Autor: Patricia del Río
Diario Perú 21
No tengo una cuenta en Twi-tter y soy una tímida usuaria de Facebook. Creo que, como la mayoría de los de mi generación, le entro bastante bien a la tecnología y a la Internet para temas que tienen que ver con mi chamba, pero todavía manejo mis relaciones sociales vía teléfono, cafecito y, en el más audaz de los casos, e-mail. Por eso no deja de sorprenderme la manera cómo cada vez más jóvenes, y no tan jóvenes, se relacionan a través de las redes sociales.
Uno de los aspectos que más me impresiona de esta comunidad hiperconectada es la necesidad compulsiva de hacer pública casi cualquier cosa que se les pase por el cerebro. Una alegre publicista twittea “amarillo yellow” y, automáticamente, más de diez amigos virtuales (o followers, como les llaman) comentan la frase que a mí me resulta incomprensible. Un arqueólogo se queja de dolor de cabeza y hay más de treinta 'puntas’ recomendándole analgésicos. Está una señorita que con gracia, y cierta culpa, suele anunciar cuántos carbohidratos acaba de empujarse. Por supuesto, el Twitter, o el recién estrenado Buzz de Google, también sirven para anunciar cosas útiles como dónde está peor el tráfico, o para generar discusiones sobre temas trascendentes como la renuncia del fiscal Guillén. La idea es comunicar, lograr que te sigan y seguir a otros.
De acuerdo con lo que he podido observar, la fascinación que ejercen estas “tecnologías sociales” está en que les hacen sentir a sus usuarios un hipnótico efecto “Todos somos estrellas”. Al igual que Cristian Meier, o el político de moda, lo que cualquier twittero piensa o siente puede ser de interés de un montón de gente a la que nunca le ha visto la cara, pero que, de pronto, le hace fiesta y lo hace sentir reconocido, escuchado y atendido.
Y a eso quería llegar. El lunes, Apoyo publicó una encuesta en la que el 81% de los peruanos declaraba no sentirse representado por ningún partido político y, al leerla, no pude evitar preguntarme: ¿Están pensando los políticos cómo van a captar la atención de este nuevo ciudadano cada vez más acostumbrado a reclamar atención y a que lo escuchen? ¿Están diseñando estrategias para que los nuevos electores sientan que son las estrellas de este proceso?
Algunos dirán que los usuarios de Twitter o de Facebook son todavía una minoría en el Perú, o que estas son modas pasajeras. Puede ser, pero lo que parece indiscutible es que esta es la tecnología que está cambiando las formas de interrelación de los jóvenes que mañana serán votantes y, antes de que nos demos cuenta, lo común será que nuestros hijos tengan mil 'amixes’ en Internet en lugar de los típicos diez amigos del barrio.
Diario Perú 21
No tengo una cuenta en Twi-tter y soy una tímida usuaria de Facebook. Creo que, como la mayoría de los de mi generación, le entro bastante bien a la tecnología y a la Internet para temas que tienen que ver con mi chamba, pero todavía manejo mis relaciones sociales vía teléfono, cafecito y, en el más audaz de los casos, e-mail. Por eso no deja de sorprenderme la manera cómo cada vez más jóvenes, y no tan jóvenes, se relacionan a través de las redes sociales.
Uno de los aspectos que más me impresiona de esta comunidad hiperconectada es la necesidad compulsiva de hacer pública casi cualquier cosa que se les pase por el cerebro. Una alegre publicista twittea “amarillo yellow” y, automáticamente, más de diez amigos virtuales (o followers, como les llaman) comentan la frase que a mí me resulta incomprensible. Un arqueólogo se queja de dolor de cabeza y hay más de treinta 'puntas’ recomendándole analgésicos. Está una señorita que con gracia, y cierta culpa, suele anunciar cuántos carbohidratos acaba de empujarse. Por supuesto, el Twitter, o el recién estrenado Buzz de Google, también sirven para anunciar cosas útiles como dónde está peor el tráfico, o para generar discusiones sobre temas trascendentes como la renuncia del fiscal Guillén. La idea es comunicar, lograr que te sigan y seguir a otros.
De acuerdo con lo que he podido observar, la fascinación que ejercen estas “tecnologías sociales” está en que les hacen sentir a sus usuarios un hipnótico efecto “Todos somos estrellas”. Al igual que Cristian Meier, o el político de moda, lo que cualquier twittero piensa o siente puede ser de interés de un montón de gente a la que nunca le ha visto la cara, pero que, de pronto, le hace fiesta y lo hace sentir reconocido, escuchado y atendido.
Y a eso quería llegar. El lunes, Apoyo publicó una encuesta en la que el 81% de los peruanos declaraba no sentirse representado por ningún partido político y, al leerla, no pude evitar preguntarme: ¿Están pensando los políticos cómo van a captar la atención de este nuevo ciudadano cada vez más acostumbrado a reclamar atención y a que lo escuchen? ¿Están diseñando estrategias para que los nuevos electores sientan que son las estrellas de este proceso?
Algunos dirán que los usuarios de Twitter o de Facebook son todavía una minoría en el Perú, o que estas son modas pasajeras. Puede ser, pero lo que parece indiscutible es que esta es la tecnología que está cambiando las formas de interrelación de los jóvenes que mañana serán votantes y, antes de que nos demos cuenta, lo común será que nuestros hijos tengan mil 'amixes’ en Internet en lugar de los típicos diez amigos del barrio.
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