jueves, 1 de diciembre de 2011

JEQUETEPEQUE, UN LEGADO MOCHE

Por: Regina Wilson Rosales
regina_wr19@hotmail.com

No es difícil sentirnos orgullosos de ser peruanos, si en cada pueblo y camino recorrido nos topamos con una joya cultural. Hace unas semanas tuve el privilegio que la providencia me llevó hasta un perla Pacasmayina. Me refiero al cálido distrito de Jequetepeque.
Tan solo escuchar su nombre me recuerda el bello dialecto muchic, ya que el nombre de Jequetepeque proviene del vocablo Mesjepeque o Mejepc, que significa ‘Casa o templo de adoración’. Años más tarde de la ocupación de los Moche llegarían los Chimú, luego los españoles. En 1825 es elevada a la categoría de Distrito por el gran Simón Bolívar. Primero, en 1835, fue parte de la provincia de Chiclayo y, en 1864, pasó a ser parte de la provincia de Pacasmayo, hasta la actualidad. Pocos pueblos del país tienen este enorme privilegio.
Antes de ingresar a este bello pueblo podemos observar los fértiles valles, bañadas por las aguas de rio Jequetepeque. Estas tierras, netamente agrícolas, sustentan su economía, con cultivos como la caña de azúcar, el maíz y el arroz.
Una vez en el tradicional distrito, de poco más de 1300 habitantes, ingresamos a su majestuosa plaza principal que se caracteriza por las ocho palmeras gigantes que coronan la pileta monumental en honor a las tres actividades principales del distrito: la agricultura, la pesca y la producción del riquísimo clarito Jequetepano. El city tour se corona con la visita a su colonial iglesia, que no se restaura desde hace mucho tiempo, pero que sin embargo guarda aún el encanto de toda casa de Dios.
En este lugar pude enterarme de un dato que me trasladó a la niñez. La fábrica de yogurt Yoleit, aquel que todos disfrutamos, se encuentra en este bello distrito; también varias ganadería y granjas importantes de la región.
Recorriendo las callecitas me llevé una grata sorpresa: aun persiste la tradición del rico alfeñique. Conversando con Doña Ines Barandiaran, me contó que es la tercera generación que pregona este dulce, que ya ninguna de sus tres hijas quiso seguirle los pasos pues prefirieron irse a estudiar a otras ciudades. Asimismo relata que como ella, y muchas otras familias, a diario pierden a sus hijos por muchas razones; por ello Jequetepeque no crece, se achica.
Continuando con mi recorrido por las calles del distrito, observé un detalle peculiar y único en todo el país. En las pintorescas casas, los grandes árboles de uva o parra están ubicados en los patios de casi todas las casitas de adobe. Seguramente, de estas uvas, niños y grandes disfrutan. El circuito continúa por unos de los centros ceremoniales más importantes de los moches.

El Complejo Arqueológico Dos cabezas o Si – An, es un centro en honor a la Luna y se presenta perpetua al borde de su costa pedregosa. No podemos enorgullecernos del nombre por la que se hizo famosa, pues las dos cabezas es producto de uno de los tantos huaqueo que sufrió a lo largo de su historia.
El Complejo Arqueológico es patrimonio cultural de la Nación. Con un área de 81,39 hectáreas está ubicado al oeste del distrito, a 2.70 km y a 32 m.s.n.m. Este es un conjunto de restos arqueológicos, que es milenaria herencia legada por nuestros ancestros Moches. La principal edificación es la pirámide Dos Cabezas, que es el templo sagrado de adoración en honor a la diosa Luna o Si- An. Este nombre, Dos cabezas, es producto de los muchos huaqueos que sufrió a lo largo de su historia, en búsqueda de oro y plata. Ahora, su característica principal es el forado en la cúspide y da la impresión de que la estructura posee dos cimas o dos cabezas.
Se trata de la estructura de adobe de mayor tamaño que se haya construido en el valle de Jequetepeque y una de las más grandes que se haya erigido en América del sur. Fue la construcción más impresionante durante la ocupación Moche, y aún hoy continúa siéndolo. Es un potencial centro turístico importante para el futuro de este Distrito.
Recorrer este pueblo sin duda fue una experiencia enriquecedora, pues conocimos mucha de nuestra historia en pocos kilómetros. Invito a todos los viajeros de corazón a vivir la experiencia Jequetepeque, pueblo de gente amable y clima acogedor, y exijo a las autoridades a hacer más por los pueblos que han creado la identidad de nuestro querido Perú.

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