sábado, 22 de agosto de 2009

Amas de casa restauran los muros de Chan Chan

Damas recibieron capacitación para trabajar en la ciudadela chimú

Por: Renzo Guerrero De Luna
Hace dos años la casa de adobe de María Mercedes Mendoza se cayó y la dejó a ella, a su esposo y a tres de sus nueve hijos desamparados. Cuenta ella que lloró hasta cansarse, ya que junto con su vivienda se desplomaron sus sueños. Un día, agotada de tanto lamento, esta mujer de 54 años salió a las calles en busca de trabajo. Quería levantar su hogar ahora con concreto y para ello necesitaba de sus manos, ya que su marido, quien había sufrido un accidente en Otuzco, se encontraba inmovilizado. Tocó muchas puertas y nadie le abría. Nuevamente, a llorar.
María Mercedes, habitante del barrio de Villa del Mar, decidió acudir a sus vecinos, la gente que trabaja en la ciudadela de Chan Chan. Insistió en varias oportunidades y cuando ya parecía que seguiría integrando la larga lista de desempleados en la región, la llamaron y le comunicaron que se necesitaba mano de obra para restaurar y conservar el monumento arqueológico. La contrataron y ahora sí puede pagar el crédito que asumió para construir su nuevo hogar.
Junto con María Mercedes ingresaron otras amas de casa y profesionales que dieron vida al proyecto conocido como las Damas de Chan Chan, el cual forma parte del sistema laboral de la Unidad Ejecutora 110, entidad encargada de velar por la conservación y restauración del complejo chimú. Una decisión que ahora recibe el reconocimiento de la sociedad al ser finalista en el premio Buenas Prácticas Gubernamentales en la categoría de inclusión social.

Desde entonces —finales del 2006— las mujeres son parte del entorno de la ciudadela de barro. Ellas realizan el mismo trabajo que los hombres, cargando adobes, trepando escaleras hasta ocho metros de altura, trasladando carretillas de un lado para otro, de arriba hacia abajo. Todo con la intención de resanar aquello que el tiempo y el hombre dañaron.
Muy pocas sabían de este oficio, salvo por referencias o porque su esposo estaba inmerso en el mundo de la construcción. Ana Melba Campos no se imaginó que terminaría trabajando en medio de barro y bajo un inclemente sol que casi nunca deja de salir en la ciudad de la eterna primavera. Con dos hijos, ella deja su casa a las 6:15 de la mañana para realizar un viaje de 45 minutos hasta llegar a la ciudadela. No lo hace con pesar, al contrario, le da gusto pasar algo más de ocho horas al día con esta nueva familia.

0 comentarios: