Javier Diez Canseco (JDC) fue, sin duda, el mejor líder de la izquierda peruana. El mejor en las batallas públicas de los movimientos de masas y el mejor en la escena parlamentaria. Él hubiera preferido ser el líder de la revolución, pero se le cruzó en el camino el velasquismo y la transición democrática y tuvo que abandonar el campo de la revolución para apostar a la democracia radical, como sucedió con todas la izquierdas de AL en los 80 del siglo pasado. Si hubiera vivido en las ciudades-república del Medioevo, JDC hubiera sido un republicano clásico (sacrificando el interés particular en nombre del bien común y construyendo la historia de los hombres frente a la historia de Dios y a la historia de la Fortuna); en la revolución de Cromwell (1648) hubiera ocupado la trinchera radical de los cavadores; en la revolución francesa, hubiera sido un jacobino; en la rusa, un leninista y en la cubana, un guevarista.
JDC perteneció a la estirpe de los políticos heroicos. Para él la política tenía un sentido heroico; para Barrantes, un sentido lúdico; para García, un sentido crematístico (la plata llega sola). Eso explica que, mientras la política empobreció a JDC, a García lo enriqueció. Eso explica también que JDC no pudiera llegar a la presidencia de la República, aún cuando lo intentó. La vida cotidiana de los humildes mortales valora el heroísmo, pero ella misma es prosaica y mezquina y requiere combinar el heroísmo con la sensatez. Analizando las revoluciones de Inglaterra, la gloriosa de 1648 y la sensata de 1688, el historiador Treveyland sostiene que las revoluciones necesitan tanto a los líderes heroicos como a los sensatos porque los primeros plantean los problemas que solo los segundos pueden resolver.
La IU de los 80 fue un mix de heroísmo y sensatez. Esa fue su virtud. La unidad política transmitió la imagen de una única representación de los de abajo, de los que sufren y protestan, del descontento social frente a la injusticia y los abusos. Esa fue también su fuerza. Tuvo, sin duda, muchas fallas: ideologización extrema, espíritu de capilla ardiente, fragmentación partidaria, pugnas de liderazgo, pero sobre todo tuvo un contexto adverso: el terrorismo criminal, el populismo irresponsable, el despliegue del pensamiento único neoliberal y la caída del muro de Berlín. La unidad de izquierdistas heroicos y sensatos es la lección que la IU dejó para el futuro.
La izquierda post-JDC tiene dos grandes tareas. La primera es intelectual e ideológica. Tiene que dar cuenta no sólo de lo que pasó con la IU y los partidos que lo integraron sino también de lo sucedido con los socialismos reales y las social democracias.
La caída del muro trajo consigo el hundimiento de los socialismos reales y el agrietamiento de sus bases doctrinarias. Los intelectuales de izquierda tienen que analizar las fallas de Marx y del marxismo, qué se agotó y qué queda en pie de él a la luz de los tiempos y de las ideas actuales. El tiempo de esta tarea es la mediana y la larga duración. La segunda tarea es política.
Ella comprende cinco temas con miras a la lucha política actual y al 2014 y al 2016: la identidad programática, la organización partidaria y frentista, el candidato o los candidatos, los recursos económicos y la campaña. El tiempo de esta tarea es el presente.
0 comentarios:
Publicar un comentario