al viajero que se dirige a la población de este nombre para no desviarse del camino.
Antes de llegar a la población, se deja el morro hacia la izquierda; el desierto acaba, y se marcha casi media legua por terrenos cultivados.
Eten, es una población que se ha hecho célebre en el Perú por el misterioso origen de sus habitantes, los que hablan un idioma distinto de los demás Indios del Perú, tienen costumbres especiales, no se mezclan con las demás razas y se mantienen desde tiempo inmemorial como aislados”
Hoy, lo del idioma y esta costumbre aislacionista pertenecen al pasado.
Sostiene Raimondi: “Mil hipótesis se han forjado sobre el origen de los habitantes de Eten pero la mayor parte de las personas que han tratado esta cuestión atri¬buyen a los Indios de Eten un origen Chino; y lo que es extraño, se ha hablado y repetido por muchísimos individuos, sin darse el cuidado de verificarlo personalmente, que algunos Chinos traídos al pueblo entendían su idioma y viceversa los Etanos podían conversar con los Chinos.
Habiendo tenido ocasión de viajar varias veces con Indios de Eten, hallándome entonces en su mismo pueblo, busqué de todos modos si podía aclarar algo el origen de estos mentados Indios.
Desgraciadamente había llegado en muy mala época: la fiebre amari¬lla grasaba con mucha fuerza en el pueblo, y arrebataba porlo menos la tercera parte de sus habitantes.
El cura, hombre inteligente y desde muchos años establecido en Eten y que habría podido proporcionarme muchos datos, se hallaba día y noche ocupado en asistir a los moribundos, en las funciones de Iglesia y en los entierros; no podía por cierto tener el ánimo tranquilo para tratar esta cuestión, y no deseando malograr mi intento, omití dirigirme a él, dejándolo para más tarde.
A media legua de Eten, en las faldas del morro se hallan unas grandes piedras dioríticas muy sonoras, que en la población son conocidas con el nombre de Campanas del milagro, en contraposición al que llevan otras de igual naturaleza situadas en los altos de la Caldera en el camino de Arequipa a Vítor, que se conocen con el de Campanas del Diablo.
Chiclayo. Salí de Eten para la población de Chiclayo, que dista menos de tres leguas, viendo de paso el pueblo de Monsefú á media legua de Eten.
Entré a la población de Chiclayo, capital de la provincia del mismo nombre y una de las más importantes poblaciones de la Costa. Chiclayo acababa de salir de los dos peores azotes que afligen a la humanidad, la guerra y la epidemia de fiebre amarilla; principalmente la última había causado una gran baja en su población, pues sobre diez mil habitantes que cuenta Chiclayo, la sola fiebre amarilla había hecho unas mil víctimas”.
Raimondi, al decir “la guerra” se refería al movimiento de José Balta y Montero iniciado en Chiclayo, del 20 de octubre de 1867 a 7 de enero de 1868, contra en presidente Mariano Ignacio Prado, el misma que tuvo eco en Arequipa y otras partes del Perú. Balta se había negado a jurar la nueva Constitución del año 1867 y proclamó vigente la de 1860. Luego de triunfar su revolución, fueron convocadas las elecciones presidenciales en las que Balta participó con su aureola de “héroe de Chiclayo” saliendo triunfador el 6 de febrero de 1868, ciñéndose la banda presidencial el 2 de agosto de ese mismo año. Raimondi llegaría a Chiclayo a mediados de junio cuando Balta ya era el presidente electo.
Continúa Raimondi, “Lambayeque. Demoré en Chiclayo sólo un día para hacer algunas observaciones y con un paseo de dos leguas largas llegué a Lambayeque que es la capital de la provincia, a la que hace muy poco tiempo pertenecía también Chiclayo.
Lambayeque parece haber sido la residencia de gente acomodada, viéndose en varias partes restos de una antigua opulencia. Pero si actualmente Chiclayo progresa todos los días. Lambayeque va al contrario, decayendo un poco; se diría que la primera población le absorbe tocia su vicia. Aun su principal industria, la fabricación del jabón, tan floreciente á fines del siglo pasado, está actualmente muy abatida.
La población de Lambayeque tiene en el rio que la baña su ruina y su sentencia de muerte, hallándose amenazada casi todos los años con inundaciones; y se cuentan casos en que el agua ha invadido una gran parte de la ciudad.
Lambayeque, por decirlo así, nada sobre agua: por todas partes se ven charcos y pequeñas lagunas de agua estancada las que dando lugar al desarrollo de miasmas palúdicos, hacen la población algo mal sana y sujeta a las fiebres intermitentes; así en general sus habitantes tienen rostro pálido y aspecto enfermizo. Pero lo que es digno de atención y merece ser estudiado de un modo especial, es que Lambayeque con estas malas condiciones sanitarias no fue atacada por la fiebre amarilla que grasaba en todas las poblaciones situadas en sus alrededores; y si hubo algunos enfermos , fueron personas que trajeron el mal de fuera.
Parece pues que los habitantes de Lambayeque, acostumbrados á esta atmósfera cargada de miasmas, están como inoculados, y gozan de una especie de inmunidad como los Negros ; inmunidad que tal vez no se trasmite por herencia, como en esta última raza, pero que puede tener lugar en los habitantes de Lambayeque que viven en la ciudad”.
Este es el viaje, relatado por el mismo Antonio Raimondi, en el que unió estos dos importantes departamentos del Perú, que tienen fuertes lazos de unión histórica y geográfica.
0 comentarios:
Publicar un comentario