sábado, 3 de septiembre de 2011

OBJECIONES A LA INFRAESTRUCTURA ESCOLAR APRISTA (2006-2011)

Por: León Trahtemberg

leon@trahtemberg.com

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El gobierno de Humala debe definir qué parte de la herencia aprista en educación continuará tal cual y qué es aquello que debe reformular o eliminar. De allí que cabe replicar a los voceros apristas que alaban sus políticas de inclusión social, cuando en realidad lo que primó fue la preferencia por obras faraónicas, desatendiendo miles de requerimientos más pequeños y menos vistosos. Basta ver las enormes inversiones para las reconstrucciones de los colegios emblemáticos construidos en la época de Odría y la creación solo en Lima de un Colegio Mayor, en desmedro de todo el resto. Veamos porqué son cuestionables.

Empiezo por decir que me parece muy bien que los alumnos peruanos disfruten de una infraestructura de primera calidad y que haya colegios de vanguardia, que marquen la pauta de lo que se puede hacer en materia de innovación educativa en la escuela pública. Digo también que la equidad obliga a distribuir los escasos recursos estatales de modo proporcional a las necesidades de la población, y que las políticas de descentralización obligan a evitar centralizar en Lima las principales innovaciones, impulsando el desarrollo de dichas innovaciones en las regiones.

Esos dos argumentos llevan a cuestionar que se coloquen más de 1,000 millones de soles en 50 colegios emblemáticos, dejando a la deriva a los otros 65,000 colegios estatales, (especialmente los rurales y urbano marginales más pobres). Así mismo, que se haya optado por centralizar en Lima en un solo “Colegio Mayor” -con cuestionable internado y carácter “innovador”- a los alumnos de todas las regiones del Perú seleccionados por sus capacidades y logros escolares acumulados. Su presupuesto de más de 30 millones de soles anuales lo hace insostenible en el tiempo e irreplicable, en lugar de crear un “colegio mayor” en cada región, sin internado (exceptuando los alumnos que viven muy lejos), para alimentar la formación masiva de su masa crítica de talentos locales.

Agreguemos a eso que la pedagogía de nuestros tiempos no avala la construcción de Grandes Unidades Escolares sino más bien colegios de tamaño mediano (hasta 1,000 alumnos) que permitan un manejo más familiar de las relaciones entre profesores, alumnos y padres de familia. Junto con ello, no está de más recordar que cambiar la infraestructura sin tocar todo el resto (profesores, directores, currículo, materiales didácticos, etcétera) en muy poco cambia la educación ofrecida por esos enormes colegios.

Como se observa, una cosa es el elogio en abstracto a la vistosidad de los colegios emblemáticos o la iniciativa de un colegio de vanguardia, y otra cosa es evaluar su pertinencia e impacto educativo en el contexto del conjunto de los requerimientos desatendidos que tenía la educación peruana.

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