Fuente: Diario El Comercio
En un mundo globalizado como el de hoy, no solo las empresas compiten entre sí, independientemente de su nacionalidad, sino que los países también se enfrascan en una carrera por atraer el capital hacia sus territorios y mostrar a los inversionistas que no hay mejor lugar para invertir que en sus respectivos mercados.
En esa lucha, cada detalle importa y los indicadores, tanto macroeconómicos como microeconómicos, suman para convencer a las compañías de que sus inversiones estarán mejor protegidas por la estabilidad y la predictibilidad que ofrece un determinado mercado.
Esta semana hemos recibido con orgullo dos noticias muy auspiciosas.
Por un lado, un informe de Pricewaterhouse Coopers revela que, para 166 gerentes generales de las principales corporaciones latinoamericanas, el Perú es el segundo país más atractivo para invertir en Latinoamérica. Esto, gracias al comportamiento estable de su economía y a las perspectivas positivas de crecimiento para los próximos años.
Asimismo, se supo que habíamos mejorado en cinco puntos en el índice de competitividad global que elabora el World Economic Forum (WEF), un logro destacable si consideramos que esa mejora se dio en medio de una severa crisis económica que agobia al mundo.
Los cinco puntos avanzados en el WEF –del puesto 83 al 78– se deben a avances significativos en materia de infraestructura y manejo de las tecnologías.
Sin embargo, la evolución del país podría ser aun mejor si fuera posible mejorar todavía más en aspectos en los cuales seguimos rezagados, como en materia de rigidez en la legislación laboral, excesiva burocracia gubernamental, problemas de acceso al financiamiento y el impacto de la corrupción sobre el clima de negocios.
Adicionalmente, el informe señala que se han deteriorado los indicadores de número de procedimientos y tiempo requeridos para iniciar un negocio en el Perú, lo que resulta ciertamente preocupante.
En suma, si bien los indicadores de mejora muestran que es posible afianzar una carrera hacia el desarrollo económico que se ha venido desplegando en los últimos 20 años, ello no significa que el país baje la guardia o se duerma en sus laureles. Todavía falta mejorar ostensiblemente en otros muchos aspectos como seguridad ciudadana, barreras burocráticas en el ámbito municipal, corrupción, estabilidad jurídica y reforma de la administración de justicia.
La responsabilidad principal es del Gobierno con firme y coherente voluntad política, pero también del Congreso y de los jueces que tienen que avanzar en las reformas necesarias. En la medida en que estos factores vayan siendo solucionados, podremos continuar ganando posiciones en los ránkings de competitividad, generar más empleo, incrementar las exportaciones y tentar el privilegio de convertirnos en el lugar más atractivo para invertir en Latinoamérica.
En un mundo globalizado como el de hoy, no solo las empresas compiten entre sí, independientemente de su nacionalidad, sino que los países también se enfrascan en una carrera por atraer el capital hacia sus territorios y mostrar a los inversionistas que no hay mejor lugar para invertir que en sus respectivos mercados.
En esa lucha, cada detalle importa y los indicadores, tanto macroeconómicos como microeconómicos, suman para convencer a las compañías de que sus inversiones estarán mejor protegidas por la estabilidad y la predictibilidad que ofrece un determinado mercado.
Esta semana hemos recibido con orgullo dos noticias muy auspiciosas.
Por un lado, un informe de Pricewaterhouse Coopers revela que, para 166 gerentes generales de las principales corporaciones latinoamericanas, el Perú es el segundo país más atractivo para invertir en Latinoamérica. Esto, gracias al comportamiento estable de su economía y a las perspectivas positivas de crecimiento para los próximos años.
Asimismo, se supo que habíamos mejorado en cinco puntos en el índice de competitividad global que elabora el World Economic Forum (WEF), un logro destacable si consideramos que esa mejora se dio en medio de una severa crisis económica que agobia al mundo.
Los cinco puntos avanzados en el WEF –del puesto 83 al 78– se deben a avances significativos en materia de infraestructura y manejo de las tecnologías.
Sin embargo, la evolución del país podría ser aun mejor si fuera posible mejorar todavía más en aspectos en los cuales seguimos rezagados, como en materia de rigidez en la legislación laboral, excesiva burocracia gubernamental, problemas de acceso al financiamiento y el impacto de la corrupción sobre el clima de negocios.
Adicionalmente, el informe señala que se han deteriorado los indicadores de número de procedimientos y tiempo requeridos para iniciar un negocio en el Perú, lo que resulta ciertamente preocupante.
En suma, si bien los indicadores de mejora muestran que es posible afianzar una carrera hacia el desarrollo económico que se ha venido desplegando en los últimos 20 años, ello no significa que el país baje la guardia o se duerma en sus laureles. Todavía falta mejorar ostensiblemente en otros muchos aspectos como seguridad ciudadana, barreras burocráticas en el ámbito municipal, corrupción, estabilidad jurídica y reforma de la administración de justicia.
La responsabilidad principal es del Gobierno con firme y coherente voluntad política, pero también del Congreso y de los jueces que tienen que avanzar en las reformas necesarias. En la medida en que estos factores vayan siendo solucionados, podremos continuar ganando posiciones en los ránkings de competitividad, generar más empleo, incrementar las exportaciones y tentar el privilegio de convertirnos en el lugar más atractivo para invertir en Latinoamérica.
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