
Por Tomás Unger - (EL Comercio).- La semana pasada vimos que, a gran altura, el organismo tiene que enfrentar un problema básico: la falta de oxígeno. Para explicar las consecuencias hicimos un paralelo entre la sangre que transporta oxígeno y una flota de camiones que transporta arena. Si el oxígeno es la arena, la sangre es el sistema de transporte, y los pulmones, las palas cargadoras. La arena va en tolvas de camiones, el oxígeno en los glóbulos rojos, siendo la sangre la flota de camiones y los glóbulos rojos las tolvas.
FRÍO
Otro efecto adicional de la altura es la del descenso de la temperatura corporal. Esto tiene una consecuencia ligada al oxígeno. Los combustibles del cuerpo humano son el oxígeno y el alimento. En especial, los carbohidratos como los azúcares (glucosa), que al oxidarse (quemarse) nos dan el calor necesario para vivir. El cuerpo humano debe mantenerse cerca de los 37 grados centígrados. Para ello, quema alimentos, pero quemarlos requiere oxígeno.
En la altura, si bien hay menos oxígeno, el cuerpo necesita más para mantener la temperatura. Si las otras condiciones se mantienen iguales (alimentación, abrigo y actividad física), a medida que se asciende sobre el nivel del mar se requiere más oxígeno para mantener la temperatura.
En el ejemplo de los camiones, equivale a decir que, habiendo menos arena (oxígeno) en la cantera, la obra requiere más arena de lo usual. Una razón más para que el sistema circulatorio sea exigido por encima de lo previsto. Los ajustes a esta mayor exigencia, como hemos visto, son automáticos, pero no siempre debidamente compensados, y producen los diversos síntomas del mal de altura o soroche.
LA PRESIÓN
La densidad del aire disminuye con la altura, que a su vez genera una menor presión atmosférica. Esto permite que los líquidos se evaporen a menor temperatura, por lo que el agua en Ticlio hierve a menos de 90 grados centígrados. Con relación al organismo, existen otros efectos.
Entre las múltiples funciones que el cuerpo lleva a cabo en forma permanente y automática, está la de digerir alimentos. Parte de la digestión consiste en reacciones químicas que producen gases en los intestinos que los contienen, manteniendo un volumen equilibrado entre la presión interna y la presión atmosférica. Al bajar la presión atmosférica, la relación se desequilibra y los gases dentro del intestino se expanden. Como consecuencia, los habitantes de la sierra sufren frecuentemente de una distensión de los intestinos.
Así, aunque la menor disponibilidad de oxígeno (que vimos la semana pasada) es el fenómeno más importante producido por la altura en cuanto a su efecto sobre la fisiología humana, la temperatura y la presión también tienen consecuencias. Pero la defensa contra estas condiciones va más allá de lo que hemos visto hasta ahora.
ANIMALES DE ALTURA
Si bien ha tenido poco tiempo, el hombre aún no se adapta a la altura, pero existen animales que sí lo han logrado. Entre los mamíferos están los camélidos de los Andes (guanaco, llama, alpaca, vicuña, etc.), el cuy y la taruca. Estos animales han encontrado un sistema de compensación a la menor oxigenación que no requiere más latidos del corazón ni más glóbulos rojos en la sangre. Su sistema compensatorio es una mejor red de distribución. Si volvemos a nuestro ejemplo de los camiones y la arena, lo que hacen estos animales equivale a un abastecimiento más eficiente de arena a la obra. Además de poseer grandes pulmones para soportar la altura, su respuesta consiste en una red de vasos capilares mucho más densa que permite llevar el oxígeno en forma más eficiente hasta los lugares de consumo.
Por otro lado, para combatir la pérdida de calor, tienen otros mecanismos. El cuerpo pierde calor por radiación, el aire frío se lo quita y, cuanto más rápido circula el aire, la pérdida es mayor. El aislamiento entre el cuerpo y la atmósfera reduce la pérdida.
Los animales que caminan sobre la nieve tienen un mecanismo que reduce la circulación en las extremidades. El venado de las zonas nevadas restringe su circulación de sangre en las patas y el delfín de las aguas frías reduce la de sus aletas, limitando la pérdida de calor. Los animales de altura han tenido el tiempo para que su forma y pelaje evolucionen de modo que pierdan el mínimo de calor.
Este no es el caso del hombre, que es relativamente nuevo a la altura y todavía no está adaptado. Sin embargo, el hombre vive y trabaja en la altura. Para que lo pueda hacer eficientemente, es necesario conocer los efectos que la altura tiene sobre el organismo, los mecanismos compensatorios, sus efectos a largo plazo y la posibilidad de contrarrestarlos. De esto se ocupa la medicina de altura.
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