miércoles, 28 de mayo de 2014

Mirar y después hablar

Por: Jaime Lértora 
Ser mejor cada día en aquello que hacemos y para lo cual vivimos; arte, oficio u ocupación, debiera ser un propósito constante en nosotros como persona. La mejora continua a la que podemos llamar maestría atendiendo a una de las acepciones que el DRAE (Diccionario de la Reala Academia de la Lengua Española) le da a la palabra maestro: “persona que es práctica en una materia y la maneja con desenvoltura”. 
Llamaremos maestría entonces al propósito firme de ser mejores cada día y para efectos de este artículo, ser mejores en las distintas maneras de cómo nos comunicamos con los demás, ya sea en el terreno personal, familiar, amical, de trabajo, académico o social, vale decir en todos los planos de la comunicación humana. Ayudará mucho a éste propósito el desarrollo de nuestra capacidad de empatía. 
La empatía, definida como la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro (DRAE), facilita el que comprendamos entre nosotros, que nos entendamos mejor, que internalicemos los mensajes que intercambiamos, en suma que se produzca un verdadero intercambio interpersonal. 
Esta habilidad hará que nuestra comunicación interpersonal sea más clara,más abierta, mas franca y, por tanto, que se nos perciba cada vez más creíbles y cada vez más queribles, cercanos, afectuosos. 
Es entonces el mirar, el hacer espejo con el otro, la acción que nos hermana, que nos hace uno en el campo emocional. Esta mirada es la generadora de empatía y ahora que lo sabemos conviene entonces que la incorporemos en nuestro propósito de mejora personal, de maestría, como una habilidad a desarrollar hasta manejarla con soltura y con destreza. 
Así que ya lo sabe: mire primero, para reconocer al otro, y hable después, conseguirá así ser más querible por los demás y eso, digámoslo claramente, es una gran diferencia a nuestro favor.

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