
Fuente: Diario Perú 21
Este artículo está dedicado a todos los padres y madres que perdieron a sus hijos e hijas como consecuencia del "bullying" o acoso en sus colegios. Este tipo de violencia, que crece silenciosamente en las escuelas, afecta hasta al 65 por ciento de escolares en el mundo según UNICEF. En los casos más extremos, las víctimas han llegado a quitarse la vida o a cometer venganzas terribles contra su agresor.
Hay una forma de "bullying" que se practica de manera casi imperceptible, de modo que el agresor utiliza estrategias y acciones sutiles de hostigamiento permanente, mientras que la víctima calla lo que ocurre e incluso puede negar lo ocurrido por temor a que su agresor incremente la hostilidad de manera individual o grupal.
El "bullying" no sólo se manifiesta con agresión física (golpes, destrucción de materiales) o verbal (amenazas, insultos) -situaciones más fáciles de detectar--sino mediante acoso psicológico con gestos negativos, miradas amenazantes o burlonas, desprecio o muecas de agresividad dirigidos contra la víctima, de manera constante. La situación se agrava cuando se practica el "bullying social", cuyo objetivo es apartar o excluir a un compañero de un grupo predeterminado. Surge de manera repentina y por lo general, con una calumnia que el agresor dispersa como un rumor, chisme o acusación frontal al interior del grupo o del salón. Los practicantes del "bullying" o acoso son niños o niñas que no son felices en su entorno familiar, ni están felices consigo mismos, son impopulares y tienen baja autoestima o de lo contrario son niños sobre-engreídos cuyos padres son demasiado consentidores, permisivos, sin autoridad definida. Según algunos especialistas, son niños físicamente fuertes y grandes o con poder, pero que en materia emocional son niños débiles que juegan a ser fuertes.Al respecto, especialistas en la materia como la doctora Brígida Amao señalan que los padres y profesores deben intervenir de inmediato cuando estas situaciones se vuelven sistemáticas y claro está, sólo podrán darse cuenta si sus hijos comunican lo ocurrido, lo cual se logrará si es que en casa se practica constantemente el diálogo asertivo.
Explican que los padres deben informar de lo ocurrido al colegio para que se lleve un registro de los hechos y así evaluar si existen otros casos similares. Además esto ayudará a que tanto el victimario como la víctima reciban el apoyo psicológico necesario para que el problema sea neutralizado a tiempo y no pase a sus peores etapas.
Los que ejercen el "bullying" son niños o niñas que ponen en la mira de sus ataques a quienes no se someten a su estilo de vida, a sus reglas, a su forma de actuar. Buscan manipular la situación. Anhelan tener aquellas cualidades o cosas que sus víctimas poseen. Y si no logran someterlas entonces tratarán de apartarlas del grupo, criticándolas de manera constante, haciéndolas llorar, dañando su autoestima, generándoles inseguridades hasta hacerles sentir miedo y doblegar sus emociones.Si bien hay acosadores cuyas acciones son visibles y evidentes, hay otros que actúan de manera sutil, en voz baja, sin gritos ni golpes. La agresión es emocional y psicológica permanente, casi a diario, por lo que se torna desgastante para la víctima. Le harán bromas pesadas, se burlarán de su apariencia o de su forma de ser, lo tildarán de aburrido, feo, hablador, pesado o de cualquier otra forma, pero le pondrán una "etiqueta social". Será un membrete, que se lo repetirán todos los días, sea con palabras (lenguaje verbal) o con gestos (no verbal) hasta que llegue a creer que es así y se sienta culpable de todo lo que le ocurre.
A veces ninguna de las partes se da cuenta de que se trata de acoso o "bullying", pues creen que se trata de una simple enemistad. Pero el problema es que el agresor no da explicaciones de su conducta, no se comunica con la víctima, simplemente le hace "el hielo" e intenta apartarla generando dudas y sospechas en su contra, hasta lograr que sea excluida del grupo, del salón o del colegio.
La víctima intentará jugar, pero la dejarán "plantada" a la hora del recreo mientras su acosador se burlará junto con los "testigos", así es como los psicólogos denominan al resto de niños o niñas que lo acompañan en su "hazaña" como meros observadores. El acosador o acosadora usará una mirada amenazante y burlona pero sutil en los momentos más convenientes para que nadie se dé cuenta. Al interior del grupo fingirá ser la víctima o intentará ser líder o tratará de manipular las situaciones a su favor. Y si viera a su víctima jugando feliz tratará de hostigarla pasando por su costado y rozando su cuerpo contra el suyo para hacerle sentir su presencia, su poder.
El niño o niña acosada pedirá explicaciones de lo ocurrido, pero se le cerrarán todos los canales de comunicación. Si es un niño introvertido y con poca autoestima difícilmente se integrará a otros grupos y se irá quedando solo. Tendrá sentimientos encontrados, se sentirá torpe e inútil, feo o incapaz de hacer amigos, se irá preguntando si acaso hizo algo malo, se preguntará por qué lo rechazan. Seguirá buscando respuestas e intentará acercarse nuevamente. Sentirá angustia y no podrá dormir bien, tendrá dificultades de concentración para hacer sus tareas, llorará más de la cuenta a solas y en el salón de clase, se despertará triste o de mal humor, llegará el momento en que no querrá ir al colegio y expresará temor.
