
Los trabajadores aún estaban instalando los cables hacia el interior del lugar, antes de tratar de restaurar el bombeo de agua necesario para enfriar las barras de combustible nuclear sobrecalentadas en la planta de seis reactores situada en Fukushima, en el noroeste del país, a unos 240 kilómetros de Tokio.
La crisis sin precedentes desatada por el terremoto, tsunami y fuga radiactiva de Japón afectó a los mercados financieros, dio pie a revisiones de las normas de seguridad nuclear y obligó al país asiático a pasar por su prueba más dura desde la Segunda Guerra Mundial.
También revivió la pesadilla nuclear en la historia japonesa: las bombas atómicas que lanzó Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki en 1945.
-- Posible trayecto de la nube de radiación: link.reuters.com/juz58r
-- Zonas de evacuación en Japón: link.reuters.com/fuz58r
-- Diagramas de partes del reactor: link.reuters.com/daq58r
SISTEMAS DE REFRIGERACIÓN
Mientras trabajan dentro de una zona de evacuación de 20 kilómetros en Fukushima, los casi 300 ingenieros se centraban en intentar restaurar el suministro eléctrico que abastece a cuatro de los reactores.
"TEPCO ha conectado la línea de transmisión externa con el punto receptor de la planta y confirmó que puede suministrar electricidad", dijo en un comunicado el operador de la planta, Tokyo Electric Power Co.
Otros 1.480 metros de cable están siendo instalados dentro del complejo antes de que los ingenieros intenten encender los sistemas de refrigeración en el reactor número 2, y luego hagan lo mismo con el número 1, 3 y 4 durante el fin de semana, agregaron los responsables.
Si eso funciona, sería un punto de inflexión.
"Si logran que ese suministro sea restaurado y que el agua entre con éxito en las instalaciones, muy lentamente de manera que no provoque un solo fallo, deberían tener todo bajo control en los próximos dos días", indicó Laurence Williams, de la University of Central Lancashire en Reino Unido.
De no ser así, los ingenieros consideran una opción de último recurso: enterrar la planta de 40 años en arena y hormigón para evitar una catastrófica fuga de radiactividad.
Ese método ha sido usado para terminar con grandes filtraciones tras el desastre de Chernóbil de 1986.
Destacando la desesperación de las autoridades, los ingenieros rociaron agua durante la noche para enfriar el reactor número 3, que afronta la situación más crítica debido al uso de óxidos mixtos, que contienen uranio y plutonio altamente tóxicos.
Japón subió el nivel del incidente a 5 desde 4 en la escala INES de siete escalones que evalúa la gravedad de los accidentes nucleares.
Eso coloca a la situación a la par del accidente de Three Mile Island en Estados Unidos en 1979, aunque algunos expertos dicen que el panorama actual es más grave. Chernóbil se ubicó en el nivel 7 de la escala.
MILES DE MUERTOS
La operación para evitar una fuga de radiación masiva ha opacado el aspecto humanitario de la crisis, la peor que vive Japón desde la Segunda Guerra Mundial, causada por un terremoto de magnitud 9 y un tsunami de 10 metros que arrasaron ciudades costeras y causaron miles de muertos.
Alrededor de 7.000 personas murieron por el seísmo y el tsunami y 10.700 permanecen desaparecidas. Se prevé que las cifras aumenten.
Unas 390.000 personas, incluyendo muchos ancianos que se quedaron sin hogar, afrontaban temperaturas gélidas en refugios en las áreas costeras del noreste. Hay escasez de alimentos, agua, medicinas y combustible para calefacción.
"Todo está perdido, incluyendo el dinero", dijo Tsukasa Sato, un peluquero de 74 años que sufre una enfermedad cardíaca, mientras se calentaba las manos frente a una estufa en un refugio para personas sin hogar en Yamada, en el norte de Japón.
Responsables de salud y el organismo de regulación atómica de la ONU han dicho que los niveles de radiación en Tokio no son perjudiciales.
Pero la ciudad sufrió un éxodo de turistas, extranjeros y de muchos japoneses, que temen una explosión de material radiactivo.
"Me voy porque mis padres están aterrorizados. Personalmente creo que esto generará la peor falsa alarma que el mundo haya visto jamás", dijo Luke Ridley, de 23 años, un residente de Londres en el Aeropuerto Internacional de Larita.
"Posiblemente volveré en alrededor de un mes", aseveró.
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