jueves, 29 de octubre de 2009

EN EL ENIGMATICO BOSQUE DE CUYAS

Por: Iván la Riva Vegazzo
http://ivanlariva.blogspot.com/

Siempre he vinculado a la provincia de Ayabaca con su fidelidad por la venerable imagen del Señor Cautivo y con los restos arqueológicos del centro administrativo inca de Aypate, al pie del gran Cápac Ñan. Cuando me enteré que cerca de la capital provinciana existía un bosque de neblina, con árboles muy antiguos y con una fauna muy particular, por mi condición de viajero, no dude en conocer aquel interesante potencial recurso turístico.
La andina provincia piurana, dista unas cinco horas desde de la capital regional, la cálida Piura. Una carretera asfaltada nos acompaña hasta Paimas distrito, en cuyas laderas abundan los ceibos, árboles cuyas extensas ramas les dan un aspecto “fantasmagórico” pues de ellas cuelga la lana que éste produce. En su tronco almacena agua para las épocas secas, por eso el permanente color verde de su corteza. A poca distancia, antes de Paimas, en el caserío de Culqui una ancestral piedra “wanka”, cual oráculo prehispánico nos pronosticó un exitoso viaje, como todos los que hago, previa oración al Altísimo.
Atravesando una geografía propia de la serranía esteparia y luego de vencer una pronunciada y árida cuesta llegamos a nuestro destino. Ayabaca, ubicada a 2,819 metros de altura es una típica ciudad andina de la región quechua, con sus bondades y carencias; y con gente muy hospitalaria. Fiel a mi interés de “historiador autodidacta” indague por el ayabaquino Contralmirante Lizardo Montero Flores quien ocupó la Presidencia del Perú de 1881 a 1883 en plena guerra con Chile, personaje poco mencionado en la historia de nuestro país. Un atento poblador me llevó a la casa donde nació Montero, quedando satisfecha mi curiosidad.
A escasos cinco kilómetros, pasando por Yacupampa, al pie del mirador de Yantuma, se halla el famoso bosque de Cuyas, razón de mi viaje. Hasta hoy ignoro el por qué de su nombre. Para mí, fue verdaderamente impresionante estar delante de él, me parecía estar frente a un pedazo selva alta amazónica, ¡en plena serranía¡
Su altitud varía entre los 2200 y 2900 msnm, es un bosque de neblina de unas 600 has. conformando un ecosistema forestal único y de abundante flora y fauna silvestre. Su ambiente está caracterizado por una estacional cobertura de nubes al nivel de la vegetación. Con la compañía de dos entusiastas “ángeles protectores” del bosque, me propuse recorrerlo en dos zonas distintas. Guiado por don Esteban Aguilera hombre que desde su niñez ha sentido el bosque como suyo y de Blanquita Salazar una excelente profesional de gran sensibilidad por la naturaleza, nos internamos en aquella enigmática “selva serrana”.
En una primera etapa recorrimos la zona conocida como “bosque secundario”, es decir un bosque cuyos árboles alguna vez fueron talados y han vuelto a renacer. Me informaban que las especies forestales tenían entre ochenta y cien años. Hay senderos para transitar y poder apreciar, gracias a que la luz solar penetra entre las ramas, una gran variedad de bromelias, orquídeas y algunos frutales. Llamó mucho mi atención el “toronche”, una pequeña papaya similar a la arequipeña.
Mas adelante nos esperaba el “bosque primario”, cuyos árboles nunca habían sido talados. Estos son enormes en tamaño y edad, en especial los repragueros y los paltones. Sus ramas, llenas de musgo por la humedad que produce la neblina, acogen también a orquídeas y bromelias. Dada la espesura del mismo, los rayos solares penetran con dificultad como en la selva amazónica. En este medio cohabitan más de cien especies de aves como la pava barbada o de monte, búho estigio, pauraque, colibrí pico espada, chilalo u ollerano, rasca hojas, quetzal cabecidorado, entre otras. Caminar en el bosque no es cosa fácil pues se yergue majestuoso sobre una ladera pedregosa. Esta característica geográfica impidió que los depredadores acaben con el por la dificultad que significaba trasladar los árboles talados. La noche nos cayó cuando estábamos dentro del bosque por lo que salir se convirtió en una aventura con innumerables resbalones y caídas, poco gratas por cierto.

Al final de la jornada no pudimos menos que felicitarnos por haber transitado por un auténtico relicto, único en esta parte del Perú. Razón más que suficiente para hacer esfuerzos por resguardarlo y protegerlo. El bosque de Cuyas debe estar considerado, previa protección y adecuado manejo, obligatoriamente en la oferta turística piurana. Para ello es necesario que la población se sensibilice en el uso racional del tesoro que Dios les ha dado. El ecoturismo debe ser la actividad que debe practicar la comunidad local para recibir los beneficios que éste trae consigo.
El regreso a Piura por otra ruta, también fue interesante. Un rosario de pueblos esperaba nuestro paso, primero Ambasal, luego Sicchez, después Jililí que aquel día celebraba su fiesta patronal en honor a San Francisco de Asís, mas adelante Montero y al final Paimas nuevamente. He regresado encantado de haber conocido un pedacito de mi patria y comprobado que hay personas muy comprometidas con la preservación de nuestros tesoros naturales, don Esteban y Blanquita son dos muestras de ello

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