lunes, 23 de mayo de 2011

LA OTRA HERENCIA (O POR QUÉ NO VOTAR POR KEIKO FUJIMORI)

Son muchos los artículos y comentarios que a diario recibimos para publicarlos en este medio ciudadano. Pedimos disculpas si no atendemos a todas las demandas, sin embargo dentro de nuestras posibilidades tratamos de hacerlo. La coyuntura electoral hace que cada día más ciudadanos quieran dar su opinión sobre los candidatos. Este diario está abierto a toda expresión (sin agresión ) del ciudadano de a pie
Trujillo di?

Por: José Pérez Jiménez
pepesol2@hotmail.com

Yo viajo en bus, a veces parado y a veces sentado, como cualquier peruano. También soy de esta parte de la pirámide socioeconómica que no se cansa de empujar su hogar a punta de sobretiempos, y a veces a destiempo, para salir adelante. Pero al igual que otros peruanos sé muy bien que todo el tiempo no cabe en un reloj.
Hoy que estamos en elecciones y aparecen de pronto los fantasmas de mi patria, sus broncas y esperanzas en las calles (también se exuda al Perú en los poros de un bus), y, aunque no sea el momento, aparece la pregunta ¿y por quién votar?
Quisiera responder sin ansiedades mediáticas. No puedo, la propaganda cala hondo. Hablan de la muerte del crecimiento y de las inversiones, del zarpazo a las propiedades. Hablan del Andahuaylazo y de la muerte de cuatro policías. No le pasan una Ollanta Humala. Su Plan de Gobierno –como nunca- ha sido revisado con rituales de exégetas, mientras que las famélicas veintiocho páginas del ¿plan? de Keiko Fujimori ni olerlas quieren. Es tanta la propaganda que uno piensa: “qué curioso: grandes medios producen grandes miedos”.
Pero hay algo que es más fuerte. Carlos Trelles, vocero de Keiko Fujimori, fue claro y contundente: “hemos matado menos que otros gobiernos”. Es como si los ’90 volvieran. Es como si un delincuente exclamara: “si yo he matado menos que Mamón, entonces señor juez merezco más perdón”. Bajo esa sombra imaginé que también un esposo tendría toda la autoridad de decirle a su esposa que “solo le había engañado dos veces nada más” y así la esposa también podría devolverle la moneda respondiéndole que por su parte le había sacado la vuelta, solo una vez y nada más.
Entonces el hombre será medido si ha mentido menos, si ha matado menos, si ha estafado menos, si ha robado menos. Y un violador querrá también ser medido por esa vara: “es la primera vez que violé –dirá el patán- y, al existir otros que han violado más, entonces merezco perdón”. Y justificarán, como Keiko: “fue un desliz”. Sólo allí encaja aquella política maléfica de ¿control de la natalidad? que hizo rodar el fujimorato mutilando a cientos de miles de mujeres peruanas a punta de mentiras para que el Estado ahorre unas monedas más. Es aquí cuando toma cuerpo la tremenda filosofada que tanto joven repite: “no importa que robe, pero que haga algo”. Ésa es la herencia inmoral del régimen de Alberto-Vladimiro Fujimori-Montesinos.
Es el último tramo de este citadino viaje. Bajo en la muy próxima esquina. Hoy, me toca recoger a mi hijo a la salida de su colegio. Aspiro a que él alcance mejores y mayores cosas y en cuanto pueda insistiré y trataré de que no comulgue aquella miserable filosofada que hoy se limpia las uñas de mugre bajo el argumento de que para la economía, Keiko Fujimori es el “mal menor”, mientras mide los asesinatos por su cantidad. Esa es la herencia que no quiero para mi hijo. No voy a vivir sin rendirle cuentas para luego decir como en aquél poema de Vallejo: “Perdóname, Señor: qué poco he muerto”.

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