De Rigoberta Menchú muchos solo saben que es una indígena guatemalteca a quien se le ha otorgado el premio Nobel de la Paz. Pero desconocen la razón de esa importante distinción. Vale decir, ignoran la sangrienta lucha del pueblo y de las masas indígenas terriblemente segregadas de Guatemala en forma solo comparable con el apartheid de la República Sudafricana antes de Mandela.
Las continuas dictaduras al servicio de la United Fruit Company, para satisfacer el afán de enriquecimiento desmedido de esa empresa yanqui, habían llegado no solo al crimen sino al genocidio. Comparando con lo que sucedía en relación con Sudáfrica, un periodista decía: “El asesinato era el primer recurso contra los subversivos en Guatemala, en Sudáfrica era el último”.
El general Jorge Ubico después de una larga dictadura en favor de la Compañía bananera señalada, como sus antecesores, fue derrocado por una revolución cívico-militar en la que la figura más notoria fue el militar Jacobo Arbenz en 1944. Luego de la presidencia de Juan José Arévalo, Arbenz fue electo presidente en 1951. Él inicia una Reforma Agraria que inevitablemente afecta los intereses de la todopoderosa United Fruit quien gozaba del respaldo desembozado del gobierno de Estados Unidos.
En 1954 el coronel Carlos Castillo Armas encabezando fuerzas subversivas de la CIA invade Guatemala y derroca al “Soldado del Pueblo” como se le llamaba a Arbenz. Él fue deportado del país no sin antes hacerlo pasar, cobardemente, por vergonzosas humillaciones. Armas, como se esperaba, implanta una feroz represión pero posteriormente es asesinado por un miembro de su propia escolta dentro de Palacio de gobierno. El general Efraín Ríos Montt, como consecuencia de otro golpe de Estado asume el poder, siembra el terror y organiza fuerzas paramilitares para el exterminio de la resistencia campesina llegando a extremos de genocidio.
Con un espíritu fascista y con tendencias criminales este militar llevó la represión a extremos terribles a partir de 1982. Sin embargo a pesar del poco tiempo transcurrido, ¿cuántos recuerdan la tragedia de esas masas indígenas que luchaban para no ser exterminadas? No muchos.
Bueno pero vale recordar que fue en ese trágico escenario que surge la joven Rigoberta Menchú Tum para emprender una larga lucha pacífica contra la segregación y, al mismo tiempo, en defensa de los Derechos Humanos, para que los crímenes no quedaran impunes.
Su participación ha sido valiosa para conseguir que hoy el criminal Ríos Montt haya sido condenado a 80 años de prisión de la que no saldría vivo si tenemos en cuenta que tiene 87 años y que como Videla morirá sin humillarse y tampoco hacer papelones teatrales como su homólogo peruano Fujimori en el Perú.
Esta semana Rigoberta Menchú ha recibido una merecida distinción por parte de la Universidad César Vallejo de Trujillo, la del doctorado “Honoris Causa”, que, sin duda, constituye un paradigma que emular por parte de las juventudes vallejianas, especialmente tratándose de mujeres. No hay que olvidar que en el Perú seguimos siendo un país que la hipocresía no logra disimular.
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