miércoles, 14 de septiembre de 2011

SAN JUAN NO ES EL PERÚ, SAN JUAN ES VILOCHE

Por: Luis Enrique Plasencia Calvanapón
kikito2404@hotmail.com

Cuando vi en la televisión el reporte sobre su triunfo no me extrañó en absoluto. En la universidad donde compartimos algunos días de aburrimiento mientras recibíamos clases de agremiación en vez de científicas, tuve, en algún momento, un chispazo de adivino y pensé que aquel contertulio casi obeso, quien además tenía la rara costumbre (o virtud) de dormir de pie durante las clases, iba a darnos una sorpresa mayúscula cualquiera de los días venideros.
Lo supe desde una vez en la que, tratado peor que una zapatilla vieja por algunos compañeros de su grupo (el subdirector del colegio donde labora y audaz inventor de dolores de barriga y bigote, entre otros), me conminó:
- Te pago lo que quieras, pero enséñame estadística para que estos animales no me subestimen.
El trato nunca llegó a buen puerto, pero sé que lo vieron tan decidido a ser más que optaron por aceptarlo de nuevo en el grupo y nosotros volvimos a disfrutar, casi siempre con sorna de su consabido y atropellado grito: ¡Sinvergüenzas!
Los motes, como es nuestra peruana costumbre, siempre le llovieron. Yo prefería llamarle cariñosamente “El Vil”.
Recuerdo nítidamente el momento en que presentó el tema para su tesis y casi todo el mundo se carcajeó cuando anunció que tendría que ver con la danza más típica de la tierra de Sánchez Carrión y Ciro Alegría: la Contradanza. Gritando desde el disfraz de la masa, su subdirector, entusiasta promotor de Baco, empezó con la arenga:
- ¡Que baile, que baile!
El coro hizo efecto y en menos de cinco segundos el amigo Vil estaba haciendo los pasos, sin importarle la estúpida risa del auditorio que veía un chiste donde el profesor más gordito del aula veía la emoción del arte y el amor al terruño.
Hoy, seguramente mis colegas maestristas recordarán aquel día y, como yo, en un acto de sutil valentía reconocerán que nos equivocamos al momento de juzgar al monstruo por fuera, sin saber que por dentro habitaba un gran maestro.
Después de alejarnos de las aulas, lo encontré, una y otra vez, por el viejo local de jirón Independencia. No era el dormilón de siempre y mucho menos el que daba un paso cada cinco minutos mientras nos desplazábamos por las alamedas universitarias: era un ágil y apurado profesor que escabulléndose, por entre decenas de personas me gritaba:
- Disculpa, no te puedo hablar porque tengo que ensayar. Otro día nos vemos.
Por eso, cuando lo volví a ver en televisión, lo único que me dejó perplejo es el hecho de que su grupo de alumnos no haya ganado el Campeonato Nacional de Danzas realizado en Ayacucho con la Contradanza, sino que lo haya hecho con Los Pallos, de la tierra de nuestro cholo Vallejo.

Cuando le pusieron un micrófono para que comente el premio (de paso, el periodista lo confundió con el Director de la Institución Educativa), el ya famoso Vil dijo algo que es tan cierto como decir que el agua quita la sed:
- Este premio lo ganamos gracias al apoyo de los padres de familia. Sin el apoyo de ellos, los maestros no somos nada.
El buen Profesor Viloche creo que se ganó del derecho de decirnos, con justicia:
- ¡Sinvergüenzas!
Congratulaciones, por su intermedio al omnipresente Colegio San Juan y a los alumnos que lograron la hazaña.

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