Practiquemos la comunicación con nuestros hijos
Como el "bullying" es un conjunto de acciones continuas contra el niño o niña acosada, esto implica una sobrecarga de emociones que en algún momento podría llevarlo a explotar y agredir a su acosador. Pero eso no ocurrirá si es que padres e hijos nos comunicamos diariamente, de modo que ellos puedan contar sus experiencias buenas y malas del día.
En estas épocas de incesante trabajo, es importante que al menos uno de los padres intentemos llegar temprano a casa para conversar con los chicos. Es usual que lleguen solo a revisarle las tareas. Pero lo más importante es enterarnos si fueron felices durante el día. Una buena forma de empezar el diálogo, es hacerles un resumen de cómo nos fue a nosotros en el trabajo, de manera que ellos también se animen a contar.
Los padres que solo pueden verlos en fines de semana, pueden enseñar a sus hijos a escribir sus emociones, pensamientos y sentimientos o incluso animarlos a grabarlos en audio o video. De ese modo, todos las noches podrían enterarse de cómo la pasaron en el colegio, que es donde se quedan hasta 10 horas al día, en algunos casos.
Cuanto mayor sea la comunicación entre padres e hijos, cuanto más los escuchemos tendremos la oportunidad de orientarlos, más aún en la edad de la adolescencia ya que a partir de los 10 años entran a una etapa de cambios y es justamente cuando más necesitan que les reforcemos su autoestima, así como recalcarles los buenos valores y principios. Un niño fuerte emocionalmente, tendrá más estrategias para defenderse de manera pacífica, creativa y asertivamente ante cualquier tipo de agresión.
Intentemos comunicarnos con amor, a través de gestos, palabras, acciones, así nuestros hijos repetirán nuestros patrones de conducta. Si nos tratamos mal entre pares, entre esposos, entre amigos, ellos harán lo mismo. Y si aún no hemos logrado controlar nuestras propias emociones y no sabemos comunicarnos como padres, busquemos ayuda y así podremos mejorar nuestras relaciones, contribuyendo a que nuestros hijos puedan disfrutar de la vida ¡100% felices!
Nuestra tarea como padres
Recordar que los niños y niñas, aunque sean adolescentes, están en proceso de crecimiento y que aún necesitan orientación y supervisión de los adultos.
Conversar y explicarles lo que es el bullying, sus características y sus consecuencias. Así podrán identificar si son víctimas o victimarios.
Hacer de la comunicación un hábito en todo momento, desayuno, almuerzo, cena, en casa, la calle o el auto. Apague la televisión mientras conversan.
Enseñarles a nuestros hijos que lo mejor es comunicar experiencias negativas, pues de esa manera podrán encontrar juntos soluciones a sus problemas.
Enseñarles que callar sus penas o aquello que los está haciendo sentir mal, les puede generar enfermedades emocionales.
Si identifican que son víctimas o victimarios buscar apoyo de algún especialista y solicitar apoyo de los tutores y psicólogos del colegio.
Hablar con los padres de las víctimas o victimarios sobre el tema tratando de encontrar soluciones y sin enemistarse.
Buscar la intervención de un especialista imparcial que de preferencia debe ser el Departamento Psicopedagógico del colegio. Y no sólo háganlo por el bien de la víctima, sino del agresor también, porque ambos necesitan apoyo.
Buscar asesoría psicológica para reforzar la autoestima de la víctima y ayudar al agresor a corregir su conducta disfuncional.
Estar al tanto del comportamiento de los niños en su interacción con terceros, con el fin de darles pautas para mejorar su conducta.
Compartir diversos espacios con nuestros amigos para que nuestros hijos observen cómo practicamos los buenos valores de socialización y aceptación del entorno. Ellos repiten lo que nosotros hacemos.
Supervisar los programas de televisión, ya que estos suelen mostrar antivalores y prácticas negativas de socialización que nuestros hijos pueden aprender creyendo que son normales. Explicarles por qué no deberían imitar esas malas conductas.
Enseñar a nuestros hijos a expresar no solo lo que piensan sino también lo que sienten para que de esa manera puedan solucionar rápidamente sus conflictos en el colegio y con sus pares, mediante una comunicación asertiva.
Orientar a los niños a controlar sus emociones mediante métodos de respiración, relajación o meditación.
Motivar el juego y deporte entre los niños porque a través de estos aprenden valores, mejoran su control de emociones y aprenden a respetar reglas.
Expresarles amor a través del juego, de las caricias, de las palabras orales o escritas.
Escribirle notitas o cartas para reforzarles su autoestima.
Escribirles mensajes que puedan interiorizar sobre la forma de ser un buen amigo /a.
Observar a los hijos mientras juegan para detectar a tiempo conductas irregulares y corregirlas siempre con amor, disciplina y autoridad.
Propiciar momentos de juego, estudio, descanso e interactuar con la familia y, darles seguridad y confianza en sí mismos.
Explicarles que hay que buscar soluciones pacíficas, no violentas.
Coordinar con los profesores para que comuniquen oportunamente cambios de conducta en nuestros hijos. Si un niño llora constantemente en casa o el colegio es un síntoma de que algo malo está ocurriendo.
Solicitar a los profesores que no recarguen de tarea a los niños de modo que el fin de semana lo puedan tener libre para compartir en familia.
Cuando corrijamos hagámoslo con firmeza pero sin tono amenazante ni gritos destemplados, pues estaremos debilitando su autoestima.
Entrenarnos en la búsqueda constante de nuevas fórmulas de comunicarnos de manera adecuada. Y si nos equivocamos, volverlo a intentar para que nuestros hijos aprendan a intentarlo también.
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