lunes, 18 de mayo de 2015

La explosión del consumo

Por Leon Trahtemberg
¿Qué tiene que ver el consumismo, el narcisismo, el endeudamiento por créditos, el deseo de tener cada vez más posesiones materiales y exhibirlas, con la estabilidad familiar y felicidad? Mucho. Veamos.
La gente narcisista quiere siempre tener más cosas que confieren importancia: automóviles, joyas, ropa de moda, vivienda lujosa, cualquier cosa que simbolice status, poder y sofisticación. Les gusta hablar de sus posesiones. Los mensajes publicitarios se ocupan de alimentar ese deseo con mensajes como  “mereces lo mejor” y “lo quiero ahora”.
Los estudiantes universitarios enfrentados a la elección de valores prefieren un empleo bien remunerado que tener una vida ética y honorable;  ser ricos más que ser solidarios o ayudar a los necesitados. La generación hippie de los años 1960’s se convirtió en la generación yuppie de los 1980’s que disfruta de los BMWs  y aspira a lograr rápidamente su primer millón. En los años 1990’s los norteamericanos gastaron más en zapatos, joyas y relojes (80 billones) que en educación superior (65 billones). El 93% de adolescentes dicen que su actividad preferible es el shopping.  El estándar de la buena vida lo marcan los ricos y las clases medias lo usan como su referente materialista aspiraciones.
En suma, se ha perdido el ideal social y resulta que tener dinero para propósitos materiales es más importante para así decirle al mundo que uno es exitoso e importante. Como consecuencia de ello, la gente materialista es menos feliz y más depresiva que el resto. Buscan amistades igualmente materialistas y son incapaces de mantener una relación estable y leal por largo tiempo.
Podría ayudar a contener esta epidemia narcisista reducir los regalos de cumpleaños a un solo juguete, incorporar al currículo escolar temas de ahorro y finanzas personales, la regulación de las tarjetas de crédito e hipotecas para limitar los desbordes de endeudamiento, los incentivos para el ahorro, de la mano con una educación en la que  “menos es más” se convierta en un valor social (aunque esto resienta a los animadores del capitalismo).
Pensar que todo empieza cuando los padres le dicen “qué lindo” a cada cosa que hacen su hijos, y procuran darle todo para hacerlos felices… sembrando con ello una bomba de tiempo a su capacidad de ser felices.

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