Por: Hugo Müller Solón
Miembro Investigador del Taller de Asuntos Públicos – TAP - Perú
mullerabogados@hotmail.com
Al final del túnel suele encontrarse una luz, pero estamos llegando al final de este Gobierno y esa luz parece inalcanzable. Seguimos viviendo en un país inseguro y las altas autoridades gubernamentales y policiales se esfuerzan inútilmente en pretender demostrarnos lo contrario y lo que es peor se ubican de espaldas a la realidad. La creciente percepción de inseguridad, dicen de la poca eficacia que tienen los tradicionales sistemas preventivos y se sigue pensando sin mayor criterio técnico que mayor presencia policial en las calles es la solución al problema. Las autoridades pueden hablar y hacer mucha demagogia con este tema pero mientras no se utilicen métodos innovadores de prevención del delito, poco o nada será el resultado que se obtenga para detener el deterioro creciente de la calidad de vida de los ciudadanos.
Nuestras autoridades saben perfectamente que no se puede coordinar ni atacar el delito sin políticas públicas definidas que orienten el trabajo hacia objetivos concretos y sin la tecnología básica necesaria que permita a quienes tienen responsabilidad de la Seguridad Ciudadana, ver en forma real el movimiento delictivo en un momento y lugar determinado por tipo de delito, modalidades, frecuencias, etc. para poder determinar el curso de acción de las técnicas y estrategias por aplicar. La Policía por su parte, debiera establecer servicios de vigilancia comunitaria por cuadrantes con policías proactivos que formalicen sistemas de prevención, disuasión y reacción en forma sostenible; nada de eso forma parte actualmente de las herramientas de trabajo de la Policía Nacional ni del Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana. Tampoco se aplican encuestas de victimización como forma de medición de la percepción de seguridad de la población.
Podemos ver, entonces que nada nuevo surgirá en los próximos meses en materia de seguridad ciudadana y al final del túnel y en permanente oscuridad solo seguiremos viendo a las autoridades intentando justificar sus obsoletos procedimientos mostrando a la prensa dudosos resultados sensacionalistas, muchas veces a costa de atentar contra la dignidad y derechos de las personas, la presunción de la inocencia y en general el respeto de las garantías y derechos fundamentales, mientras la delincuencia común sigue socavando y atemorizando las estructuras sociales cada vez más débiles frente al riesgo, el peligro y la violencia. Finalmente puedo agregar, que es evidente que existe mucho recelo político en aplicar estas técnicas innovadoras, ya que no permitiría manipular las estadísticas ni dar informaciones falsas a la colectividad sobre la real situación de la criminalidad y nadie quiere exponer al fracaso su popularidad, ni posibilidades de volver a ocupar cargos públicos en el próximo gobierno, por lo que es mejor “dejar hacer dejar pasar” y que otro sea el que asuma esos riesgos.
Miembro Investigador del Taller de Asuntos Públicos – TAP - Perú
mullerabogados@hotmail.com
Al final del túnel suele encontrarse una luz, pero estamos llegando al final de este Gobierno y esa luz parece inalcanzable. Seguimos viviendo en un país inseguro y las altas autoridades gubernamentales y policiales se esfuerzan inútilmente en pretender demostrarnos lo contrario y lo que es peor se ubican de espaldas a la realidad. La creciente percepción de inseguridad, dicen de la poca eficacia que tienen los tradicionales sistemas preventivos y se sigue pensando sin mayor criterio técnico que mayor presencia policial en las calles es la solución al problema. Las autoridades pueden hablar y hacer mucha demagogia con este tema pero mientras no se utilicen métodos innovadores de prevención del delito, poco o nada será el resultado que se obtenga para detener el deterioro creciente de la calidad de vida de los ciudadanos.
Nuestras autoridades saben perfectamente que no se puede coordinar ni atacar el delito sin políticas públicas definidas que orienten el trabajo hacia objetivos concretos y sin la tecnología básica necesaria que permita a quienes tienen responsabilidad de la Seguridad Ciudadana, ver en forma real el movimiento delictivo en un momento y lugar determinado por tipo de delito, modalidades, frecuencias, etc. para poder determinar el curso de acción de las técnicas y estrategias por aplicar. La Policía por su parte, debiera establecer servicios de vigilancia comunitaria por cuadrantes con policías proactivos que formalicen sistemas de prevención, disuasión y reacción en forma sostenible; nada de eso forma parte actualmente de las herramientas de trabajo de la Policía Nacional ni del Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana. Tampoco se aplican encuestas de victimización como forma de medición de la percepción de seguridad de la población.
Podemos ver, entonces que nada nuevo surgirá en los próximos meses en materia de seguridad ciudadana y al final del túnel y en permanente oscuridad solo seguiremos viendo a las autoridades intentando justificar sus obsoletos procedimientos mostrando a la prensa dudosos resultados sensacionalistas, muchas veces a costa de atentar contra la dignidad y derechos de las personas, la presunción de la inocencia y en general el respeto de las garantías y derechos fundamentales, mientras la delincuencia común sigue socavando y atemorizando las estructuras sociales cada vez más débiles frente al riesgo, el peligro y la violencia. Finalmente puedo agregar, que es evidente que existe mucho recelo político en aplicar estas técnicas innovadoras, ya que no permitiría manipular las estadísticas ni dar informaciones falsas a la colectividad sobre la real situación de la criminalidad y nadie quiere exponer al fracaso su popularidad, ni posibilidades de volver a ocupar cargos públicos en el próximo gobierno, por lo que es mejor “dejar hacer dejar pasar” y que otro sea el que asuma esos riesgos.
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