miércoles, 14 de enero de 2015

Si la gente dijera la verdad

Por Severiano Gil
¿Se han preguntado ustedes cómo sería el mundo si nadie mintiese, si todo el mundo dijera la verdad?
No me sorprendió leer a Revel, hace años, afirmando que "la más poderosa fuerza que mueve al mundo es la mentira", porque ya hace tiempo que me he convencido de que, realmente, la mentira es rentable, produce beneficios. Si no fuese así, haría tiempo que la habríamos erradicado de nuestros hábitos.
Y, como todos sabemos, la práctica de la mentira sigue en vigor.
Hagan la prueba cualquier día; pero no solo evalúe --con sinceridad, eso sí-- sus propias mentiras, sino tenga en cuenta igualmente las veces que detecta que los demás le han mentido a usted.
Todo el mundo miente.
Si no fuese así, si la gente no mintiera, no existirían casi ninguna de las normas que regulan nuestra sociedad, y que están encaminadas a evitar o, en cualquier caso, descubrir las mentiras que la gente esparce a su alrededor.
No harían falta jueces ni tribunales; si no mintiéramos, no serían necesarios, ya que todo el mundo se declararía culpable si lo fuera, o inocente, y nadie dudaría de su palabra. No harían falta exámenes, puesto que, si el alumno no ha estudiado y no sabe, sería el primero en decirlo; tampoco se necesitarían títulos de propiedad, puesto que, si nadie mintiera, su palabra serviría para establecer hasta dónde llegan los límites de su propia tierra. Puede que, incluso, no existirían los políticos, se habrían extinguido al resultarles imposible prometer en las campañas electorales lo que saben que no van a cumplir.
Ni siquiera el matrimonio sería necesario para afirmar una unión parental; la imposibilidad de mentir dejaría claro que, cuando una pareja se formara, es porque ambos no desean otra cosa -en ese momento, añadiría yo--, y, al menor devaneo, el cónyuge protagonista confesaría su preferencia extramatrimonial, y la unión se disolvería sin más.
Piénsenlo, piensen cómo sería nuestro mundo si no existiera la mentira.
Porque la realidad nos demuestra que es todo al contrario. El criminal le miente a la policía diciendo que no estuvo allí; el abogado le miente al jurado, llegando a demostrar que su cliente es inocente, aun cuando no lo es; el empleado le miente al patrono cuando culpa de su retraso al tráfico; la hija le miente al padre cuando asegura que no tomó alcohol en la fiesta del sábado en la noche, y el padre le miente a la hija haciéndole ver que la cree. La enamorada le miente a él cuando le dice "no puedo vivir sin ti" -tal vez la mayor de las mentiras que sale por boca de humano--, y él también le miente cuando dice que solo tiene ojos para ella. El contrabandista miente en la aduana cuando dice que no lleva nada que declarar; el vendedor miente cuando asegura que su producto es el mejor del mercado, y el menos caro; y el cliente miente al comerciante cuando le jura que la prenda que quiere devolver nunca fue lavada con agua caliente. Miente el millonario cuando dice que siempre trabajó duro, y miente el pobre cuando culpa a la falta de oportunidades. Miente el postulante cuando refleja en su CV cursos y títulos que se ha inventado, y miente la chica que se embadurna de maquillaje, se calza tacos imposibles y usa un bra que falsea sus medidas reales.
Mienten los noticieros, cuando no dicen todo lo que deben; mienten los operadores de telefonía cuando prometen una cascada de Gigabytes; mienten los futbolistas cuando aseguran no haber tocado el contrario, y mienten los árbitros cuando dicen que no han visto el penal. Mienten las aerolíneas cuando ponen precios escandalosos por llevarte atado dentro de un enorme tubo de pasta dentífrica que vuela; mienten los mapas cuando dibujan la Tierra plana; mienten hasta los dioses, cuando aseguran que son los únicos y, por supuesto, los verdaderos.
Dicen que los únicos que siempre dicen la verdad son los niños y los borrachos. Pues no, porque los bebés lloran como si estuvieran muriendo, cuando solo tienen hambre; y, respecto a los ebrios..., a ver qué dicen al control policial de alcoholemia cuando les parar en carretera.
Nadie dice la verdad, salvo en circunstancias excepcionales y, si repaso este escrito -en el cual he procurado no mentir demasiado--, me doy cuenta de que, cuando escribió 'El conocimiento inútil', Revel tenía razón.

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