lunes, 30 de noviembre de 2009

"Honoris Causa" - Extraordinario texto de Gonzalo Portocarrero

Gonzalo Portocarrero, da una lección magistral sobre lo que debe ser la universidad, en su discurso al asumir el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional del Centro (extraído de su blog "Página de Gonzalo Portocarrero”).
Este texto ha sido enviado por Víctor Zamora (victor@victorzamora.com), al grupo virtual Rio.


Extraordinario texto de Gonzalo Portocarrero Demás está decir que comparto plenamente su línea de pensamiento y no me he encontrado con frases que reflejen mejor que ésta, lo difícil que ha sido para muchos estudiar en instituciones que se dedican a cortarnos la mirada y aplanarnos el espíritu, haciendo lo que saben hacer bien vivir alejados y de espaldas al de universidad en que todos hubiesemos querido estudiar. Se los recomiendo.. . aquí unos extractos.

"... destinado a renovar los valores que fundamentan la institución universitaria. Y justamente el valor en torno al que gira la vida académica es el ejercicio colectivo de la razón. Es decir, la sintonía y puesta en diálogo de nuestros mundos personales. Un ejercicio libre que, idealmente, no debe estar sometido a otra autoridad que no sea la argumentación sugerente y la producción de evidencia que le de fundamento.

Este ideal de un diálogo libre se encuentra siempre amenazado y su preservación requiere de mantener a raya fuerzas muy poderosas que coinciden para impedirlo. Si tienen éxito se instala en la institución universitaria la mediocridad, el autoritarismo y los vínculos mafiosos y clientelistas. Con actos como éste tratamos de conjurar esas fuerzas que, es menester decirlo, provienen de diversas fuentes. Y, si queremos mencionarlas, tenemos que empezar en casa, por lo que está dentro de nosotros mismos. El orgullo y la vanidad nos llevan a presumir que nuestras ideas, por ser nuestras, son necesariamente, las verdaderas y las mejores. Las ajenas no son siquiera escuchadas pues, enfrascados en nuestros discursos, cedemos a la tentación o costumbre de no darles oportunidad. Sólo mediante la promoción del respeto hacia los otros y la, penosa pero necesaria, toma de conciencia de nuestros límites y falibilidad, es posible mantener abierta la comunicación y el diálogo. Pero el elemento clave de la fórmula que permite perseverar en el diálogo es el humor, se trata de no tomarse demasiado en serio, apostar por la vida, no pretender convertirse en una estatua reverenciada. En realidad, nadie tendría que reivindicar una relación privilegiada con la verdad, todo lo que podemos hacer es ir descubriendo caminos para acercarnos a ella.

Pero junto con la libertad para razonar y dialogar en comunidad, las otras pasiones de las que se nutre la vida universitaria son la lectura, la investigación y la preocupación por el mundo. Entonces, si queremos trascender el sentido común, aún cuando éste pueda estar ilustrado por el intercambio de opiniones, tenemos que enriquecernos con las ideas de los otros mediante la lectura. Y tenemos, también, que cultivar nuestra capacidad de observar y registrar esa realidad que nos circunda, empezando por la más inmediata; es decir, por nosotros mismos, por la geografía y los vaivenes de nuestro mundo interior. Es difícil que quien se engaña sobre sí pueda ser lúcido en su visión sobre los demás y el mundo. De allí la entera pertinencia del mandato socrático de ¡Conócete a ti mismo! como fundamento de la mentalidad científica en el campo de las Ciencias Humanas.
En nuestro país, en el sistema universitario, el espíritu dialogante y científico sobrevive, arrinconado, gracias al entusiasmo y vocación de gente que tiene que luchar contra los enormes poderes de la vanidad, el dogmatismo y el espíritu mafioso. Solo desde el reconocimiento de lo incipiente de nuestra cultura científica y universitaria es que podemos aspirar a ser productores de saber y formadores de seres humanos dignos y capaces.
Si hay algo que resulta desalentador en nuestro medio es lo poco arraigado del hábito de la lectura y, peor aún, lo difícil que resulta una observación desprejuiciada de la realidad. Es decir, sobre todo, lo débil de la capacidad para identificar lo que existe en nuestro entorno; y, como consecuencia, el apego a los estereotipos y a la teoría mal digerida. Entonces, la simpleza de ideas se articula con la repetición de mitos de manera que nos estancamos.. ."

Ver artículo completo en: http://gonzaloportocarrero.blogsome.com/2009/11/30/honoris-causa/

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