O los diferentes medios de prensa los transcriben mal y/o los políticos criollos – formales e informales, para el caso sin diferencia- se han propuesto, contra su deber, una cruzada de uso incorrecto del idioma. Lo segundo se confirma cuando la radio y la televisión los muestran de cuerpo entero, berreando en torno a cualquier “tema”, palabra que es insumo irremplazable en la mediocridad de su sancochado verbal. El problema se agrava si, en la competencia, alternan ciertos líderes de opinión presuntamente paradigmáticos y con escasos precedentes éticos.
La Constitución del Estado establece, para los candidatos a congresistas de la República, sólo tres requisitos: ser peruano de nacimiento, tener un mínimo de 25 años de edad y gozar del derecho de sufragio. No exige sapiencia para legislar, pero la realidad aconseja que, por lo menos, hablen con propiedad el idioma español en el que nos entendemos la mayoría de peruanos. Así nos ahorrarían la intermitente vergüenza que nos causaban, también, presidentes de la república como los catedráticos Fujimori y Toledo y, ahora, ellos mismos y casi todos los insufribles “padres” de la patria.
En esta página, el columnista Álvarez Rodrich reproduce e ironiza a menudo galimatías, gazapos y disparates coyunturales de personajes de los diferentes poderes del Estado. El expresidente Alan García – actualmente tan citado no precisamente por sus virtudes- tiene merecida fama de excelente orador, pero ésta se desmorona con una reciente declaración que, por cierto, no es un modelo de buena construcción gramatical: “Diría, como la candidata del gobierno, no está en mi agenda ser candidato, pero con esos adversarios como los de la comisión ni hace falta hacer campaña”.
La antología es interminable, especialmente referida a seudopolíticos que, con audacia crematística, apuntan al erario fiscal y –practicando, sin rubor alguno, la acrobacia del transfuguismo- terminan, de espaldas a la ética, su infecunda existencia con los oropeles del poder y el dinero. Y cuando aparece alguna excepción, no tardan en defenestrarla porque más ayuda el que no estorba. Tomo en préstamo la frase de Susana Higuchi, opinando por su exmarido preso por delitos de lesa humanidad: “¡Pucha, que feo está!”.
Sin querer queriendo –como dice el genial Chespirito- la fauna política, de la que forma parte el tristemente célebre juez Malson Urbina, es una academia gratis de “cómo no se debe hablar”. El presidente Humala, no desentona con estas frases filosóficas: “Un tema importante para el crecimiento es la generación de confianza, que es un poco como el aire: mientras lo tienes no sientes que te falta, pero basta que te falte un poquito y ya te desesperas”.
Quitándole su mensaje romántico, el verso de Neruda: Me gustas cuando callas porque estás como ausente, resulta aplicable para la mayoría de figuretis criollos que, a cada rato, contrasuelean con su lengua a la de Cervantes en la prensa, la radio y la televisión. Hablar con corrección y propiedad y la ética política deberían ser requisitos indispensables para acceder y ejercer cualquiera de los cargos de la administración pública, en especial el de congresista de la república.
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