viernes, 30 de enero de 2015

Cultura del reciclaje para la nueva generación

Por Pilar Marín Bravo 
La cultura del reciclaje representa un desafío para la sociedad actual en lo que se refiere a asumir acciones ante los problemas ambientales que se registran producto de una mala práctica en nuestra vida cotidiana y las actividades productivas.
Es un término que conlleva un conjunto de acciones y actitudes para el tratamiento y manejo adecuado de los residuos que generamos en nuestra vida diaria, así como la reutilización de objetos y la producción de materiales biodegradables y reciclables.
Por ello, la cultura del reciclaje implica un cambio de actitud en la población, sobre todo desde sus bases, que lo constituyen la niñez y la juventud, y tiene como principal ámbito el hogar y las aulas escolares.
Para tener una idea de la importancia de asumir esta cultura en nuestras actividades diarias, consideremos solo un ejemplo: las bolsas de plástico que usamos todos los días, que pueden tardar hasta 450 años en destruirse.
Una buena opción –que ya se aplica con éxito en países europeos y Estados Unidos– es la utilización de bolsas de papel o, mejor aún, de tela, para evitar de paso la depredación de los bosques y la contaminación del agua que implica la fabricación de papel.
Esta acción, al mismo tiempo, representa un importante ahorro de energía, de ahí la importancia de promover cambios en los hábitos de los consumidores como un paso necesario en el objetivo de crear una cultura de protección al medioambiente.
En el país también se realizan buenas prácticas de cultura de reciclaje, aunque a menor escala. Desde hace algunos años, por ejemplo, se introducen en algunos supermercados el uso de bolsas de plástico biodegradables, que se descomponen en pocos meses, al igual que un producto orgánico.
Se calcula que un adulto utiliza un promedio de 300 bolsas anualmente, las cuales son utilizadas un promedio de 12 minutos antes de ser desechadas. El plástico constituye, sin duda, una fuente de alta contaminación ambiental y un feroz agresor de la vida de los animales marinos.
Pese a estas evidencias, los esfuerzos siguen siendo insuficientes. La costumbre, el hábito de recurrir al uso de materiales que están a la mano, sin importar el daño que puedan causar al medioambiente, pesan más al momento de realizar nuestras labores cotidianas. Una vez más, el factor cultural emerge como un enemigo de nuestro hábitat.
Aunque no lo parezca, la cultura del reciclaje no es algo nuevo. Es tan antigua como la propia producción industrial; sin embargo, falta difundir y masificar sus beneficios, sobre todo en las escuelas. Quizá las nuevas generaciones hagan mejor las cosas.

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