lunes, 29 de junio de 2015

No copiar a Finlandia

Por León Trahtemberg
La admiración y envidia que producen los resultados educativos de Finlandia no solamente han animado a mucha gente a interesarse en lo que hicieron y hacen, sino que hay quienes sugieren copiar el modelo finlandés para asegurar que se siga el camino educativo correcto para nuestro país. Creo que es importante diferenciar lo que significa apreciar lo que hacen países como Finlandia en su educación, (porque eso estimula nuestra capacidad de pensar en opciones nuevas para nuestra educación), de lo que significaría intentar copiar el modelo, lo que sería una ruta ineludible al fracaso.
Así como un niño se desarrolla como resultado de la interacción entre su persona (carga genética) y el medio ambiente, lo mismo ocurre con los países. Cada país tiene su ADN nacional conformado por su historia, tradiciones, vida social, población, recursos naturales, geografía, economía, tecnología, política, etc. que producen un mix que se expresa en la visión y prioridades nacionales, así como la conducta de sus gobernantes y ciudadanos. Es eso lo que explica los grandes logros de la educación en Cuba, Singapur, Israel y Corea del Sur que no son replicables en otros países.  
Este ADN cultural heredado de generaciones atrás interactúa con su medio ambiente y produce opciones particulares de vida (o de educación en este caso). Eso mismo es lo que debe ocurrir en el Perú. 
Lo que el Perú puede hacer es aprender de lo que hacen los otros países, para inspirarse y pensar en las propuestas y estrategias que podrían gestarse desde el Perú. Es algo similar a lo que le ocurre por ejemplo a un agrónomo, arquitecto,   ingeniero civil o abogado formado en Estados Unidos o Europa que para ejercer en el Perú  debe desarrollar proyectos en función de las realidades locales.
Nuestro reto está en tener el coraje para reinventar nuestra educación, con similar fuerza y convicción con la que lo hicieron Finlandia, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Dinamarca y los asiáticos. Partiendo de una mirada crítica hacia adentro y observando detenidamente a los otros, crear esa visión y proyecto educativo que nos permita dar el salto hacia la satisfacción  educativa. De eso, más allá de algunos esfuerzos privados, aún estamos muy lejos.  Es el reto de la década.

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