viernes, 30 de marzo de 2012

CARABAMBA – VIRÚ: UNA CAMINATA INOLVIDABLE

Por: Iván La Riva Vegazzo
http://ivanlariva.blogspot.com/

Al inicio de la jornada...
A las 5 am. un bus de itinerario nos traslado desde Trujillo a Carabamba, distrito andino sobre los 3,250 m.s.n.m. Éramos ocho aventureros. Cuatro hombres y cuatro mujeres, seis de ellos mis alumnos, el restante un joven chileno alumno de ecoturismo. Nuestro propósito era llegar hasta Virú siguiendo un sendero que yo había recorrido hacía siete años.
Los pobladores nos advirtieron que por la densa neblina de esta época invernal sería imposible seguir aquella ruta pues inevitablemente nos perderíamos. Entonces, decidimos seguir la carretera. Desayunamos una nutritiva taza de quinua con manzana y pan serrano. Antes, visitamos la antigua iglesia colonial (1785), la piedra wanka, la ex casa hacienda y nos tomamos la clásica foto grupal.
Eran las 9:45 am. cuando empezamos la caminata; 61.420 kms. nos separaban de nuestro destino. Pasamos por el “dique” que, desde 1907, represa las aguas del rio Carabamba formando una extensa laguna. Al fondo, el apu Quinga nos despedía. Transitando un terreno poco accidentado llegamos a Satapampa a las 2:00 pm. Almorzamos al pié de la última casa del camino. Allí, don Sigifredo Santos nos dio algunas recomendaciones, advirtiéndonos de lo dificultoso del tramo hacia la costa.
Al atardecer, la neblina cubría la carretera enfriando el ambiente, la única manera de abrigarnos era caminando pues si parábamos el cuerpo se entumecía. El peso de las mochilas nos dificultaba el paso. Entre la bruma divisamos una gran caída de agua. Particularmente, me pareció la de Gocta. Quisimos llegar a ella pero lo difícil del terreno y la neblina lo impidieron. Sería interesante medirla, quizás sea la más alta de la región. Y así continuamos hasta bien entrada la tarde, felizmente con esporádicas lloviznas.
A la altura del kilometro 36, cuando buscábamos un sitio abrigado para acampar sucedió algo como respuesta a nuestras oraciones. Apareció un camión que bajaba hacia la costa. Para evitar pasar la noche en aquellos gélidos parajes pedimos que nos lleven hasta un lugar menos inhóspito. Sobre la carga, y con el vaivén que significa viajar sobre ella, bajamos desde la serranía esteparia hasta un lugar más costero: Tomabal.

Gracias a la hospitalidad de don Teófilo Castro, acampamos en una parte de su casa, en su cocina de leña mis acompañantes cocinaron tallarines con carne. Una delicia. Dormimos profundamente en nuestras carpas. Un nuevo día nos esperaba.
La mañana amaneció con un sol muy fuerte. El clima era todo lo contrario al día anterior. A las 8.00 ya estábamos nuevamente caminando. Con mucha pena dejamos en casa de nuestro anfitrión a “Otto” un perrito que con sus tres patas nos siguió desde Carabamba. Era imposible que lo traigamos a Trujillo, menos que se regrese solo. Darle un nuevo hogar fue lo mejor que hicimos.
Pese al sol ardiente decidimos visitar los monolitos de Queneto, ubicados a 2 kms. de San Juan, caserío por donde pasaríamos. Luego de caminar más de una hora sobre piedras resquebrajadas por el sol y sin ninguna sombra en los alrededores llegamos a los enigmáticos monumentos líticos, visitando también los petroglifos cercanos.
Al medio día estábamos nuevamente en la carretera. Un frugal desayuno-almuerzo nos brindaría las fuerzas para terminar nuestra aventura. Utilizando el agua de las acequias para refrescarnos, caminamos hacia el Castillo de Tomabal, al que subimos. Desde su cima divisamos la meta, la ciudad de Virú. Ello nos animó y alivió el cansancio por el intenso calor ya que las mochilas estaban casi vacías.
Decididos a acometer el último tramo nos dirigimos hacia el río. Al dar la última curva, vimos con emoción y alegría el poste que señalaba el kilómetro 1. ¡Habíamos cubierto 65.420!, sumando los 4 kms. de ida y vuelta a Queneto. El último reto fue cruzar a pie el caudaloso rio Virú pues en ese sector no hay puente. Lo hicimos ayudándonos unos a otros. Ya nada nos detendría.
La última parada fue en una pequeña tienda para comprar “marcianos” que los disfrutamos como maná del cielo. A las 4.30 pm. llegamos a la plaza de armas de Virú para tomarnos al última foto. En la plaza viruñera los pobladores no nos creían que veníamos desde Carabamba. Nosotros estábamos contentos de haber terminado una caminata inolvidable.

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