Por: Marcela García Guerrero
Directora
En estos días, las redes sociales reventaban de indignación, los trujillanos protestaban por la agresión sufrida a su emblemática Plaza de Armas. La más grande y hermosa del Perú. Los trujillanos de siempre amamos la plaza; es nuestro emblema, estamos orgullosos de su arquitectura, del brillo ya natural de su piso, del monumento construido por Edmund Möeller, allá por 1924; podemos hacer bromas con el hombre de la antorcha, pero es nuestro hombre de la antorcha y la capa al viento.
Nos gusta la plaza al atardecer, extrañamos sus palmeras y sus poncianas, pero sabemos que eso puede crecer, y que dentro de poco nuevamente podremos sentarnos a su sombra. Por todo esto, aquello que atente contra algo tan nuestro, nos hiere, nos duele, no entendemos por qué a lo más emblemático de nuestra ciudad se le trata de humillar, convirtiéndolo en tierra de nadie.
Señores, sépanlo bien, la plaza es de todos los trujillanos y de quienes se han formado y viven aquí. Hace ya un tiempo me pronuncié al respecto, y, hace un año concretamente, tuvimos una reunión, con los alcaldes de todo el Perú y autoridades internacionales como el alcalde de Barcelona, el ex alcalde de Bogotá, Antanas Mokus, y el ex presidente del mismo país Álvaro Uribe, quienes invitados por nuestro alcalde venían a la reunión de la AMPE.
Bueno, pues precisamente esa noche en la que el BID, y los alcaldes invitados nos reuníamos para que estos últimos tengan conocimiento del proyecto Iniciativas de Ciudades Emergentes y Sostenibles financiado por el BID, para beneficio del municipio trujillano, pasó exactamente lo mismo, aunque sin balazos, ni trifulca, pero si con mucha bulla y ritmos.
Era tal la bulla y el ruido que hasta los cristales de las ventanas del hotel Libertador, bailaban con gran estruendo al ritmo de la salsa. Así señores no se puede.
Las buenas intenciones no faltan, y me parece que una de éstas es celebrar la fundación de nuestra ciudad, promover la cultura y darle diversión al pueblo, pero ante todo esto está el respeto por nuestras tradiciones, el respeto por la calidad de vida de la gente y el respeto por los que viven en esta ciudad.
Todo tiene su lugar, por ejemplo la Feria del Libro debe estar en un espacio como la Plazuela El Recreo, o los grandes patios de la casona Orbegoso, o en el complejo Mansiche. Las celebraciones con grandes músicos, ¿por qué no hacerlas en el coliseo cerrado, en la concha acústica (Auditorio Teófilo Álvarez), o en espacios abierto como un óvalo?
Se está tratando de promover la Ruta Moche, sin embargo les aseguro que si seguimos convirtiendo nuestra plaza en una feria, dentro de poco el Hotel Libertador, que ya ha tenido sus puertas cerradas estos días, tendrá que mudarse a otro sitio, porque se va a quedar sin turistas, quizás el Arzobispo haga lo mismo, y ni qué decir de los negocios y viviendas que están en la plaza o muy cerca de ésta.
Los trujillanos decimos hasta aquí, basta ya de utilizar nuestro ícono, nuestro orgullo como un mercado en el que se vende de todo, y esto falta poco, porque las anticucheras y los huevitos de codorniz han estado por los alrededores.
Señores, estamos a tiempo, es de sabios corregir errores. Necesitamos autoridades que quieran nuestra ciudad, que la respeten y respeten sus tradiciones.
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