domingo, 9 de diciembre de 2012

Chile en La Haya: ¿gimnasia o magnesia...?

Por: Luis Rey de Castro

Asombra bastante que un país tan sofisticado como Chile, donde abundan los legistas y los legisladores, los diplomados y los diplomáticos, los especialistas y los especializados, los experimentados y los expertos, los matemáticos y los matarifes, los juristas y los juglares, etc., etc., no sean capaces de distinguir dos conceptos tan distintos como "acuerdo" y "tratado".

La delegación chilena en La Haya no ha desperdiciado ni un solo minuto de su turno, dedicándolos todos a frivolidades, en vez de alegatos jurídicos. Su equipo ha estado todo el tiempo dedicado a demostrar que Chile no tiene ni el más remoto sustento para su tesis de límites marítimos y que su empeño de "soberanía marítima" en un mar que no le corresponde es un soberano capricho... O, si se prefiere, una soberana ilusión.

Asombra que un equipo de profesionales jurídico-diplomáticos se vean precisados a confundir gimnasia con magnesia...No por incapacidad de distinguir la una de la otra, sino porque no les queda más remedio. ¿Es acaso tan difícil distinguir "facilidades portuarias en un muelle de Arica" con "Tratado de soberanía marítima sobre 200 millas"? ¿Resulta tan complicado advertir que el Tratado de 1929 puso fin a cualquier discusión sobre límites terrestres, sin la más mínima alusión a límites marítimos? ¿Y que es bien distinto por lo mismo al "Acuerdo de 1952 sobre facilidades portuarias" en el muelle peruano de Arica? Y después de tanto alboroto internacional, nerviosismo doméstico y pronósticos triunfalistas, cabría preguntarle al equipo de juristas que defienden la posición chilena: ¿encontraron el Tratado? ¿Tienen una copia? ¿Quisieran leerla? ¿No les resulta un poco infantil pensar que van a convencer a un calificado tribunal internacional -que no es una corte judicial de republiqueta bananera- de que un acuerdo pesquero es lo mismo que un Tratado de Límites...?

Hace muchísimos años soy un convencido de que Chile es un país hermano del Perú, con el que deberíamos tener -siempre y a todo nivel- respeto mutuo, amistad fraterna, cooperación y solidaridad en todos los frentes, además del financiero y comercial, que felizmente ya tenemos. Creo, como muchísimos peruanos, que no podemos vivir hurgando nuestras heridas de 1879, causadas por un conflicto que vencieron potencias europeas, interesadas en el salitre.

Es comprensible que algún poderoso y adinerado empresario pesquero chileno se sienta nervioso, incómodo o asustado: sospecha que en el futuro su flota no podrá pasearse a sus anchas navegando por millas marítimas que no le corresponden. Sentido pésame. El mar que corresponde legítima y civilizadamente al litoral peruano debe estar bajo su posesión y jurisdicción, por más que prósperos pesqueros de otras naciones prefieran pasear sus flotas en millas de vecinos.

Inevitable recordar la Segunda Guerra Mundial, que en Europa y en el Asia sacrificó millones de vidas humanas y arruinó a países enteros. Hoy, poco más de medio siglo después, esos mismos países son socios, amigos, mutuamente cooperantes: comparten moneda, desarrollo, prosperidad o catástrofes, sin herirse ni maltratarse. ¿Nosotros debemos seguir hurgando en una vieja herida que ni siquiera se advierte...?

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