
Profesor de Economía de la PUCP
Columnista del Diario La República
La Tierra, nuestro planeta entero, se está calentando. El Panel Internacional sobre Cambio Climático pronostica que, aun cuando se hagan esfuerzos importantes para ir reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero, el globo terráqueo se calentará 2 grados centígrados en los próximos 20 años.
Para lograr esa meta, la Cumbre de Copenhague debe aprobar reducciones sustanciales de emisiones de gases, principalmente por parte de EEUU, Europa y China, con mecanismos que aseguren el cumplimento de los acuerdos. Además, los países desarrollados deben aportar como donaciones los aproximadamente 100 mil millones de dólares anuales que hasta 2030 necesitamos los países más pobres para adecuarnos a las nuevas circunstancias, de las que no somos responsables. Faltando solo 2 días para que termine la cumbre, aún no se ha logrado el compromiso necesario (los llamo a unirse a la campaña mundial de firmas “por un acuerdo real ya” en http://www.avaaz.org/es/save_copenhagen).
El Perú es responsable de apenas el 0.4% de la emisión de gases de efecto invernadero. Pero somos uno de los países más afectados del planeta con el calentamiento global. Afrontaremos en los años venideros cambios bruscos como la deglaciación de los nevados que nos proveen de agua, la pérdida de densidad boscosa y de biodiversidad en nuestra amazonía, la intensificación de lluvias en la sierra norte del territorio y sequía en la sierra sur, el alejamiento de la biomasa pesquera por el calentamiento de las aguas marinas, la pérdida de cultivos, etc. En suma, crisis hídrica, efectos negativos sobre la agricultura y la pesca, y una mayor afluencia de fenómenos naturales de riesgo.
Pero además, este problema ambiental mundial pone en claro que es irreal suponer que los países subdesarrollados vamos a crecer económicamente con el modelo norteamericano que implica un enorme gasto de energía. Simplemente el plantea estallaría. Necesitamos otro camino de desarrollo.
Frente a esta situación, es necesario que haya un adecuado manejo de los recursos de vida, hacia un desarrollo colectivo propio, sostenible e inclusivo, lo que implica:
1 Privilegiar la inversión en educación y salud, que favorecen el desarrollo humano dejando una mínima huella ecológica.
2 Dar información ambiental, orientada a reducir los riesgos que trae el cambio climático, especialmente sobre los más pobres.
3 Apoyar la agroecología, garantizando la soberanía alimentaria y protegiendo los recursos de agua y tierras.
4 Desarrollar y compartir tecnología verde, que es aquella que reduce los impactos ambientales negativos y aprovecha de manera sostenible los recursos naturales.
5 Promover los mercados locales y una economía descentralizada y descentralista, reduciendo así las necesidades de transporte y la emisión de gases que éste produce.
6 Favorecer proyectos hidroenergéticos descentralizados y más pequeños, y energías alternativas como la energía eólica (producida por los vientos) cuya emisión de gases es mínima o nula.
7 Promover el ordenamiento territorial, mediante una zonificación ecológica-económica que considere los riesgos ambientales. Debemos, en suma, reconciliarnos con nuestro ecosistema, afectado y maltratado durante más de cinco siglos, para construir un nuevo modelo económico y social.
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