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martes, 6 de septiembre de 2011

Primer hombre en escalar el Everest sin oxígeno llegó a Perú a conquistar la Cordillera Blanca



El alpinista catalán Óscar Cadiach y Puig pidió tomar conciencia sobre el cambio climático

(El Comercio).- El 28 de agosto de 1985, el alpinista catalán Óscar Cadiach y Puig se convirtió en el primer hombre en alcanzar la cima del Everest sin oxígeno. Desde entonces, ya lleva en su haber nueve de las 14 cimas que sobrepasan los ocho mil metros y aquí, la Cordillera Blanca, la mayor cadena de nevados tropicales del mundo, no ha escapado a su interés.
Cadiach estuvo recientemente en el Perú, donde escaló el Quitaraju (6.036 m.s.n.m.) y las fotos de su recorrido acompañan esta nota. Para él, “más allá del reto deportivo, lo que busco en una montaña es el sentido de la exploración y la belleza”. Pero también siente que es un portavoz autorizado para denunciar lo que ve, y busca que el mundo tome conciencia del cambio climático.

Lo que ve, tanto en los Himalayas, como los Alpes y los Andes, es que “las nieves están en retroceso”. En el caso del Perú, este tema va más allá de la belleza de una montaña porque tiene una relación directa con el futuro de los que viven cerca de ella y los que vivimos a nivel de mar.
El más reciente estudio del Panel Científico sobre Cambio Climático indica que la mayoría de los glaciares tropicales se está reduciendo a tasas cada vez más aceleradas, y el 70% de esos glaciares se encuentra en el Perú. Estas son fuentes de agua dulce que se formaron durante miles de años y que una vez derretidas se perderán para siempre.

ADAPTACIÓN AL CAMBIO
Según César Portocarrero, de la Unidad de Glaciología de la Autoridad Nacional del Agua, esta pérdida de masa glaciar llevará a un déficit de agua cuyo impacto recién se empezará notar en unos 20 años. Pero ese estrés hídrico tendrá consecuencias sobre la agricultura y la seguridad alimentaria.
En el Perú, se estima que entre el 50% y el 70% de la electricidad que consumimos proviene de centrales hidroeléctricas, y una reducción en el caudal de agua tendrá un impacto directo sobre la economía. Algunos cálculos señalan que para el 2015 se podrían perder los glaciares que estén por debajo de los 5.500 metros.
Según el Ministerio del Ambiente (Minam), se está trabajando “en el entendimiento de cómo los glaciares responden a estos cambios”, para poder tomar medidas de adaptación. Las acciones incluyen: “forestación, reforestación, recuperación de ríos contaminados y la eliminación de pasivos mineros”.
Para Cadiach, que esta semana está a punto de iniciar una nueva escalada, al Manaslu (8.156 m), la octava montaña más alta del mundo en los Himalayas, perder estos paisajes significaría “perder el encanto, la belleza, la grandiosidad y la magnitud” de las montañas.
Este alpinista cedió a los lectores de El Comercio las imágenes de su reciente ascenso al Quitaraju, una galería de las cuales puede encontrar en el sitio web de este diario.

LAS 13 MONTAÑAS MÁS ALTAS DEL PERÚ
Huascarán Sur / 6.768 m
Huascarán Norte / 6.655 m
Yerupajá / 6.634 m
Coropuna / 6.425 m
Huandoy Norte / 6.395 m
Huantsan / 6.395 m
Ausangate / 6.372 m
Huandoy Oeste / 6.356 m
Chopicalqui / 6.354 m
Siulá Grande / 6.352 m
Ampato / 6.310 m
Salkantay / 6.271 m
Santa Cruz / 6.259 m

sábado, 23 de julio de 2011

Cordillera Blanca rumbo a la desaparición

Los glaciares de nuestro país se derriten inexorablemente y cada año retroceden unos 20 metros. Recomiendan que se mejore gestión del agua.

(Perú 21).- En el horizonte, dominando el panorama, las nubes más bajas se confunden con las cimas de los nevados. Sus blancos, casi idénticos, se mezclan en un impresionante fondo que les da el cielo azul. Entonces, es difícil ver dónde comienzan unos y terminan los otros.
Ese es el escenario que todavía se puede apreciar en Áncash, región coronada por glaciares como el Huascarán, el Alpamayo y el Huandoy, entre otros, que forman la Cordillera Blanca.
Aunque muchos de los que practican deportes de aventura –como el montañismo– escogen algunos de esos nevados, la mayoría de turistas que visitan la Cordillera Blanca elige el Pastoruri. No obstante, llegar a él no es fácil. El trayecto comienza en Huaraz y demanda más de tres horas en automóvil hasta un punto en el distrito de Catac –muy cerca de los cinco mil metros sobre el nivel del mar– donde es difícil continuar.
Luego, a pie o a caballo, se debe recorrer cerca de dos kilómetros de terrenos agrestes y ascendentes, cubiertos por una capa de tierra de un gris muy oscuro, casi negro.
“Antes, en toda esa tierra negra hubo hielo. Eso nos da una idea de cuánto han retrocedido los glaciares”, señala Benjamín Morales Arnao, director ejecutivo del Patronato del Museo de las Montañas.

Morales explica que, pese a las iniciativas emprendidas, la deglaciación no dará marcha atrás, a menos que se descubra un nuevo método para evitar que el hielo se derrita.
“En 40 años se han perdido cerca de 250 kilómetros cuadrados de nevados en la Cordillera Blanca. Ahora quedan unos 500. Los glaciares retroceden hasta 20 metros por año y su espesor se reduce de cuatro a ocho metros”, advierte el también ingeniero geólogo, tras precisar que esta situación se da porque atravesamos un ciclo de deshielo que se acrecienta con la emisión de gases de las industrias.
Por tal motivo, Pastoruri solo puede ser visitado unos cuantos días al año durante la temporada alta, como en Fiestas Patrias o en la Semana del Andinismo. El derretimiento ha producido numerosas grietas, lo que representa un gran riesgo para cualquiera que desee escalar el nevado. Incluso cuando está abierto se prohíbe llegar a la cima pues en la parte alta hay más hendiduras.
Esta situación –refiere Benkelo Morales, coordinador de la División de Turismo del municipio de Huaraz– afecta el número de visitantes a esta provincia. Hace unos años, Pastoruri era uno de sus principales atractivos.
IRREFRENABLE. El ingeniero César Portocarrero, coordinador de la Unidad de Glaceología de la Autoridad Nacional del Agua (Ana) en Huaraz, coincide con Morales y sostiene que el derretimiento es un proceso “irrefrenable”.
“No podemos volver a hacer crecer los glaciares. Por ejemplo, en los años setenta retrocedieron unos siete metros. En los ochenta se retiraron 20 metros. En los noventa, el deshielo avanzó 24 metros, y en la década que pasó, un promedio de 25 metros”, detalla el experto.
Por ello, recomienda que se mejore la gestión del agua, lo que implicaría –precisa– controlar la demanda para que su uso sea más eficiente que el actual, además de aumentar la oferta construyendo más embalses en los próximos años.
“El cambio climático está influyendo en el recurso hídrico, que es la base de la vida. Por eso, debemos prestarle atención a la gestión del agua, pero ya, de una vez, ahora”, sentencia Portocarrero, quien espera que esta mejora en la administración llegue mucho antes de que las ‘nieves perpetuas’ sean solo una frase que nos recuerde el esplendor que tuvieron nuestras cordilleras.